‘Abeconomía’: lo difícil está por venir
Un mayor avance en las reformas estructurales podría sostener un crecimiento del 2%
En poco más de un año, la abeconomía, la estrategia del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, para terminar con la deflación y reavivar la economía de su país, ha ido ganándose la aceptación de muchos críticos, que la ven ahora como una estrategia viable, aunque con riesgos. Japón es la tercera mayor economía del mundo y, a medida que el crecimiento de China se ralentice y la Reserva Federal de Estados Unidos retire sus estímulos, la demanda japonesa y su capacidad inversora en el exterior son factores de apoyo al crecimiento mundial.
Los resultados de la política emprendida son hasta ahora esperanzadores. El crecimiento repuntó hasta cerca del 2% en 2013, sube la confianza de empresas y consumidores y los precios crecen.
La abeconomía se basa en “tres flechas”: expansión monetaria, política fiscal flexible y reformas estructurales. Después de años de falta de ambición en la implementación de las políticas, que explican en parte las dos décadas de estancamiento, el Banco de Japón lanzó en abril de 2013 una agresiva expansión cuantitativa, con la meta de doblar la base monetaria (un objetivo más ambicioso que el de la Reserva Federal en términos relativos) y conseguir una inflación del 2% en dos años.
En política fiscal, aunque con estímulos de corto plazo, el Gobierno ha destacado a la vez su compromiso con la sostenibilidad a medio plazo, algo crucial dado el nivel de la deuda pública, cercano al 250% del PIB. Ello justifica la subida prevista de tres puntos porcentuales en el impuesto al consumo, a pesar de que podría lastrar el crecimiento.
Pero ¿qué hay de la tercera “flecha”? Aquí el progreso ha sido menor. Entre los logros cabe citar la incorporación a tratados de libre comercio (como la Asociación Transpacífico) y el establecimiento de zonas empresariales especiales con menores regulaciones. Pero se necesitan más esfuerzos para incrementar la tasa de participación laboral de las mujeres y promover la desregulación, mediante la apertura del sector agrícola y el aumento de la flexibilidad del mercado de trabajo y en el sector servicios.
Un mayor avance en las reformas estructurales y el progreso en la consolidación fiscal a medio plazo podrían sostener un crecimiento de hasta un 2% en los próximos años. En cambio, si la implementación se retrasa y el crecimiento no se materializa, los inversores podrían perder la confianza en la capacidad del Gobierno. Si ese fuera el caso, las condiciones financieras de Japón se tensionarían frenando adicionalmente el crecimiento. Por nuestro propio bien, deseémosle éxito a Japón.
Stephen Schwartz es economista jefe para Asia de BBVA Research.
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