Días de tormenta en JP Morgan
Multas millonarias e investigaciones internas por sobornos en la semana en que detienen al ejecutivo español acusado de ocultar pérdidas enormes
Nadie discute que Jamie Dimon fue uno de los salvadores del sistema financiero. En plena crisis del sector, el presidente ejecutivo de JP Morgan Chase explotó como nadie los medios de comunicación para criticar los excesos de Wall Street y defender el modelo de negocio de su banco. Una arrogancia que no gustó a sus pares, mientras los políticos en Washington resaltaban su figura, incluido el propio presidente Barack Obama.
Pero esos días en que le jaleaban han pasado. El banco que preside vive días de aguas turbias. Está siendo investigado por manipular precios en el mercado de la energía. El Gobierno de Estados Unidos pretende que pague una multa de 4.500 millones de euros por operaciones realizadas durante la crisis de las hipotecas subprime. Y en Madrid, esta semana, era por fin detenido Javier Martín-Artajo, el ejecutivo que se hallaba en busca y captura acusado de conspirar para ocultar pérdidas millonarias. La imagen de la entidad, otrora salvadora del sistema financiero, atraviesa días de zozobra.
Dimon se muerde en estos días la lengua para evitar que vaya más rápido que su cabeza. El llamado caso de la ballena de Londres, en el que está presuntamente implicado el directivo español Javier Martín-Artajo, ha dejado al banquero menos odiado de EE UU al desnudo. Y ni la maquinaría de lobby de Wall Street ni la influencia del banquero en la Casa Blanca impiden que la entidad esté bajo el foco por esos excesos del sector financiero que condujeron a la crisis.
JP Morgan, el mayor banco por activos de EE UU, y toda una fortaleza financiera —con un beneficio que ascendió en el primer semestre de este año a cerca de 10.000 millones de euros (13.025 millones de dólares), un 30% más que en 2012—, está siendo investigado por manipular los índices de los precios de la electricidad en California y en varios Estados del Medio Oeste estadounidense —a finales de julio pactó con el regulador norteamericano el desembolso de 305 millones de euros (410 millones de dólares)— . Además, se ha abierto una investigación para determinar si sus prácticas de contratación en China han violado la legislación que castiga los sobornos. Todo ello en una semana en que las autoridades norteamericanas le reclaman unos 4.507 millones de euros por los activos que vendió a las hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac.
“Es difícil que lo extraditen”, declara un abogado sobre Martín-Artajo
La tormenta de JP Morgan vivió además esta semana un episodio crucial en suelo español. El martes pasado era detenido en Madrid Javier Martín-Artajo, el español al que las autoridades norteamericanas acusan de haber conspirado y de haber falsificado datos para ocultar pérdidas millonarias desde su puesto de supervisor de la estrategia de inversiones de la oficina de JP Morgan en Londres.
El 14 de agosto la fiscalía estadounidense ponía al ejecutivo español en su punto de mira. Le señalaba como responsable de conspirar para maquillar pérdidas millonarias. Una operación que, como una bola de nieve, terminó convirtiéndose en un agujero de 4.500 millones de euros.
El fiscal del distrito sur de Nueva York, Preet Bharara, no pudo ser más claro al presentar los cargos. “Tal y como se alega, los acusados, Javier-Martín Artajo y Julien Grout [operador francés que trabajaba a las órdenes del ejecutivo español] mintieron deliberadamente y repetidamente acerca del valor real de miles de millones de dólares de activos para ocultar pérdidas masivas que crecieron mes a mes a principios de 2012”. Al ejecutivo español, el anuncio de la fiscalía estadounidense le pilló en España, de vacaciones, según señalan fuentes de su entorno.
Fue el martes pasado, a las 10.30 de la mañana, cuando Javier Martín-Artajo, de 49 años, decidía entregarse a la policía en una comisaría madrileña del barrio de Canillas. Daba este paso después de que el Grupo de Localización de Fugitivos Internacionales le convenciera de que era lo mejor que podía hacer. Ponía así fin a las dos semanas en las que estuvo en busca y captura, con una nota roja de la Interpol en el cogote, es decir, con las policías de medio mundo alertadas para atraparle. Su equipo jurídico se encuentra a la espera de que llegue la documentación en la que Estados Unidos pida formalmente su extradición, que debería llegar en el plazo de 40 días.
“Es bastante difícil que lo extraditen”, declara el abogado Marcelo Belgrano, especialista en Derecho Internacional. “La propia ley no permite la extradición de ciudadanos españoles”. El abogado matiza que si las autoridades españolas quisieran, lo podrían hacer, pero no es lo habitual. Se le debería juzgar, por tanto, en territorio español. Pero al estar todas las pruebas en territorio norteamericano, resultaría un proceso jurídico complejo.
El banco está siendo investigado por manipular precios del sector energético
Son días duros para Martín-Artajo. El ejecutivo está muy afectado, señalan fuentes de su entorno. Tras años de vivir como un rey, de estar en la cúspide de la City londinense, de ser uno de los traders mejor valorados en el banco de inversión JP Morgan, se encuentra de nuevo en su país, con el pasaporte retenido y una orden de extradición pendiente de llegar.
Javier Martín-Artajo tuvo una trayectoria brillante hasta que se destapó el escándalo de la ballena de Londres. Creció en una familia acomodada. Su tío abuelo fue Ministro de Relaciones Exteriores de Franco entre 1945 y 1957. Graduado por la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI), cursó dos másteres MBA en la Universidad norteamericana de Columbia, trabajó como trader en Lehman Brothers y de allí saltó al Dresdner Bank. En mayo de 2007 aterrizó en JP Morgan, donde comandó el departamento de gestión de riesgos y consiguió notables resultados para la compañía. Hasta el año pasado. En julio de 2012, su brillante carrera se veía abruptamente interrumpida. Estallaba el escándalo. Despedido. Un año más tarde, el asunto se encuentra en fase penal.
El delito presuntamente cometido por el español consiste en haber ocultado pérdidas. En haber reflejado valoraciones infladas entre marzo y mayo de 2012. Los brokers más considerados en el mercado, explica un extrader que ha trabajado durante 16 años en la City londinense y en Madrid para un gran banco de inversión, son los que más se la juegan, los que más arriesgan. En ocasiones, hacen apuestas al límite y, si no aciertan, en vez de dar marcha atrás y asumirlas, redoblan su apuesta.
“Es muy fácil esconder pérdidas”, declara este extrader que prefiere no identificarse. “Pero solo te piden explicaciones cuando pierdes; cuando ganas, tus jefes de te dan palmaditas en la espalda”. Al extrader le cuesta creer que los superiores de Martín-Artajo no estuvieran al tanto de pérdidas tan abultadas como las que se empezaron a producir en la división manejada por el ejecutivo español.
El presidente de la compañía, Jamie Dimon, minimizó el problema cuando se encendieron las primeras alarmas, en mayo de 2012. Dijo que se trataba de una tormenta en una tetera. Pero las dimensiones del fiasco fueron creciendo. El agujero que al principio se cifró en 1.500 millones de euros escaló a 4.500 millones conforme se agudizó la crisis de la deuda soberana, el pasado verano.
Dimon quiere ahora quitarse el problema de encima cuanto antes. Ya se habla de que podría llegar a pagar a los reguladores hasta 600 millones para zanjar la investigación, extremo sobre el que JP Morgan no quiere hacer comentarios, según señala un portavoz de la compañía.
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