China prohíbe las ventas en Bolsa a los directivos y grandes accionistas
Más de la mitad de las firmas que operan en los parqués de Shanghái (-5,9%) y Shenzhen (-2,9%) han suspendido la cotización de sus títulos. Hasta los grandes valores caen
Las Bolsas chinas han seguido en caída libre ante la incapacidad de las autoridades de calmar a los inversores. El índice de referencia en Shanghái, el mayor del país, cayó un 5,9% y cerró en mínimos de cuatro meses. En Shenzhen, donde cotizan mayoritariamente empresas del sector tecnológico, las pérdidas fueron del 2,9%. Las autoridades siguen tomando medidas para evitar el desplome y han prohibido a los grandes accionistas y a los directivos vender sus títulos.
La mitad de las 2.800 empresas que cotizan en Shanghái y Shenzhen han suspendido la cotización de sus títulos, sea de forma voluntaria para evitar mayores pérdidas o porque el valor de sus acciones ha caído el máximo permitido por el regulador bursátil chino por jornada: un 10%. Un millar alcanzaron este umbral en solamente los diez primeros minutos de la sesión. En Shanghái solamente 12 compañías cerraron la jornada con ganancias. Hasta las grandes compañías estatales —que se habían beneficiado de las compras en masa ordenadas por las autoridades— han cerrado en números rojos porque los pequeños inversores decidieron vender estos títulos más estables ante la incapacidad de operar con los que han quedado suspendidos.
Las pérdidas fueron generalizadas en todos los sectores pero especialmente en tecnologías e Internet, equipos médicos, aeronáutica o de transporte. Y serían mucho mayores si no existiese el mecanismo que limita al 10% el descenso diario, o si el supervisor bursátil rechazara las peticiones voluntarias de suspensión (en este caso, se mantiene la última cotización, lo que amortigua la caída). En los mercados de futuros, que sí negocian todos los valores, estén ahora suspendidos o no, el descuento sobre lo que marcan los índices de referencia ha alcanzado niveles récord, según datos recopilados por Bloomberg.
Ante el silencio del primer ministro chino Li Keqiang, un portavoz de la Comisión Reguladora del Mercado de Valores del país reconoció que el pánico se ha extendido en el mercado de renta variable del gigante asiático, el segundo mayor del mundo, provocando una “venta masiva irracional”. En un nuevo intento de estabilizar los parqués, que en menos de un mes han perdido un tercio de su valor, el Banco Popular de China ha prometido más liquidez para la entidad estatal encargada de financiar a las corredoras de bolsa con el objetivo de aumentar el ritmo de compra de títulos, dar más créditos a los inversores y apoyar las acciones de las pequeñas y medianas empresas, las más afectadas por la debacle.
Más medidas
Pekín también movió sus tentáculos en las grandes empresas del país para exigir que no vendan más acciones de sus filiales que cotizan a Bolsa. Las aseguradoras han visto ampliados sus límites para invertir en el mercado de renta variable y hasta los directivos de varias empresas han sido obligados a comprar acciones de sus compañías a pesar de estar en caída libre. Pero esta nueva batería de medidas de apoyo tampoco surtió efecto.
Tras el cierre de los mercados, en la noche del miércoles, la Comisión Reguladora del Mercado de Valores dio un paso más: prohibir a los grandes accionistas (los que tengan más de un 5% del capital social de una firma), consejeros y directivos que vendan títulos de sus compañías. La prohibición, que afecta a todas las empresas cotizadas, ya sean controladas por el Estado o privadas, se extiende a los próximos seis meses.
A diferencia de los mercados de valores en otros países, dominados por grandes fondos y gestores profesionales, el 85% de las cuentas en China pertenecen a pequeños inversores la gran mayoría de los cuales carece de conocimientos financieros. Muchos de ellos han llegado a la Bolsa estos últimos meses atraídos por la gran rentabilidad. El índice de Shanghái se había revalorizado más de un 150% en el último año y el de Shenzhen un 200% antes del desplome. El precio de las acciones de algunas firmas tecnológicas llegó a subir un 4.200%.
Muchos inversores se endeudaron para comprar más acciones, y ahora casi todos abandonan los parqués a un ritmo mucho más rápido del que entraron independientemente de lo que hagan las autoridades. Con el valor de las acciones chinas todavía un 75% más alto que hace un año, los analistas anticipan nuevas caídas a corto plazo.
China arrastró a la baja al resto de mercados del área Asia-Pacífico. Tokio cayó un 3,14%, Sídney un 2% y Hong Kong —cuya Bolsa de valores está parcialmente conectada con la de Shanghái— se dejó casi un 6%.
En plena desaceleración del crecimiento
Más allá de las pérdidas que están sufriendo los millones de inversores individuales, se teme que la crisis en los mercados chinos desestabilice a una economía en plena desaceleración y con serios riesgos financieros como el alto nivel de deuda corporativa. Un informe del banco Nomura, sin embargo, considera que el batacazo en las Bolsas "supone solamente un riesgo limitado para la economía real" debido a la alta tasa de ahorro de los hogares chinos y la mínima utilización de los mercados de renta variable como herramienta para la financiación.
Sin embargo, y más si el contagio a la economía real es pequeño, sorprende la contundencia de la respuesta de Pekín a la crisis. El despliegue de medidas no tiene precedentes y ha involucrado a numerosos organismos del sector público y privado, desde los brokers al Banco central. Este intervencionismo pone en duda la voluntad del Gobierno chino de dejar que las fuerzas del mercado desempeñen un papel decisivo en la economía, como sostiene el informe aprobado por el órgano legislativo chino hace dos años y que se consideró todo un hito en el proceso de reforma y apertura económica de la segunda potencia mundial.
"Lo que hemos visto en los últimos diez días y lo que establece el programa de reformas es bastante inconsistente", aseguró a France Presse Brian Jackson, economista de IHS China. Otros creen que Pekín simplemente no quiere ver un desplome de las Bolsas por una cuestión de credibilidad y orgullo en un momento en que su poder financiero en el mundo es cada vez más notorio.
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