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Economía
Columna
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¿Se podrá evitar una recesión en México en 2025?

El crecimiento en este año podría ser cercano a cero o incluso ligeramente negativo

Una artesana en su taller, en Tláhuac, Ciudad de México, el 27 de noviembre de 2024.
Una artesana en su taller, en Tláhuac, Ciudad de México, el 27 de noviembre de 2024.Gerardo Vieyra (Getty Images)

¿Caerá México en recesión en 2025? Esa es una de las preguntas que se plantean cada vez con mayor frecuencia los analistas y observadores de la economía mexicana. El principal factor detrás de estas preocupaciones es el bajo dinamismo que ya se comienza a observar en diversos indicadores económicos nacionales. El Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) de octubre, por ejemplo, ya mostró un crecimiento negativo en su comparación anual por primera vez desde que terminó la pandemia (-0-3%). Por su parte, el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) también permite anticipar un estancamiento de la economía en su comparación anual durante los últimos meses de 2024. En forma análoga, el Banco de México ya reportó caídas en las cifras de empleo formal en todas las regiones del país durante el último trimestre de 2024, una vez que se corrigen las cifras por factores estacionales.

Otro factor que contribuye a la preocupación sobre el desempeño de la economía mexicana en 2025 es una regularidad empírica que se ha observado al inicio de cada una de las últimas cuatro administraciones en México. Esto se refiere a que durante el primer año de una nueva gestión normalmente se crece menos (aproximadamente entre 1.5 y 2 puntos porcentuales) que durante el último año de la administración anterior. La explicación de esta regularidad se atribuye a la desaceleración en el ejercicio del gasto público por el cambio de Gobierno y a la cautela de los inversionistas privados ante un potencial cambio de políticas públicas. Dado que en 2024 se anticipa que creceremos en alrededor de 1.5%, si se llegara a cumplir dicha regularidad empírica, el crecimiento de 2025 podría ser cercano a cero o incluso ligeramente negativo.

Además de lo anterior, hay otros dos elementos que contribuyen a alimentar las preocupaciones sobre el desempeño futuro de la economía mexicana: uno tiene que ver con la política económica que se está implementando y otro se asocia con la creciente incertidumbre que afecta al entorno de negocios. Con respecto a lo primero, es evidente que tanto la política fiscal como la monetaria están alineadas en una dimensión restrictiva.

Por un lado, la política fiscal prevista para 2025 requiere de un ajuste importante en el gasto público con el objetivo de reducir el tamaño del déficit presupuestario de 5% del PIB en 2024 a sólo 3.2% en 2025. Esta política de austeridad implica un recorte en el gasto de aproximadamente 1.5 puntos porcentuales del PIB. El impacto que tendrá este ajuste del gasto público sobre la demanda agregada aún está por verse, pero es evidente que el impulso fiscal derivado de esta política es claramente contraccionista. Por otro lado, la política monetaria también se ubica en una postura claramente restrictiva. Incluso después de las reducciones en la tasa de interés que han ocurrido en las últimas decisiones de política, una tasa de interés nominal de 10% implica una tasa real superior a 6%, lo que está muy por encima de la zona considerada como neutral y, por lo tanto, se ubica en una zona claramente restrictiva. En este sentido, tanto la política fiscal como la monetaria podrían contribuir a una desaceleración aun mayor de la economía mexicana en 2025.

Con respecto al tema de la incertidumbre, esta se alimenta por dos vías: una doméstica y una foránea. La parte doméstica se explica por las reformas constitucionales que se han aprobado recientemente y que han sido percibidas por el sector privado como signo de un deterioro en el entorno institucional del país. La reforma judicial, la desaparición de los órganos autónomos y, más recientemente, la posible reforma del Infonavit, todas ellas han contribuido a generar una percepción de reducción en los contrapesos a las decisiones del Gobierno y, en esa medida, han contribuido a alimentar la incertidumbre económica en México.

La parte foránea del aumento en la incertidumbre económica en el país proviene directamente de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y de su retórica amenazante en contra de México. La amenaza constante de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, la posibilidad de que ocurran deportaciones masivas y un potencial deterioro en las relaciones bilaterales que pudiera conducir a una revisión profunda del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, son todos ellos elementos que no abonan a un ambiente propicio para la inversión y la estabilidad en el país.

En síntesis, el país enfrentará un 2025 en un entorno económico sumamente complicado. La falta de dinamismo económico que ya se observa, los antecedentes históricos de los primeros años de un nuevo Gobierno, la austeridad fiscal, la política monetaria restrictiva y el aumento en la incertidumbre por factores internos y externos, todo ello podría contribuir a que la economía mexicana cayera de manera inexorable en un episodio de recesión económica, con uno o dos trimestres de crecimiento económico negativo y con un crecimiento anual relativamente bajo (aunque pudiera ser positivo). El gran reto de la conducción de la política económica en 2025 será tratar de evitar algo que por ahora parece inminente.


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