El puerto de África Occidental
La inversión en infraestructuras y la estabilidad política dan un impulso a Senegal
Amanece. Varios empresarios españoles suben a uno de los barcos que comunican Dakar con Gorée. Llevan unos días en la capital senegalesa y han reservado las últimas horas para visitar la isla desde donde, hasta no hace mucho tiempo, zarpaban buques cargados de esclavos. La corta ruta por el océano muestra un puerto vibrante en el que los estibadores no dejan de apilar contenedores. Las grúas en continuo trajín, los montacargas estacionados antes de llegar a otro destino y la incesante actividad demuestran lo que repiten los comerciantes que operan en la región.
“Senegal se ha convertido en la puerta de entrada al África Occidental. Cuando te instalas allí sabes que no te quedas estancado en un solo país, sino que te abres a toda una zona”, cuenta Jorge Grande, consejero delegado de la distribuidora al por mayor Ricardo Molina, en sintonía con el parecer general de cientos de empresas. “Tiene un gran puerto, hay estabilidad política y la gente tiene buena formación. Aparte, te acogen con facilidad y simplifican la burocracia”, disecciona sobre esta excolonia francesa que, desde su independencia en 1960, ha sido políticamente mucho más estable que sus vecinos.
Con cuatro años de experiencia en el país africano y una decena de sedes repartida por el globo, el empresario reconoce que en los últimos meses se nota una mayor presencia de grupos españoles. La atribuye a las posibilidades que presta el mercado senegalés, pero también al hecho de que la crisis ha abierto los ojos a un buen número de ejecutivos. “La globalización de la industria ya estaba ahí pero no la veíamos. El contexto económico no ha hecho más que despertarnos, mirar de forma más internacional al comercio y abrirnos a regiones como África”, indica mientras divide el planeta en objetivos de negocio: “Teníamos la vista girada hacia Sudamérica y Europa. Y Asia es tan vasta y está tan llena que nos cuesta. Faltaba descender más allá del Magreb”, resume.
El marco que pinta Grande encaja con las explicaciones de la Asociación de Empresarial Española en Senegal (Aees). Creada en diciembre de 2012 como un “punto de encuentro e intercambio y a raíz del abandono por parte de las instituciones oficiales españolas”, esta agrupación considera que la cercanía geográfica y el alcance de un mercado de 70 millones de habitantes que utilizan la misma moneda —el franco CFA de África Occidental— hacen de esta parcela de 3,5 millones de kilómetros cuadrados un jugoso nicho de negocio.
De 2009 a 2014 las empresas españolas en el país pasaron de una decena a 60
“Senegal se encuentra en un momento particularmente atractivo para la inversión y el desarrollo”, dice el presidente de la Aees, Rafael Rodríguez. E insiste: “Su tradición democrática y la estabilidad política convierten al país en algo anacrónico en el contexto geográfico actual y ha propiciado que la comunidad internacional haya decidido apostar por él de forma contundente. Existe un proyecto macroeconómico (el Plan Senegal Emergente) que pretende cambiar la fisionomía del país con inversiones importantes en infraestructuras, energía, agricultura y, en definitiva, todos los sectores clave”.
¿Y hasta ahora? Pues, según el registro del Instituto de Comercio Exterior, en apenas cinco años, de 2009 a 2014, se ha pasado de contar 10 empresas españolas instaladas en Senegal a las cerca de 60 actuales. Y otras tantas que, mediante el comercio internacional, contribuyen a decantar positivamente hacia España la báscula comercial. “En 2013, las ventas españolas en el mercado senegalés aumentaron un 62,48%, llegando a los 222 millones de euros frente a los 107 del ejercicio anterior”, analiza un estudio de la consultora AFI. La partida principal de exportación es la de combustibles y aceites, con un 44,62%, por delante de la manufactura de fundición de hierro y acero (9,76%), las grasas, aceites animales o vegetales (5,57%) y máquinas o aparatos mecánicos (5,43%).
La terminal de Dakar es tan importante como la de Abiyán o Lagos
Estas cifras vienen respaldadas por un crecimiento del 3,4% del PIB senegalés en 2013 y unas expectativas de rozar el 5% en 2015, según estimaciones de los analistas de la Economist Intelligence Unit. También por la privatización de un puerto, el de Dakar, con larga tradición mercantil, a manos del conglomerado Dubai Ports World, y su posicionamiento entre los más influyentes del continente. Así lo expresa desde Canarias el investigador de la Universidad de Las Palmas Daniel Castillo: “Hace un siglo era un villorrio. Ahora, su accesibilidad y su alta categoría lo han convertido en uno de los predominantes en la zona junto con el de Abiyán, en Costa de Marfil, o el de Lagos, en Nigeria”. Aunque no encabece ninguna lista de los puertos con mayor tráfico mundial de mercancías (copadas por los de ciudades chinas, europeas o norteamericanas), ejerce de punto cardinal en el continente y estabiliza la balanza formada por Tánger (Marruecos), Dar es Salam (Tanzania) y Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
Modesto y con buena reputación. Es como define al puerto y, en general, a todo el país el canario Diego Díaz. Él dio el salto al continente atraído por un árbol —el nim, conocido por sus propiedades terapéuticas— y por el afán de llevar a cabo un proyecto de agricultura ecológica. Terminó en Thièrs, tercera ciudad económica situada en el interior, a pocos kilómetros de la capital. Junto a dos socios senegaleses montó una cooperativa. “Vine en 2008 y vi que la agricultura, la ganadería y la minería tenían un potencial tremendo”, comenta. Convertido al Islam y con pareja senegalesa, Díaz afirma que la presencia española es importante debido a la “historia, la proximidad y la ayuda al desarrollo, que hacen de Senegal un destino prioritario para la Unión Europea. Se puede acceder por mar, tierra y aire. Y el cambio de divisa es fijo, no fluctúa”, continúa, “por eso, aunque solo tenga 13 millones de habitantes, se convierte en puerta natural de entrada en África Occidental”.
Javier Acebal defiende del mismo modo el potencial senegalés. “Tengo mi base en Dakar, pero puedo cubrir trabajos de clientes en Malí, Niger, Gambia o Benín”, dice este fotógrafo y diseñador gráfico, que se lanzó como emprendedor autónomo después de una temporada previa como voluntario. Sus razones para establecerse son muchas: “Fue un cúmulo de circunstancias. Senegal es un país abierto, estable, comprometido con la inversión extranjera y con una posición estratégica. Además, hay un montón de herramientas de apoyo económico para la internacionalización de las empresas. Que se hable francés y la forma de vida también ayudan”, concluye mientras un grupo de empresarios españoles diferente al que caminaba por la isla de Gorée apura las horas antes de regresar a España pidiendo botellines de Gazelle, la cerveza nacional, en un restaurante de la capital.
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