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NEGOCIOS
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Ajustes en los más ricos?

Si el precio del petróleo sigue bajo podemos acabar viendo el caso insólito de recortes presupuestarios en los reinos del Golfo

En sentido estricto, los emiratos del Golfo Pérsico no dejan de ser países con una oferta reducida a un solo producto: hidrocarburos. Ricos en demasía, pero encerrados con un solo juguete. En este sentido, que es el que importa a efectos de producción y riqueza, constituyen sociedades incluso más limitadas que Venezuela, por ejemplo, u otras donde además del petróleo aparecen otras posibilidades exportación. El hecho de que durante muchos decenios, en particular desde la década de los 70, Arabia Saudí, Omán, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Baréin o Qatar hayan construido sociedades muy ricas y ampliamente subvencionadas debido a la capacidad del cartel de la OPEP (dominado por Arabia Saudí) para manejar los precios a su antojo no significa que el mundo exuberante del petróleo no esté sujeto a crisis graves. En estos momentos los emiratos del Golfo están atravesando por una de ellas y para un observador será interesante comprobar como la resuelven.

La causa de la crisis está en la caída de la demanda mundial; y en el trasfondo de esa causa están China y Japón. Ante un descenso de la demanda, la OPEP (dominada por Arabia Saudí) no puede subir el precio, que ha sido su conducta refleja en otras situaciones mediante un recorte de la producción. También juegan otros factores, como el deseo de hundir a los competidores. Dicho en términos concretos, Arabia Saudí ha decidido declarar la guerra económica al fracking y, de paso, a países como Rusia o Venezuela. La táctica económica más eficaz es mantener los precios bajos, por debajo del umbral en el que el fracking resulta rentable. Bien, el caso es que los países del Golfo se encuentran atrapados por la caída de la demanda y por las tácticas antifracking; a 50 dólares por barril y con escasas expectativas de que el precio repunte en los próximos meses, la situación económica de los emiratos puede ser delicada a medio plazo. Sus economías siguen creciendo, en parte porque cuentan con un factor raro en el escenario geoeconómico: son países con poca población. Es difícil, pues, que la disminución global de los ingresos de la zona se transmita en forma de presión dramática a sus habitantes.

Pero la relativa tranquilidad es aplicable sólo en el corto plazo. El impacto del hundimiento de los precios (360.000 millones de dólares este año) empieza a manifestarse en, por ejemplo, en disminuciones significativas de las reservas financieras (es el caso del Banco Central saudí). En resumen, una prolongación de los precios por debajo de los 80 dólares barril pondría en jaque no sólo el crecimiento de la zona sino también el modelo de sociedad.

Si el precio no se recupera, de forma paulatina asistiremos a cambios significativos. Hay que esperar un frenazo de las inversiones procedentes de los fondos soberanos. Quizá no se aprecie una disminución, pero sí una congelación selectiva. Los mismos volúmenes de inversión buscarán rentabilidades más altas, con los riesgos de error que ello supone. Si, además, en los primeros trimestres de 2016 se mantuviera por debajo de los 60 dólares, podríamos asistir al espectáculo insólito de ajustes presupuestarios en los emiratos del Golfo. Como un país europeo cualquiera, Arabia o Kuwait tendrían que aplicar ajustes presupuestarios y, esta vez sí, reducir las subvenciones a la población y, quizá, intensificar la estructura fiscal. La llave, hay que insistir en ello, está en los saudíes; la primera vez que varían de política (es decir, se resisten a recortar la producción), se encuentran con que la demanda mundial está en una fase de persistente debilidad. La hipótesis más probable es que las petromonarquías no permitan que un descenso brusco y continuado de los ingresos ponga en peligro la paz social (comprada).

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