Badajoz, kilómetro cero de la deflación
La provincia extremeña encadena trece meses consecutivos con los precios en negativo
Un enorme cartel publicitario a las puertas de una gran superficie recibe a los conductores que llegan a España desde Portugal: “Toda la carnicería y pescadería a precio de coste”. Es toda una declaración de intenciones sobre lo que encontrarán en su visita a Badajoz y el retrato más fiel de una provincia que se ha convertido en el kilómetro cero de la deflación en España: el único punto de la geografía, junto con Navarra, que registró cifras negativas de evolución interanual de precios todos los meses entre enero de 2014 y enero de 2015. En el periodo, los precios retrocedieron un 1,6% según el Instituto Nacional de Estadística (INE), tres décimas más que en el conjunto de España pero un punto porcentual menos que Ávila, la provincia en la que más cayó el coste de la vida.
Para encontrar las causas de este descenso continuado hay que atender, según Antonio Masa, director gerente de la Cámara de Comercio provincial, al mayor ahorro familiar; a la caída en el coste del transporte por el abaratamiento de los carburantes, que multiplica su efecto por la dependencia de Badajoz del transporte por carretera y al “brutal” recorte en el consumo de los vecinos portugueses —que representa la quinta parte de las ventas del comercio pacense, según sus cálculos—.
Emilio Doncel, presidente de la asociación de comerciantes de la calle Menacho, auténtico centro neurálgico de la actividad comercial en Badajoz capital, refuerza la explicación de la menor afluencia de ciudadanos lusos —“Badajoz es la tercera ciudad portuguesa, tras Lisboa y Oporto y cuando el Portugal no funciona, nuestro comercio se resiente”—. Y añade dos explicaciones más: 2013 no fue un buen año para el campo, de cuyos ingresos se nutre en buena medida el sector terciario, y la llegada tardía de la crisis a Extremadura, que provoca una salida igualmente postergada respecto al resto de España. Por si fuera poco, el tiempo tampoco se ha aliado con los comerciantes, apunta Doncel. Hasta noviembre, la temperatura fue casi primaveral y el pequeño comercio tuvo que adelantar los descuentos en prendas de invierno.
Manuel Rodríguez, propietario de ocho tiendas de ropa en la provincia, cuantifica la caída de precios en sus establecimientos en un 10% “solo en 2014”. Desde el inicio de la crisis, allá por 2008, esta cifra se dispara hasta el 25%. “La competencia ha crecido y las grandes marcas han tirado los precios”. Aunque con menor virulencia de la que destilan sus palabras, las cifras dan la razón a Rodríguez: los precios de vestido y calzado retrocedieron un 0,2% en 13 meses, una décima más que la media nacional y solo superados por los elementos más volátiles de la cesta: transporte (-8,3%), por el abaratamiento del crudo; comunicaciones (-4,7%) y alimentos (-1,7%), además de por menaje (-2,5%) y ocio y cultura (-1,9%).
A apenas tres manzanas del local de Rodríguez, una pequeña tienda de complementos y bisutería, en la que casi todos los productos llevan colgado un cartel que anuncia su correspondiente descuento, siempre de dos dígitos, resume bien el estado del comercio minorista en la ciudad. El declive va más allá del periodo de rebajas postnavideñas que toca a su fin: los precios están por los suelos y aun así cuesta colocar el stock. Su dueño, Luis Trevijano, corrobora la realidad esbozada por Rodríguez: “Quizá hubo algo más de movimiento en 2014, pero en ventas fue muy similar al año anterior”.
Para los comerciantes pacenses, como para una mayoría de detallistas españoles, 2013 y 2014 son sinónimo de años fatídicos en todos los sectores. Julio García, veterano trabajador de Meli, una de tantas tiendas de barrio de clase media que viven en el filo de la navaja y exhiben su particular penuria en carteles que cubren el escaparate con descuentos de dos dígitos, lo deja claro: “Llevo casi 30 años aquí y 2014 fue el peor que recuerdo”, enfatiza. “Hemos tenido que bajar precios constantemente. Y ya no nos queda margen”. Su doble condición de droguería y perfumería convierte a este establecimiento en un buen baremo para dos categorías de bienes: los de primera necesidad y aquellos prescindibles cuando la renta sufre un descalabro como el registrado en Badajoz. En 2011, la provincia extremeña tenía la renta per cápita más baja de España (15.300 euros), menos del 70% de la media nacional y a gran distancia de los 35.000 de la más rica, Álava.
Más allá de los bienes de consumo habituales, el desplome de los precios se deja sentir en nichos económicos tan diversos y con pautas de gasto tan particulares como los gimnasios. Con 28 años a sus espaldas, Studio Gym tuvo que rebajar a finales de año la cuota mensual de 32 a 27 euros para hacer frente a los establecimientos low cost. “Trabajamos con el margen justo, cada vez más”, expone David Martínez, empleado del gimnasio, pugnando por hacerse oír con la atronadora música electrónica. Son cerca de las nueve de la noche y hay decenas de clientes, un lleno casi total. “Sin la bajada de precios sería imposible. Pero, aun así, con tanta gente sin trabajo…”. La tasa de desempleo, el mejor indicador anímico y de propensión al consumo, asciende al 31,5% y convierte a Badajoz en la novena provincia con más paro. Y la mayor bolsa de demandantes de empleo está, precisamente, en el sector terciario.
El relato no sería completo sin el principal motor de la tantas veces anunciada recuperación española: el turismo. Aunque los hosteleros y hoteleros pacenses ha capeado la crisis de precios con razonable solvencia —subieron un 1,1% entre enero de 2014 y enero de 2015—, una rara avis entre tanto declive, el máximo responsable de la patronal turística extremeña (CETEX), José Luis Ascarza, cree que los precios no bajan más sencillamente porque no queda margen. Sus 250 asociados en Badajoz ya recortaron un 20% las tarifas en 2012 y 2013. Y en 2014 la nota predominante fue la estabilidad, aunque con mejores perspectivas. “Los precios permanecieron congelados y las reservas subieron algo, muy poco”.
A este atisbo de esperanza, aunque a años luz del discurso de recuperación de los Gobiernos central y regional, se une la progresiva ocupación de locales que permanecían cerrados: hace dos años había una decena de tiendas desocupadas en las calles más comerciales, en los aledaños de la calle Menacho. Hoy, solo son dos.
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