Sin reestructuración no hay paraíso
Las pruebas de estrés a la banca harán que las entidades financieras sigan adelgazando
La reacción en cadena que propició la llamada crisis de la deuda soberana fue, en versión resumida, la siguiente: el endeudamiento privado y la recesión en algunas economías europeas se consideraban una amenaza para la sostenibilidad fiscal de las mismas. El sector bancario era una parte central de esta maquinaria de pesimismo y especulación masiva, porque el deterioro de sus balances y los rescates que se habían producido y que habían de producirse, tendrían, necesariamente, un impacto sobre el bolsillo del contribuyente.
Superados algunos de aquellos temores, una gran duda persiste: ¿cuál es el futuro del negocio bancario en Europa? En realidad, lo que los bancos han hecho o han debido hacer y lo que siguen deber haciendo es dar crédito. Lo que han cambiado a lo largo de la historia es el modo en que lo han hecho. La regulación está imponiendo una banca más aburrida pero más segura y eso deja espacio para una financiación crediticia de crecimiento moderado y riesgos muy contenidos. Y ahí es donde está el reto para la industria bancaria. Como en cualquier otro negocio, cuando la demanda encoge, el número de proveedores debe hacerlo también y/o actuar de forma más eficiente. Ya antes de la crisis se hablaba de que hacía falta una sustancial reestructuración en muchos sectores bancarios europeos. Hay dos formas de que eso suceda, porque te obliguen las circunstancias o porque la rentabilidad y la eficiencia brillen por su ausencia durante demasiado tiempo. Lo primero es lo que le ocurrió a España. Lo segundo es lo que se espera que acontezca en un número importante de Estados miembros en el futuro cercano. Lo cierto es que la ausencia de crédito ya se ha prolongado demasiado tiempo en Europa pero sin reestructuración, el paraíso del crédito no va a llegar.
Cuestiones como los nuevos requerimientos de capital a los bancos van a retrasar la vuelta del crédito.
En un informe publicado ayer por Funcas (Las claves del crédito tras la crisis) se describe la irreversibilidad de ese fenómeno de “banca aburrida” y de necesidad de reestructuración bancaria. Cuestiones como los nuevos requerimientos de capital a los bancos o la inminencia del análisis global de los balances que desarrollará el BCE en noviembre van a retrasar la vuelta del crédito. Entre otras cosas, porque van a implicar que las entidades financieras sigan adelgazando, desapalancándose, vendiendo activos (que cayeron hasta un 8% en la Eurozona en 2013). Pero vender activos no es toda la reestructuración que se precisa. Si solo se reestructura por la vía del desapalancamiento es como si los proveedores se encaminaran en masa hacia la anemia, en una absurda competencia por la desaparición. Lo paradójico es que allí donde los problemas bancarios se manifestaron en toda su crudeza, como en España, gran parte de la reestructuración efectiva, la que verdaderamente corrige la capacidad de oferta para adecuarla a la demanda, ha tenido ya lugar. Esto implica que allí donde más se necesita, el retorno del crédito ya cuenta al menos con uno de sus requisitos, una nueva estructura de mercado adecuada a la realidad de la demanda. En esta condiciones, lo que sugiere el citado informe de Funcas es que, con las previsiones medias que ahora se manejan para la recuperación económica, el crédito volverá a crecer desde 2015 de forma sostenida, aunque mucho más moderada que antes de la crisis. Más moderación pero más calidad.
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