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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reforma fiscal y crecimiento

El peso seguirá cayendo sobre una parte de las rentas medias

Santiago Carbó Valverde

Se veía venir que la reforma fiscal iba a causar una amplia discusión en la que destacan tres temas: el electoralismo o no de las medidas, su efecto sobre los objetivos de consolidación fiscal y su impacto sobre el crecimiento económico. Estas cuestiones, la primera incluida, revisten mayor complejidad técnica de la que pueda parecer. Entre ellas, la tercera podría ser la más importante porque si finalmente las acciones anunciadas para los dos próximos años inciden positivamente sobre el crecimiento y el empleo, podrían ayudar a reducir déficit y deuda a la vez que dejaría el debate sobre su electoralismo u oportunismo en un segundo plano.

¿Esto es así? ¿Impulsará la reforma tributaria la economía? La cuestión es que la relación entre las medidas adoptadas y el crecimiento económico es de ida y vuelta. Para configurar la estructura impositiva que ahora se ha planteado es importante considerar las previsiones económicas. Si éstas se cumplen, la mayor base de contribuyentes que se persigue puede tener un efecto favorable sobre los ingresos públicos al tiempo que sumar al consumo. De forma similar, la reducción de la presión fiscal sobre las empresas puede suponer un incentivo a la inversión. Por lo tanto, la reforma potencialmente podría sumar a un escenario macroeconómico positivo. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de incertidumbre. Por ejemplo, esos buenos augurios económicos pueden no cumplirse. Y la consolidación fiscal requerirá de medidas adicionales que impondrán sacrificios sobrevenidos.

Se ha señalado que la rebaja tributaria supondrá un aumento del PIB del 0,55% en 2015-2016, pero, de nuevo, las previsiones sobre ingresos, contribuyentes y otros parámetros dependen de que se cumpla la senda esperada de crecimiento y empleo. Falta clarificación sobre cómo se van a lograr los objetivos de déficit y deuda. Lo que está claro es que no van a depender sólo de esta reforma. De ahí el debate abierto en paralelo sobre aspectos como privatizaciones o las compensaciones a las comunidades autónomas por la rebaja de impuestos.

La reforma no resuelve el gran reto de consolidación fiscal de largo plazo ni garantiza la suficiencia del mismo, un reto este último pendiente durante demasiado tiempo. Otro aspecto relacionado con el impacto de la reforma es que ésta ha tocado aspectos amplios de la fiscalidad, pero no deja de ser parcial. Se había anunciado un cambio completo, una modernización y reestructuración tributaria orientada a la eficiencia. Incluso se encargó un informe a una comisión de expertos del que una de sus principales ventajas era una visión completa que se sigue echando de menos.

También se fía parte del éxito de la reforma al incierto panorama político europeo, esperando que la presidencia italiana de la UE sea más flexible en temas de cumplimiento de déficit público. Porque los cambios no se han hecho al dictado de Bruselas —lo cual no es malo ni bueno—, pero tampoco tienen aún su bendición.

Finalmente, se puede crecer de muchas formas, pero a los impuestos se suele confiar parte de eso tan controvertido que es la redistribución de recursos y la equidad. Si tenemos en cuenta los precedentes y los contenidos que ahora se proponen, no se resuelve el problema de desigualdad, pero tampoco parece que vaya a empeorarse. El peso sigue cayendo en una parte muy específica de las rentas medias en España. Otra vez.

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