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La carrera por el Magreb más prometedor

Marruecos presume de estabilidad mientras Argelia tiene todo por hacer y Túnez impulsa la apertura al exterior

Javier Casqueiro
Varios trabajadores recogen fresas en una granja en la provincia de Kenitra (Marruecos).
Varios trabajadores recogen fresas en una granja en la provincia de Kenitra (Marruecos). Youssef Boudlal

Las recientes elecciones generales y presidenciales en Túnez, que en menos de un año ha cumplido con todos los trámites constitucionales, legales y con las urnas para perfilarse como la start-up de las democracias nacidas tras la primavera árabe, han situado de nuevo en el mapa de los negocios al Magreb. La cartografía dibuja una región enorme, llena de particularidades, oportunidades... Pero también retos y problemas.

El Magreb es un área regional emergente, con un mercado potencial de unos 85 millones de personas, pero casi incomunicado entre sí. El comercio entre Marruecos, Túnez y Argelia apenas alcanza el 4%. Las fronteras físicas y políticas están cerradas, sobre todo entre los dos grandes vecinos, y esos recelos y su consiguiente proteccionismo en los sectores estratégicos perjudican su desarrollo económico. El Magreb mira sobre todo hacia Europa para sus exportaciones e importaciones y para diversificar su potencial, y España, el vecino más próximo, tiene mucho trecho por explorar.

En Túnez, por ejemplo, con apenas 12 millones de habitantes y pocos recursos naturales, los tres años transcurridos desde que comenzó este proceso democrático han producido mucha desesperanza. El paro se ha situado en torno al 10% (el triple entre los jóvenes) y los más formados tienen la tentación, como sucede también en Marruecos y Argelia, de la emigración. El anterior gobierno, formado por una troika heterogénea de partidos, con los islamistas de Ennahda siempre vigilantes, se ha ocupado sobre todo de asentar las instituciones básicas. Y en la calle la gente se queja de que las ciudades y las míticas playas tunecinas están muy sucias porque no se sabe gestionar su limpieza.

El lema de la nueva sensación política tunecina, Beji Caid Essebsi, el líder de Nida Tounes, ha sido tan simple como efectivo: que el Estado se modernice y funcione. Y abrirse y cooperar más con Europa. Josep Perpinya, el responsable del Grupo Romero y de la firma de consignación marítima y logística Green Tunisie, que lleva 18 años en el país, emplea a 130 personas y tiene en proyecto su quinta empresa, incide en la necesidad de la apertura a la inversión extranjera y de la liberalización tras la indispensable etapa cubierta de la estabilidad política: “Túnez es un país emergente que merece la pena, con mano de obra barata y muy cualificada, pero todavía con una Administración muy proteccionista y un claro problema de conexiones logísticas”.

Los tres países son un amplio mercado pero con muchas trabas políticas

Los programas electorales, en el furor de la posrevolución, han prometido de todo pero aún no se sabe qué gobierno se podrá conformar y ni siquiera cuándo empezará a funcionar. Mientras tanto, el anterior Ejecutivo acaba de modificar una ley que permite a las empresas extranjeras (de España apenas hay asentadas 70) aumentar su participación en la propiedad hasta el 60%.

El tema de la propiedad es el gran caballo de batalla de las empresas extranjeras cuando se quieren meter en Argelia. Una disputa permanente. “El Estado argelino es mucho más proteccionista aún que el tunecino y menos abierto”, señalan expertos y economistas en Argel. Pero Argelia sí es una potencia enorme en un ámbito concreto, con enormes recursos en hidrocarburos. Y ese caramelo es su salvación y también muchas veces su perdición. “El país tiene una dependencia casi total del petróleo y el gas y ante la caída del precio y el freno en la capacidad de producción de los yacimientos existentes se está entrando en una zona oscura”, concluyen los analistas.

Argelia, que es cinco veces España y tiene 38 millones de habitantes —aunque un 80% del territorio es desierto—, sobrevive gracias al petróleo. Las exportaciones de hidrocarburos son casi el 98% del total, los ingresos en ese sector son el 80% del presupuesto y el 33% del PIB. La tasa de cobertura del país (diferencia entre exportaciones e importaciones) está rozando el equilibrio y el fondo de reserva se calcula que aguantará tres años para preservar la aparente paz social instaurada por el régimen de Buteflika. El sector público supone en Argelia el 52% y es el gran foco de atracción para cualquier inversor porque pretende poner en marcha, por ejemplo, un plan quinquenal de 2,5 millones de viviendas (37.000 millones de euros) y otro de infraestructuras (115.000 millones). Unas 70 empresas españolas han acudido a ese arriesgado panal. Las visitas de ministros españoles son frecuentes para mediar en múltiples conflictos. Por el plan de vivienda se interesaron una veintena de firmas españolas y al final solo ha quedado una, Ortiz. Otras, como OHL y FCC, están hace años en los tribunales de arbitraje ante el impago de facturas de hasta 400 millones de euros por distintas obras.

Para evitar esa inseguridad jurídica, esa inestabilidad y burocracia es por lo que muchas compañías españolas miran cada vez más a Marruecos. El país presume de eso, en comparación con sus vecinos. Hay un sistema político y administrativo que funciona hace años, reglado, con tribunales y leyes que en teoría dejan poco margen para la improvisación. Hay más de 300 filiales de firmas españolas que han hecho el viaje (el primer destino en el mundo) y van en aumento. Es ya el tercer mercado de exportación español tras la UE y EE UU.

Los sectores atractivos abarcan todos los ámbitos, desde el agrícola al equipamiento automovilístico y textil, pero está cada vez más pujante el de las energías renovables. Marruecos no ha encontrado aún petróleo y busca reducir su dependencia energética con renovables hasta alcanzar un 28% en 2020. Multinacionales como Abengoa, Acciona y Sener son ya socios fiables y con experiencia.

Abengoa, que lleva 30 años en el país y tiene unos 600 empleados, se ha infiltrado en todo el abanico de posibilidades de la energía, el agua y el medio ambiente. Montó en su día con éxito la supercentral termosolar de ciclo combinado de Ain Ben Mathar (470 MW) y ahora planea una gran desaladora en Agadir.

Germán Bejarano, adjunto al presidente de Abengoa, explica las razones: “Marruecos es un mercado serio, con un capital humano desarrollado, ingenieros formados en Francia, Estados Unidos o España, y con una contratación pública que se ha sofisticado en sus necesidades y demandas en infraestructuras, que cumple los contratos al pie de la letra, y donde se opera con total seguridad jurídica y buena base legal”.

Esa es la versión oficial. En privado, una treintena de empresarios del club Averroes y de otro grupo instalado en el norte del país reclamaron hace pocas semanas en una cena al embajador de España su mediación para evitar las recurrentes trabas burocráticas del Gobierno de Rabat.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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