Bajos tipos, nueva fauna
En un artículo anterior nos hacíamos eco de la justificada inquietud con la que las compañías aseguradoras percibían la extensión en el tiempo de un escenario internacional de bajos tipos de interés. Dicho escenario, como reconoce el reciente e interesante informe anual del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés), no deja de ser sino el síntoma del mantenimiento de un crecimiento débil y desequilibrado en general, con baja productividad, altos niveles de endeudamiento con persistencia de algunos riesgos financieros, y en el que el margen de maniobra de las políticas macroeconómicas es muy limitado. Bien es cierto que con un cambio de orientación claro en economías que, como Estados Unidos, se encuentran más avanzadas en el ciclo.
Nuestro interés en estas líneas vuelve a ceñirse, en todo caso, a algunas alteraciones que están emergiendo de la reciente crisis financiera, y que tal escenario de tipos bajos está favoreciendo, e incluso impulsando. Uno de ellos conecta con el declive relativo en el negocio de la gestión de activos de los bancos y de las propias compañías aseguradoras; particularmente en el caso de los primeros, que han tenido que devolver su foco al negocio más tradicional, en el reciente contexto de dificultades y de modificaciones sustanciales de su marco regulatorio.
La labor de intermediación de la gestión de activos a han capitalizado nuevos actores distintos de las entidades financieras
La demanda de mayores niveles de rentabilidad en el nuevo mundo de bajos tipos ha impulsado el crecimiento de vehículos tradicionales (fondos de inversión y de pensiones convencionales), pero también de una nueva fauna de ellos (private equity, hegde funds y otros) fuera de los balances bancarios. El nivel de activos gestionados supera ya holgadamente los niveles pre-crisis. Los más de 75 billones de dólares que suponen en la actualidad a nivel mundial superan en un 50% la cifra de 2008. Su evolución ha sido opuesta a la de los balances bancarios, plegados en este periodo a un obligado saneamiento, aunque ahora ya superado en general.
Esa labor de intermediación de la gestión de activos no sólo ha experimentado un crecimiento notable con la recuperación de los mercados, sino que, como señalábamos, la han capitalizado fundamentalmente nuevos entrantes, cuyo perfil no es ya el de las grandes entidades bancarias y aseguradoras al uso. Ha irrumpido así también una nueva fauna de grandes gestores, independientes de los bancos y compañías aseguradoras a los que han desplazado, de tal modo que casi la mitad de los veinte principales gestores mundiales pertenecen ya a esta categoría. Por otra parte, se sigue avanzando en un proceso de concentración que se inició hace tiempo, hasta el punto que esas veinte entidades controlan en torno al 40% del total mundial de activos gestionados. Tal proceso es además paralelo a la creciente cuota que acapara la industria de la gestión de activos norteamericana: no sólo acumula algo más de la mitad de los activos bajo gestión, sino que, como señala el mencionado informe del BIS, también acapara en torno a dos tercios de los que mantiene esa veintena de mayores entidades.
Cambios en la estructura del sistema financiero y nuevos retos para la estabilidad financiera internacional, cuando apenas acabamos de superar la mayor crisis bancaria en décadas.
Daniel Manzano y Paula Papp son profesores de Afi, Escuela de Finanzas
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