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Columna
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Agenda Europea del Crecimiento

Todo apunta a que España perderá aún más influencia en Bruselas

José Carlos Díez

La Agenda Europea del Crecimiento es uno de los conceptos que los líderes y altos funcionarios europeos no paran de repetir, pero que está vacío de contenidos. De hecho, desde que se comenzó a usar, la Eurozona ha padecido una segunda recesión sin que la gobernanza europea haya podido concretar una agenda con un plan para sacar a Europa de la depresión, como hizo Obama en 2009 en EE UU.

La democracia permite que cada cinco años se abra una nueva partida y que cambien los equilibrios de poder y el resultado es determinante para la economía de los ciudadanos y, sobre todo, para el desempleo. El PP europeo ha vuelto a ganar las elecciones, como en los últimos 15 años, pero esta vez por una diferencia mínima con los socialistas. Ambas fuerzas suman algo más de la mitad de los escaños del Parlamento. El resto se ha segmentado más que en elecciones anteriores con partidos en los extremos derecho e izquierdo.

Los socialistas conscientes de la debilidad del PP europeo, amplificada por el chantaje de Cameron de vetar a Juncker, han aprovechado para concretar una agenda del crecimiento con su programa electoral. Para pactar las sillas claves piden desmontar el andamiaje que Merkel ha construido desde 2010 para imponer el austericidio. Piden sacar los gastos en I+D+i y ligarlos al largo plazo del cálculo de ajuste fiscal estructural. Piden un Plan Marshall asociado a la Agenda 2020 de 200.000 millones anuales. Teniendo en cuenta el elevado multiplicador de las inversiones, supondría un incremento adicional del PIB y el empleo europeo superior al 1% anual. La palabra eurobono en Alemania es pecado.

Pero los socialistas hábilmente piden que el plan se financie con deuda y que la nueva Comisión haga la propuesta concreta del plan de financiación. Y piden un pacto social para atender a los europeos más castigados por esta crisis, especialmente a los desempleados de larga duración. Faltaría exigir evitar la sobrevaloración del euro para incluir al BCE en la agenda. Sigmar Gabriel, ministro de Economía y líder del SPD en Alemania, ha apoyado el plan y Merkel le ha acusado de querer que sean los contribuyentes alemanes los que acaben pagando. Pasan las elecciones y la líder alemana se quita la careta más amable de los últimos meses y vuelve a ser la de siempre.

Para España el plan sería clave. Nuestra economía sigue con deflactor de precios negativos y crecimientos nominales anémicos, lo cual imposibilita cerrar el déficit público y estabilizar la deuda pública y privada. Esto sería un plan de estímulo fiscal que no pondría en riesgo nuestra deuda pública y la estabilidad financiera. Se podría usar para evitar la ruina de nuestro sector de I+D+i. Para aprobar un plan de rehabilitación de viviendas que mejore su eficiencia energética y que generaría cientos de miles de empleos. Para cerrar la interconexión con Francia y que España deje ser una isla energética, etcétera.

Rajoy, mientras en Bruselas se jugaba la partida clave, estaba en Guinea. Además, va en el equipo de Merkel que defiende los intereses de Alemania, que son muy perjudiciales para España. Veremos cómo juega sus cartas, pero todo apunta a que España perderá aún más influencia en Bruselas, igual que perdió la silla del BCE en 2012 por presentar un candidato perdedor.

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