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Grietas en el mercado del arte

Los precios desorbitados y la especulación debilitan la solidez de la industria

Miguel Ángel García Vega
Dos empleados de Sotheby's muestran un cuadro de Van Gogh que se subastó en octubre pasado en Londres.
Dos empleados de Sotheby's muestran un cuadro de Van Gogh que se subastó en octubre pasado en Londres.SUZANNE PLUNKETT (REUTERS )

El brillante barniz que cubre la pintura del mercado del arte comienza a partirse. Son grietas, algunas, finas; otras, gruesas, pero grietas. Ya se sabe que el diablo se esconde en los detalles, y en el arte también. En las cinco pujas de arte contemporáneo y moderno de octubre pasado (que coinciden con la feria Frieze en Londres), las casas de pujas Christie's, Sotheby's, Bonhams y Phillips consiguieron 167,2 millones de euros. Una recaudación sólida con cerca del 85% de los lotes vendidos. Entonces, ¿dónde habitan las grietas? En los detalles.

A las cuatro subastas tradicionales de octubre en Londres se les unió una más, que engordó la cifra: la colección Essl. Creada por el empresario alemán Karlheinz Essl —dueño de la cadena de supermercados BauMax— cobija 7.000 obras. De estas, Christie's escogió las 43 con mejores vistas al mercado. El negocio de Essl anda flojo. El año pasado perdió 189 millones de euros, y hace falta caja. Por eso vendió lo mejor que tiene: los artistas germanos de finales del siglo XX. De Gerhard Richter a Sigmar Polke pasando por Georg Baselitz. No resultó fácil convencer a Karlheinz Essl. Christie's tuvo que garantizar todos los lotes. Es decir, la casa aseguró la compra de esas cuarenta piezas a un precio concreto, aunque no se alcanzase en la subasta. “Es un riesgo muy grande y revela la tremenda competencia entre las firmas de pujas para conseguir piezas de primer nivel”, reflexiona el coleccionista Marcos Martín Blanco, propietario de una colección de 800 obras. Y avanza: “Está claro. No todo es tan sólido como parece, y esta subasta lo evidencia”.

“La duda no es si hay una burbuja, sino cuando estallará”, explica un experto

Se refiere al flojo comportamiento en la puja de los dos principales termómetros del mercado del arte contemporáneo: Andy Warhol y Gerhard Richter. En la subasta de la colección Essl se quedó sin vender Net, un lienzo abstracto de grandes dimensiones de 1985 (estimado entre 7 y 10 millones de libras, 8,8 y 12,6 millones de euros) del pintor alemán. Se remataría más tarde, de forma privada, por 5,5 millones (comisión incluida), muy por debajo de la salida. De hecho, la colección consiguió 46,8 millones de libras, algo más del mínimo calculado (39,9 millones). Un par de días antes, los tres warhol y los dos richter que puso a la venta Phillips no se vendieron. ¿Problemas en el paraíso del arte?

Fuente: artprice.com
Fuente: artprice.comC. Ayuso

“Todos los precios viven sujetos a la oferta y la demanda, y con la reciente explosión de obra disponible de los dos artistas parece lógico que haya alguna corrección en esa subida constante”, apunta Ralph Taylor, director del departamento de Arte Contemporáneo y Postguerra de Bonhams. Pero es cierto que “la entrada en el mercado de mucha obra sobre papel de Warhol ha enfriado el entusiasmo de los coleccionistas”.

Sobre esa fragilidad, surgen las dudas. La subasta durante la primera semana de octubre de artistas asiáticos contemporáneos en Christie's Hong Kong consiguió colocar solo el 65% de los lotes. Mientras, su archirrival Sotheby's adjudicaba un tímido 80%. ¿Más interrogantes? “Ningún mercado disfruta de un crecimiento sostenido e infinito, y el arte no es una excepción”, incide el coleccionista Francisco Cantos. Palabras que se reflejan en las de Chema de Francisco, director de la feria Estampa: “El mercado debe sincerarse mediante los precios”.

¿Pero es eso, una cuestión de econometría y sentimientos? Algunos analistas descubren otras grietas. Están aumentando las falsificaciones atraídas por los altos precios. “Entre el 70% y el 90% de las obras que nos encargan autentificar son falsas”, revela Yann Walther, responsable de Fine Arts Expert Institute, una firma suiza especializada en la materia. Además aparecen dos nubes oscuras inesperadas. Qué ocurrirá en el sistema cuando los millonarios árabes y chinos completen sus museos, y cómo soportarán los creadores jóvenes la presión que ejerce el mercado. Artistas veinteañeros y treintañeros como Adrian Ghenie, Danh Vo, Joe Bradley, Brent Wadden o Louis Eisner alcanzaron en octubre su récord de cotización. Algunos incorporando tres ceros en el valor de sus obras. “Ahí veo las fracturas”, advierte Juan Bonet, coleccionista y empresario mallorquín, “en los artistas veinteañeros que se han revalorizado mucho en poco tiempo y en las galerías que los representan que sufren una enorme presión para poder mantenerse y mantenerlos arriba”. Esa situación tiene una perniciosa derivada en los creadores españoles. “En cuanto se dan una vuelta por ahí fuera”, relata Juan Bonet, “saben que si en un tiempo concreto no entran en cierta galería que les lleva a determinadas ferias, o no forman parte de un evento institucional importante, apenas tienen nada que hacer”.

Una constatación de que la vida es tan cruel para ellos como para casi todo el mundo. Aunque tengan que lidiar con sus propios miedos. En el mercado existe una obsesión por “descubrir nuevos creadores, el próximo genio. Artistas que aparecen y desaparecen a la misma velocidad que multiplican sus precios”, observa Bonet, quien advierte de otra fractura. “La que separa a las grandes galerías, cada vez con más poder, de las pequeñas, a quienes cada vez les cuesta más sobrevivir”.

Esta brecha que crece se escenifica también en lo público. “El mercado del arte está en manos de operadores privados con intereses muy concretos que no siempre coinciden con los comunes que debe representar un museo”, avisa Bartomeu Marí, director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba).

En este universo roto, tendente a lo centrífugo y lo centrípeto, regresan algunas dudas. ¿Hasta cuándo se puede soportar la tensión de los precios? ¿Dónde están los límites? Michael Findlay es director de las galerías Acquavella en Nueva York, y representa a pesos pesados del arte mundial como James Rosenquist o Wayne Thiebaud. “¡Solo conoceremos los límites cuando los hayamos alcanzado!”, exclama. “A finales de los noventa pensaba que el mercado estaba al borde de la corrección, por lo que tal vez no soy la persona adecuada para hacer predicciones”, recalca con ironía. “Lo que puedo decir es que los artistas con una impronta histórica que están sostenidos por muchos coleccionistas de todo el mundo [Monet, Picasso, de Kooning, Warhol] son menos propensos a sufrir en una recesión económica que aquellos creadores vivos cuyos altísimos precios dependen de la constancia de un número pequeño de marchantes y de coleccionistas muy ricos”.

Tal vez sea una reflexión cierta, pero algunos analistas aseguran que habrá que esperar a las subastas de arte contemporáneo y moderno de mediados de noviembre en Nueva York —que llegan, por ejemplo, con dos warhols de, quizá, 200 millones de dólares— para saber si las grietas irán a más y si hay riesgo de verdadera fractura, como prevén algunas voces. “Sin ninguna duda existe una burbuja en el mundo del arte”, cuenta Carlos Rivera, fundador de Art Rank, una consultora con sede en Los Ángeles que ofrece consejos de compraventa de artistas con los mismos criterios que si fueran un activo financiero: comprar, vender, esperar. Por eso, “la cuestión no es si estamos dentro de la burbuja, sino cuándo estallará”, apostilla Rivera.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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