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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Equilibrio eficiente

El comité sueco ha hecho una elección eficiente y equilibrada en la concesión del Nobel de Economía. Se trata en esta ocasión de tres economistas que representan enfoques diferentes, y a veces antagónicos, sobre la formación de los precios de los activos financieros, y la eficiencia de los mercados en que dichos precios se determinan. Con el galardón concedido a los profesores Fama, Shiller y Hansen, el comité ha sabido mantener un equilibrio entre teoría (Fama), acercamiento a la realidad (Shiller), y herramientas metodológicas para el nexo de unión entre una y otra.

A Eugene Fama, profesor de Chicago, nadie puede negarle la paternidad de todo el aparataje teórico en torno a la eficiencia de los mercados financieros: la capacidad de estos para reflejar en los precios de sus activos toda la información considerada relevante. Así como una buena dosis de soporte empírico para esas teorías, al menos hasta antes de la crisis. De hecho, el profesor Fama ha estado durante muchos años en las quinielas de los Nobel por dichas contribuciones. Por eso, no deja de ser paradójico que el premio le llegue cuando el concepto de eficiencia ha recibido un mayor cuestionamiento desde el inicio de la crisis. Se ha reconocido, en definitiva, al “padre espiritual” de muchos de los avances en la teoría financiera durante el último medio siglo, comparable a los anteriormente galardonados Miller, Markowitz o Sharpe.

Robert Shiller, por su parte, ha pretendido acercar ese concepto de eficiencia de los mercados a la realidad de los mismos, sin renunciar al rigor metodológico en sus investigaciones. Pionero, en este sentido, fue su análisis sobre cómo la volatilidad de los precios de las acciones es mucho mayor que la de los flujos posteriores a que las mismas dan derecho (dividendos). Ese exceso de volatilidad, es poco compatible con las hipótesis de eficiencia de los mercados. En íntima relación con esos resultados, son las advertencias sobre el exceso de fe en los mercados: con la “exuberancia irracional” de los mismos. La difusión de esa afirmación por Alan Greenspan, poco después de un encuentro con Shiller, constituyó uno de los detonantes de la gran caída bursátil a finales de los 90.

Se trata de tres economistas que tienen enfoques diferentes y a veces antagónicos

Pero no sólo en los mercados de acciones detectó el profesor de Yale desviaciones respecto de la hipótesis de eficiencia. También en el mercado inmobiliario, para el que desarrolló el índice más representativo —el conocido como Case-Shiller— y desde el que ya a mediados de la década anterior anticipaba una clara sobrevaloración de los activos de esa naturaleza en EE UU. En todo caso, y más allá de su capacidad predictiva, esa asociación con Case para crear, y comercializar, el más reputado índice de precios inmobiliarios, incide en la otra faceta de Shiller, como es la del acercamiento a la realidad empresarial, a la directa observación de los operadores.

En el distanciamiento de las proposiciones más duras de la economía financiera teórica, Shiller se fue aproximando a un enfoque más interdisciplinar y basado en la observación del comportamiento real de los propios agentes, reforzando esa corriente constituida por las finanzas del comportamiento (Behavioral finance), en la que como el propio Shiller ha reconocido, el influjo de su mujer, una reconocida investigadora en psicología, algo ha tenido que ver. Un exponente de esta aproximación es la reivindicación de los “animal spirits” keynesianos, en el libro, Animal Spirits, How Human Psychology Drives the Economy, and Why It Matters for Global Capitalism, publicado junto al otro nobel George Arkelof, esposo de la futura presidenta de la Reserva Federal.

A Shiller también hay que reconocerle el extraordinario mérito de acercar al gran público unos conceptos —eficiencia de mercados, volatilidad excesiva, sobrerreacción,...— que anteriormente parecían reservados a una élite. Sin menoscabar sus otros dos libros anteriores, cabe destacar su último Finance and the good society (ver este enlace al blog Finanzas a las 9) en el que aboga por una mayor democratización de las finanzas, en el sentido de que el acceso a la información, y a los recursos para interpretarla, esté disponible para todos los usuarios de los mercados financieros. En suma, llevar las posibilidades de innovación financiera a todos los usuarios, incluidos los prestatarios hipotecarios. Para ello, claro está, la extensión de la alfabetización financiera es una exigencia básica.

El tercer galardonado es Lars Hansen, artífice de importantes avances estadísticos y econométricos para la modelización de activos financieros y la medición de riesgos latentes en los mismos. Especialmente relevantes son sus aproximaciones al riesgo sistémico desde una interacción entre los modelos económicos y unos mercados financieros que, a menudo, sobrerreaccionan.

Angel Berges y Emilio Ontiveros ocios de AFI-Escuela de Finanzas, y Catedráticos de la UAM

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