El empleo, el gran reto de 2016
El nuevo año no parece haber comenzado con buen pie para los mercados financieros, que acusan —de forma compulsiva, como es habitual en ellos— las incertidumbres sobre la economía china y los efectos de los bajos precios del petróleo y otras materias primas sobre las empresas y países productores de las mismas. Algunos analistas ven en esto los síntomas de una nueva crisis financiera mundial. Nunca se sabe, pero lo importante es considerar si dicha hipotética crisis tendría para nosotros las consecuencias de la que se desató en los EE.UU. en 2007.
En mi opinión, la situación actual es muy diferente. Entonces la economía española, y europea en general, era terreno abonado para que prendiera en ella una crisis financiera con graves daños a la economía productiva. Ahora los desequilibrios y deudas se han ajustado, aunque estas, y la vulnerabilidad que conllevan, sigan siendo todavía elevadas; la UEM se ha dotado de mecanismos e instituciones que antes no tenía; y estamos cobijados por un banco central que por fin ha decidido actuar como tal con todas sus consecuencias, lo que impediría cortes y encarecimientos de la financiación como los que dieron origen a las dos graves recesiones de los últimos años. Desde luego, un menor crecimiento de los países emergentes y de la economía mundial frenaría a las economías europeas, pero no hasta el punto de sumirlas en una nueva recesión. Sobre todo si los gobiernos de algunos países se dan cuenta, y lo utilizan, del margen que tienen para estimular la demanda interna y contrarrestar la menor aportación de la externa.
De momento, esto es lo que estamos viendo desde el verano, cuando empezó la inestabilidad en los mercados financieros: la economía española apenas lo acusa. La desaceleración que se produjo en el tercer trimestre –que apenas podría achacarse a causas externas- no parece haber continuado en el cuarto. Ahí tenemos los datos de afiliaciones a la Seguridad Social conocidos esta semana: el crecimiento intertrimestral de la serie corregida de estacionalidad y efectos atípicos ha sido algo superior en el cuarto trimestre de lo que lo fue en el tercero (gráfico superior izquierdo).
En media anual la afiliación aumentó un 3,2% (530.000 en valores absolutos). Las previsiones en términos de la EPA o de contabilidad nacional, a falta de conocer el cuarto trimestre, apuntan a una tasa similar. Dicha tasa es muy próxima a la que esperamos para el PIB (gráfico superior derecho), lo que indica que el crecimiento de este está siendo muy intensivo en empleo. Podrá discutirse si este empleo es de la calidad o no. Ahí una reforma laboral y otras políticas podrían hacer algo. Pero lo que no debiera hacer una reforma laboral es frenar la creación de empleo. Este es el objetivo prioritario en estos momentos.
Confianza al alza
Los datos de diciembre de las encuestas que realiza la Comisión Europea mostraron una mejora notable de la confianza, que fue generalizada en todos los sectores, destacando el de la industria y el de los consumidores. El Índice de Sentimiento Económico, que se confecciona a partir de los indicadores sectoriales, aumentó 3,4 puntos, alcanzando un nivel de 112,4, siendo 100 la media histórica desde 1990. La media del cuarto trimestre fue de 110,1 frente a 109,5 en el tercero. Todos los indicadores sectoriales muestran valores por encima de su media histórica, excepto el de la construcción. Sin embargo, los indicadores cualitativos PMI no evolucionaron tan positivamente. La media trimestral del PMI manufacturero, que se redujo en el tercer trimestre, continuó cayendo ligeramente en el cuarto, aunque maniéndose en zona de expansión (52,5). En mayor medida disminuyó el PMI de servicios, que retrocedió 2,2 puntos en el cuarto trimestre, hasta 55,9.
Las previsiones para 2016 apuntan a que continuará creándose empleo, pero quizás a un ritmo algo inferior al de 2015 (gráfico inferior izquierdo). Ello será así porque se espera que el crecimiento del PIB baje del 3,2% al 2,8%. En número de ocupados, y en términos EPA, ello significaría un aumento medio anual de los ocupados de unos 440.000. Al final del año se habría recuperado un 38% del empleo perdido en los años de recesión. Dado que no se esperan cambios significativos en la población activa, ello significaría que el paro en términos EPA se reduciría en una cantidad similar, situándose al final del año en 4,5 millones de parados, el 19,5% de la población activa.
El riesgo fundamental a la baja de estas previsiones es el deterioro de las expectativas de los empresarios y consumidores que pudiera ocasionar la incertidumbre política interna. Es cierto que los indicadores de confianza del mes de diciembre han continuado mejorando, pero las encuestas se hicieron antes de conocer los resultados electorales. Esperemos que los políticos encuentren cuanto antes la fórmula de un gobierno estable que favorezca la creación de empleo.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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