Petróleo y dividendos
El reto de las empresas energéticas es encontrar las vías que permitan compensar la disminución de ingresos por el crudo
Los bajísimos precios del petróleo, que en agosto han vuelto a registrar mínimos históricos, tienen unos evidentes efectos macroeconómicos, como son las presiones deflacionistas y el negativo impacto en los países exportadores, pero también de índole empresarial, pues conllevan una reducción de los ingresos y resultados de las compañías energéticas, en general, y de las petroleras, en particular.
Estas compañías son reconocidas en el mercado por ser pagadores tradicionales de dividendos, destinando un porcentaje relevante de sus beneficios a la remuneración en efectivo a sus accionistas. Desde siempre, el dividendo ha constituido un elemento clave para que los inversores se posicionaran en el sector, razón por la cual la mayor parte de compañías energéticas mantiene una política estable de dividendos, y son muy pocos los grupos que históricamente han llevado a cabo una eliminación o una reducción significativa de sus dividendos.
Sin embargo, los inversores en el sector han comenzado a inquietarse al percibir que los precios actuales del petróleo difícilmente pueden permitir a las compañías generar tesorería operativa suficiente para mantener su política de remuneración al accionista. El recorte en el reparto de dividendos en estas empresas podría provocar el trasvase de inversión hacia otros sectores, máxime cuando el número de empresas que paga dividendos ha crecido notablemente en el año 2015, como ejemplifica el propio mercado español, en el que varias empresas relevantes han vuelto a abonar dividendos en efectivo tras años sin hacerlo.
El miedo a la pérdida de accionistas, que empujaría las cotizaciones de las empresas del sector a la baja, explica que la mayor parte de compañías energéticas haya puesto en marcha políticas de protección del dividendo, consistentes en buscar vías de generación de caja que permitan seguir retribuyendo al accionista en línea con años anteriores. Así, son numerosos los grupos que, como vía para compensar la caída de ingresos, han anunciado recortes en sus costes operativos y en sus inversiones previstas, así como ventas de activos no estratégicos. Incluso algunas compañías han recurrido a un aumento de su endeudamiento para captar liquidez con la que atender al pago de dividendos.
Lo que es evidente es que la rentabilidad por dividendo se configura como un indicador clave en la toma de decisión de los inversores en el contexto actual de baja remuneración de otros productos de ahorro. También la preferencia por el dividendo en efectivo parece extenderse entre los inversores, tras años en los que proliferaron vías de retribución no líquidas (scrip dividend, por ejemplo), que ayudaron a las empresas y entidades financieras a superar sus tensiones de liquidez. La mejora de los resultados corporativos y de la capacidad de las empresas de acceder al crédito ha permitido aumentar su generación de caja, y, con ello, atender las exigencias de dividendos en efectivo. El reto de las empresas energéticas radica, por tanto, en encontrar las vías que permitan compensar la disminución de ingresos asociada a los bajos precios del petróleo, y con ello ser capaces de generar la tesorería suficiente para poder seguir pagando los dividendos que requieren sus accionistas.
Pablo Mañueco y Jorge Pardo son profesores de Afi, Escuela de Finanzas Aplicadas.
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