El asiático silencioso
Malasia refuerza su posición como polo tecnológico en la región
Taufik Syed nació en un país pobre. Pero disfrutará de los mejores años de su vida profesional en uno rico. Vino al mundo en 1979 en una localidad cercana a la capital de Malasia, Kuala Lumpur, y nunca creyó que fuese a formarse en una universidad. “Cuando era pequeño ni siquiera nos daba para calzar zapatos. Enviarme a la escuela supuso un gran esfuerzo económico para mis padres”, recuerda. Sin duda, no era el único: en la década de 1980 el PIB del país apenas alcanzaba los 12.000 millones de dólares y más del 30% de los malasios vivía por debajo del umbral de la pobreza. Él, sin embargo, tuvo suerte. Las buenas notas, y sobre todo las becas que llegaron con ellas, fueron un alivio para la familia y el salvoconducto a Ingeniería.
Ahora, 36 años después, Syed les ha comprado a sus padres una casa y viste ropa de marca. Trabaja en Proton, una marca de automóviles que se creó cuando él tenía cuatro años y que es buen reflejo del desarrollo del país. “El objetivo de la empresa era mejorar la capacidad industrial y ahora ya está embarcada en una agresiva política de internacionalización”, cuenta en uno de los restaurantes que alberga el centro comercial de otro símbolo del desarrollo malasio: las torres Petronas. Construidas en 1997, justo cuando golpeó la crisis financiera del sureste asiático en la que el rechazo de Malasia a un rescate del FMI tuvo gran repercusión, marcaron un hito al convertirse en el primer edificio que arrebataba a Estados Unidos el título de ‘más alto del mundo’.
Los ingresos per cápita ya doblan la renta media de la región
Las estadísticas del Banco Mundial corroboran un milagro económico que, a diferencia del que han vivido China o ‘tigres asiáticos’ como Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong, ha pasado casi desapercibido. De hecho, pocos supieron verlo. Entre quienes sí lo previeron está el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que ya en 2007 alababa un modelo socioeconómico que, como apuntó en un artículo con motivo del 50 aniversario de la independencia del país, “ha sabido evitar ‘la maldición de los recursos naturales’, que afecta a los países en los que abundan y que, sin embargo, terminan comportándose peor que los que carecen de esos recursos”. No en vano, con unos ingresos per cápita de 10.430 dólares —24.500 si se calculan a paridad de poder adquisitivo—, Malasia está cerca de conseguir el objetivo que se había propuesto para 2020 de convertirse en un país de renta alta y ya dobla la renta media de la región de Extremo Oriente y el Pacífico. Además, ha logrado reducir la pobreza al 1,7%, disfruta de una esperanza de vida de 75 años —un año más que la media de la región—, y se prevé que su economía continúe creciendo a un ritmo del 5% anual por lo menos hasta 2017.
Son logros que resultan mucho más contundentes si se ponen en perspectiva. Cuando Malasia se independizó del Reino Unido, hace casi seis décadas, su renta per cápita era comparable a la de Ghana, Honduras o Egipto. Ahora, sin embargo, multiplica la de esos países por seis, cinco, y cuatro respectivamente. “Somos conscientes de que en esta etapa de nuestro desarrollo, cuando ya no somos competitivos en manufacturas con poco valor añadido que otros países como India o China producen más barato, tenemos que apostar por la innovación”, explica Syed, que lidera uno de los departamentos de innovación de la empresa automovilística.
El gobierno impulsa medidas fiscales para bajar el déficit
Un buen ejemplo de cómo se articula esta estrategia se encuentra a unos 40 kilómetros al sur de Kuala Lumpur, al lado de la nueva capital del país, Putrajaya. Es Ciberjaya, el proyecto que en 1997 lanzó el cuarto primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, a quien muchos consideran como uno de los mayores visionarios de Asia. No en vano, propuso copiar el modelo de Silicon Valley cuando todavía no se habían puesto de moda los parques tecnológicos que hoy tratan de reproducir el éxito de un modelo ya saturado en el que Malasia lleva ventaja. “Queremos crear un corredor multimedia que sirva a Malasia para dar un salto y ponerse a la cabeza de la era de la información. Y buscamos crear el entorno ideal para atraer a multinacionales que quieran establecer aquí un centro neurálgico regional y multicultural”, dijo Mahathir durante la inauguración de esta zona que ya ocupa 2.800 hectáreas y acoge a unas 800 empresas.
“Son sobre todo grandes corporaciones del sector tecnológico, pero también se han asentado aquí numerosas startups que se benefician de diferentes subvenciones y de exenciones fiscales”, comenta Jared Wan, de Cyberview Sdn, la empresa que gestiona el proyecto. Así, a pesar de sus 18 años de historia, Cyberjaya continúa atrayendo inversión. Concretamente, 4.250 millones de euros el año pasado.
Áreas prioritarias
“Tenemos una de las redes de fibra óptica más rápidas de Asia, y queremos convertirnos en uno de los principales centros para servicios de datos. De hecho, hemos identificado nueve áreas prioritarias que también incluyen biotecnología, wearables, o Internet móvil. Y para desarrollarlas ofrecemos tanto mano de obra cualificada como un entorno muy agradable para residir que permite compatibilizar vida privada y profesional”. Sin duda sorprenden los parques impolutos y las amplias avenidas flanqueadas por los cubos rectangulares de acero y cristal típicos de las empresas tecnológicas. En los alrededores actualmente viven unas 75.000 personas que cuando concluya 2016 podrían ser 100.000.
No obstante, como sucede en cualquier otro país, la economía de Malasia no está exenta de amenazas. Una de las más inminentes es la caída del consumo interno debido a la introducción el pasado 1 de abril del IVA -un 6%-, que es la punta de lanza de una batería de reformas fiscales destinadas a reducir el déficit que están teniendo un efecto similar al del incremento de ese impuesto en Japón, donde incluso provocaron una nueva recesión. No obstante, la mayoría de las instituciones financieras que han publicado previsiones económicas para Malasia esperan que su impacto negativo cese en la segunda mitad del año.
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