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El fracaso de las comisiones de éxito

El control bancario de los fondos hace que muy pocos apliquen primas por resultados

Miguel Ángel García Vega
GETTY

¿Por qué tiene que pagar el inversor el fracaso? ¿Por qué debe abonar una comisión si la inversión traza cifras rojas? ¿Por qué tiene que costarle dinero si va bien, pero también si va mal? ¿Por qué no funcionan todos los productos bajo el criterio de las comisiones de éxito? Reguladores y ahorradores llevan décadas dándole vueltas a estas preguntas. Las respuestas son tan históricas como las cuestiones, pero convencen poco. “Hay estructuras caras en la gestión del dinero y hay que pagarlas”, apunta el portavoz de uno de los grandes bancos de inversión del mundo. ¿Estructuras? Once letras que se justifican, por ejemplo, en que el gestor debe viajar para conocer las compañías en las que invierte, reunirse con sus directivos, profundizar en ellas. O también en el esfuerzo de atención continua de la cartera. “Al final, todo el mundo entiende que hay que mantener una cierta estructura. Dentro de unos límites razonables resulta fácil de explicar”, sostiene Pedro Masoliver, experto de GBS Finanzas. Sin embargo, la realidad es que no existe ningún producto de inversión que no cargue comisiones si se invierte mal. ¿Razonable? En esta partida, el ahorrador parece llevar la peor mano.

Si tamizamos los datos de la CNMV del primer trimestre de 2013 veremos que de 2.400 fondos existentes en España solo 225 aplicaban comisiones de éxito. El 9,3%. “Son, sobre todo, fondos de renta variable, mixtos, inversión libre y retorno absoluto. Estas categorías representan casi el 80% del total de los instrumentos que soportan estas comisiones”, apuntan en Ahorro Corporación. Eso sí, las gestoras llevan el producto al límite. El 73% repercute la comisión legal máxima: el 1,35% (gestión) más un 9% sobre los resultados. Porque la otra opción es aplicar solo la tasa de éxito, con un máximo del 18%, en cuyo caso la de gestión debe ser cero. Pero esta es la alternativa menos utilizada por las gestoras que —mientras el mercado no cambie— optan por garantizarse un mínimo. También hay que tener presente que las redes bancarias son los principales distribuidores de fondos y prefieren asegurarse, por ejemplo, un 2% de comisión de gestión que confiar en los beneficios futuros de las inversiones que ellos mismos avalan.

Solo el 9,3% de los fondos registrados en España tienen esta estructura

Estas paradojas, y esta presión, dejan sus consecuencias. “Estamos” —asegura José Luis Martínez, estratega jefe de Citi— “en un mundo de rentabilidades a la baja. Un ambiente donde el negocio, en términos de competencia, presiona las comisiones hacia cantidades inferiores. En un escenario de este tipo, para las entidades financieras y gestores ganar rentabilidad por el activo resulta francamente limitado”. Y, desde luego, también lo es para el ahorrador.

“Con unos beneficios tan ajustados como los actuales, los inversores han puesto bajo sospecha a las comisiones”, revela el responsable de altos patrimonios de un banco suizo en Madrid. De ahí que haya aumentado el dinero que se dirige a fondos cotizados (exchange-traded funds, ETF). Son instrumentos de gestión pasiva que replican índices y que tienen gastos reducidos. Responden a una interpretación conservadora de la relación entre fondos e inversor, que se formula así: “Un gestor activo no añade valor a un fondo, por lo tanto, un ahorrador debe invertir en uno que siga al índice y con la comisión más baja posible”. Mal negocio, claro, para algunas gestoras, que súbito contestan. “La gestión pasiva es el triunfo de la mediocridad”, critica José Luis Jiménez, director general de March Gestión. “El cliente paga a un gestor activo para que tome decisiones y asuma riesgos”. Este experto, defensor a ultranza de la arquitectura abierta (escoger los mejores productos allí donde se encuentren), es franco en su exposición: “En un fondo de renta variable española, el profesional tiene que ser capaz de batir al índice”.

Sin duda será así, pero los ahorradores, como hemos visto, desconfían cada vez más de las comisiones, y esperan una respuesta de la industria. Ricardo González, director comercial de Mutuactivos (la gestora de Mutua Madrileña), desgrana la suya: “Si un año los mercados han ido mal y el rendimiento es bajo, el cliente puede pagar comisiones bajas. Es decir, las justas y necesarias para cubrir los gastos de gestión. Pero si la gestora ha conseguido buenos resultados y además lo ha hecho mejor que el resto, sí que se justifica pagar un poco más por conseguir esos beneficios”. Mutuactivos aplica un 0,25% en fondos de renta fija, el 0,5% en renta variable y las comisiones de éxito las lleva al 9% de los resultados. Por debajo de los porcentajes medios de la industria.

En un entorno de bajas rentabilidades, los inversores miran mucho los gastos

Por eso, para no perjudicar al inversor, se piden cambios. Algunos analistas consideran que las gestoras de fondos españolas con comisión sobre beneficios deberían mostrar la metodología. Además, la mayoría recibe comisiones en función de resultados positivos, no sobre el índice de referencia (que es lo que permite la regulación) y un tercio, más o menos, calcula la tasa teniendo en cuenta los resultados en el año y no tras superar la marca de agua. Este último concepto (High-Watermark, en inglés) supone que el canon por rentabilidad solo se aplica cuando el fondo ha sobrepasado un nivel de ganancia fijado con antelación. Sobre estas estructuras, las gestoras encajan sus piezas. “Pictet AM emplea comisiones de éxito en fondos de rentabilidad absoluta. Hablamos de productos de gestión activa, que no siguen un índice de referencia, sino que persiguen tener rentabilidad positiva en todos los entornos del mercado”, narra Gonzalo Rengifo, director general de Pictet AM en Iberia y Latinoamérica.

Pero con unos argumentos u otros, lo cierto es que el sector se revuelve como gato panza arriba frente a estas comisiones. El año pasado tan solo media docena de nuevos productos ha empezado a aplicarlas. Muchos expertos sostienen que las tasas por resultados son inviables en fondos conservadores, que, por cierto, suponen el 80% de la industria. En esta línea de desconfianza, David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), advierte: “Las comisiones de éxito pueden generar iniciativas perversas. Persiguiendo esa ganancia, un gestor podría decidir jugársela subiendo el valor liquidativo de los fondos”, aunque ponga en peligro toda la inversión.

En ese catenaccio de la industria a sus comisiones se filtran argumentos que nos devuelven al comienzo del texto. Suenan así. “Hay muchos gestores buenos y es lógico pagar para que manejen tu dinero”. O bien. “Si un gestor es malo durante un par de años las comisiones no son un problema porque al final los inversores terminan sacando su capital de esos fondos”. Estas frases provienen de profesionales de la industria. ¿Pero quién devuelve al ahorrador la cantidad perdida durante esos dos años? ¿Qué significa ser un buen gestor? “El verdadero valor de un profesional está en el asset allocation”, afirma Cano. La composición estratégica de los activos. Colocarlos con precisión en función del perfil de riesgo. ¿Y esto vale un porcentaje de nuestros ahorros? ¿Cuánto es el correcto? Las respuestas se pierden entre los despachos de las gestoras y las pantallas de los operadores.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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