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Northrop Grumman construirá los nuevos bombarderos de EE UU

La firma estadounidense gana el concurso de 80.000 millones de dólares frente a Boeing y Lockheed Martin

Una imagen de enero de este año de un bombardero B-2
Una imagen de enero de este año de un bombardero B-2DAVID MCNEW (REUTERS)

El Pentágono tiene una necesidad urgente por modernizar la flota de bombarderos estratégicos y así poder adaptar estas fortalezas volantes a las nuevas guerras que se libran desde el cielo. La elegida para renovar los B-52 y B-1, dos símbolos del poderío militar de Estados Unidos, es el grupo de defensa Northrop Grumman. El contrato se eleva a 80.000 millones de dólares (72.400 millones de euros), uno de los mayores concedido nunca por la Air Force.

La concesión se produce después de cuatro años de puja con Lockheed Martin y Boeing, las otras dos grandes contratistas que nutren los arsenales del Departamento de Defensa. El contrato contempla la entrega de hasta 100 unidades el bombardero de última generación, que tendrán la capacidad de volar sin piloto a bordo. El anuncio fue recibido con un alza del 7% en Wall Street.

Northrop Grumman se hace cargo desde hace dos décadas del ensamblaje del B-2. La compañía aeronáutica hizo también piña con la europea Airbus en la oferta conjunta que presentaron para hacerse con la licitación para renovar la flota de aviones cisterna de la Air Force, un contrato que en su día se valoró en 35.000 millones y que fue concedido tras una controvertida puja a su rival Boeing.

El nuevo bombardero estratégico tendrá que diseñarse para poder operar durante el próximo medio siglo. Será, como señala el Pentágono, “la columna vertebral” de todo el operativo militar de la Fuerza Aérea estadounidense. El precio medio estimado que se pagará por cada avión supera los 550 millones. A esta cantidad hay que sumar todo el coste en ingeniería para su mantenimiento.

Los detalles del proyecto están clasificados. También se mantienen en máximo secreto las características de la nueva generación del bombardero, en cuanto a su diseño y especificaciones técnicas como la altura a la que podrá volar, la velocidad y la distancia. Además de tener las capacidades de un drone, estará en condiciones de transportar armamento nuclear.

La compañía de defensa dejó claro, por su parte, que se compromete a desarrollar estos aviones dentro de los límites presupuestarios. No es un mensaje casual, y no solo por los recortes de gasto en Defensa. El Pentágono quiere evitar que se le disparen los costes como en el programa del caza bombardero F-35 de Lockheed Martin, considerado como el arma más cara de la historia.

El F-35 entró en operación el pasado mes de julio, con tres años de retraso y una factura próxima a los 400.000 millones, el doble de lo previsto. Se da por hecho que el proyecto para el desarrollo de los bombarderos de largo recorrido superará la cifra prevista, como pasó también con el B-2. El contrato a Northrop supondrá, en cualquier caso, una infusión de liquidez para otras firmas de defensa.

La compañía con sede en Falls Church (Virginia) anticipa que el contrato contribuirá a crear 1.400 nuevos empleos en el complejo que opera en Palmdale, al sur de Los Ángeles en el desierto de Mojave, durante la próxima década. Es ahí donde construye el bombardero con forma de murciélago B-2. Está por ver, en todo caso, si Boeing y Lockheed Martin disputan ahora la licitación.

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