Para mejorar la realidad
Todos nos referimos en multitud de ocasiones a los mercados y, en los últimos años, muchos ciudadanos lo han hecho con cierta antipatía hacia los mismos. Lo cierto es que son estructuras complejas en las que todos participamos, de una manera u otra. Explicarlos, eso sí, es otra cosa. Y poca gente comprende la organización industrial, el estudio de la competencia y las imperfecciones de esos mercados, como Jean Tirole. Había estado en las quinielas en los últimos años y es un Nobel más que merecido. Quien enseña Organización Industrial a un determinado nivel en la universidad, enseña a Tirole. Pero también recurre a su obra quien se acerca a diversos aspectos transversales y relacionados como la regulación, la teoría de juegos e incluso, la psicología como forma de explicar aspectos del comportamiento que la teoría económica convencional ha asumido muchas veces de forma demasiado simplista.
Es uno de los economistas vivos más completos. Tan tímido como inquieto. De una inteligencia y capacidad práctica abrumadoras. Un firme exponente de uno de los aspectos que la sociedad puede valorar más de un científico: aportar desde la complejidad técnica, métodos y soluciones simples para resolver cuestiones importantes para el bienestar. La calidad de su trabajo es innegable, con contribuciones que explican aspectos de los mercados, los contratos y los incentivos cada vez más complejos. Es uno de los padres de una nueva organización industrial y gracias a sus aportaciones podemos entender hoy mejor cuestiones tan esenciales como la regulación, las patentes, los servicios que se articulan en torno a plataformas (como las tarjetas de crédito), los límites al poder de mercado empresarial, el valor de la cooperación y los difíciles incentivos que determinan una adecuada gestión empresarial.
De forma transversal, este economista francés ha sido uno de los pocos capaces de articular una teoría bastante completa sobre los mercados imperfectos, los contratos y la regulación que, sin embargo, están aún por explotar en gran medida. Así, podría decirse que su trabajo debería inspirar gran parte de las acciones de las autoridades de defensa de la competencia y de los reguladores en general. Razones hay muchas. Una de las más poderosas es que hace tiempo que muchos productos y servicios dejaron de proporcionarse mediante una estructura vertical, de un vendedor a un comprador. Y, sin embargo, la regulación tiene que aprender mucho aún de la nueva realidad de unos mercados hoy más que nunca multilaterales, donde los precios y los abusos no son tan fáciles de detectar y donde las acciones convencionales de protección del consumidor pueden acabar siendo más dañinas que otra cosa.
Aportaciones, por lo tanto, de una importancia capital en un momento en el que parte del trabajo de este economista se está centrando, precisamente, en analizar fallos en los mercados financieros y los acuerdos contractuales que podrían reducir la probabilidad de burbujas y de desastres como la crisis que aún padecemos. Pocos economistas reúnen la capacidad de identificar problemas y proponer soluciones para cuestiones complejas. Podría llamar la atención que tras años de premio compartido, este año se haya concedido el Nobel a un solo economista pero es que la producción del galardonado exhibe liderazgo, dedicación y sentido práctico. La ciencia económica y la regulación suelen ir por detrás de la realidad pero, en muchos aspectos, el trabajo de Tirole es una excepción a esa limitación. Aunque se ha prodigado poco como divulgador, otros hablarán y utilizarán su obra durante muchos años, utilizándola para tratar de alcanzar una mejor realidad.
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