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Columna
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España 2019

El BCE nos salvó del impago de la deuda y la salida del euro en el año 2012 para volver a crecer

José Carlos Díez

Ayer tuve un sueño y soñé que en España teníamos un nuevo gobierno. Un gobierno con liderazgo y auctoritas para afrontar los grandes retos a los que nos enfrentamos. Retos que afrontan todos los países como la globalización, la revolución tecnológica en mundo multipolar en el que ha caído el muro de Berlín y la quiebra de Lehman fue el fracaso de décadas de liberalismo extremo y falta de gobernanza global, especialmente en los mercados financieros.

Pero España sigue siendo uno de los países más endeudados del mundo y los retos son aún mayores. Y formamos parte de la Unión Europa, con déficits institucionales cuya solución será determinante para reducir el paro y la pobreza en España. El BCE nos salvó del impago de la deuda y la salida del euro en 2012 y nos ha permitido volver a crecer y a crear empleo. Pero algún día sus compras de deuda acabarán. España sigue teniendo el mayor déficit de la eurozona, a pesar de los recortes y subidas de impuestos de esta legislatura. El agujero se concentra en la Seguridad Social y el edificio de nuestro sistema público de pensiones está amenazado.

Tras una burbuja inmobiliaria y una crisis bancaria con efectos devastadores, la sociedad española aún no ha hecho un buen diagnóstico de la crisis. Como explica un reciente manifiesto de los mejores economistas europeos, nuestra querida España sufrió una crisis de deuda privada que fue pésimamente gestionada. La recesión de 2012 no estaba en los mapas y nos alejó de la senda de recuperación de la peor crisis global en ochenta años. Tras una depresión tan brutal que ha destruido casi el 20% del empleo, nos recuperamos con trabajos precarios, productividad estancada y rezando que vuelva la construcción para reducir la tasa de paro, especialmente juvenil.

Desde 1975 España ha aumentado su empleo un 50%, un 25% su población, ha multiplicado varias veces su renta per cápita y ha triplicado su gasto social por habitante. Hemos convergido en productividad por ocupado, en máquinas por trabajador y en infraestructuras. Pero nuestro capital humano y nuestro gasto público en educación sigue un 20% por debajo del promedio de nuestros socios. Eso nos aleja de la economía del conocimiento.

No obstante, nuestro mayor déficit es nuestra capacidad tecnológica. El número de patentes por habitante está un 65% por debajo del promedio de nuestros socios y en esta legislatura los recortes nos han retrocedido a niveles de gasto en I+D+i de 2004. Dicen que todos son iguales. Pero en la Comunidad Valenciana el nuevo gobierno ha doblado el presupuesto de innovación para 2016, mientras la Comunidad de Madrid lo ha limitado al 0,6% del presupuesto total, o sea 0,2% del PIB, a años luz de los líderes mundiales. En estas elecciones los españoles elegiremos un modelo del siglo XXI, global, social y 3.0 o un modelo del siglo pasado, analógico, de la burbuja y el España va bien. Nuestra elección determinará la tasa de paro, especialmente juvenil, y nuestro nivel de vida en 2019.

Que la fuerza nos acompañe.

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