La Reserva Federal critica el afán reformista del BCE
El vicepresidente de la Fed cuestiona la insistencia de Draghi de reclamar reformas estructurales a los países europeos


"Un banquero central puede pedir reformas como la laboral muy de vez en cuando; pero no puede convertirlas en su principal argumento cada vez que habla". Esa no es la opinión de un sindicalista, ni siquiera de un académico: el vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Stanley Fischer, discrepó ayer abiertamente con Mario Draghi sobre la querencia del BCE por prescribir reformas a los Gobiernos. "La tentación está ahí, pero hay que vencerla", disparó Fischer, antiguo profesor de Draghi en el MIT.
El BCE menciona las reformas en uno de cada tres discursos. La Fed, en el 2% de los casos. Draghi ha urgido en Sintra a los Gobiernos, una vez más, a acometer reformas y a no escudarse en las compras masivas de bonos para posponer decisiones duras. En su discurso inaugural pronunció la palabra "reformas" 77 veces en 15 minutos. Varios expertos, además de Fischer, criticaron la frecuencia con la que el jefe del BCE acude a esa receta, que le deja muy expuesto políticamente. Draghi se defendió con uñas y dientes: "No puedo evitar responder a los lamentos sobre la falta de legitimidad del BCE para reclamar reformas o medidas de política fiscal. Son vitales para que no crezcan las divergencias dentro de la unión monetaria: a largo plazo eso haría inviable el euro, y la primera obligación del BCE es mantener el euro intacto".
"Son llamamientos muy generales; no queremos entrometernos en responsabilidades de los Gobiernos", se justificó. Sin embargo, ese intrusismo ha sido patente en algunos episodios de la crisis: su predecesor, Jean-Claude Trichet, envió en 2011 sendas cartas a España e Italia reclamando reformas y recortes concretos. Junto a la firma de Trichet, en la misiva italiana figuraba la del entonces gobernador del Banco de Italia: el mismísimo Mario Draghi.
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