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El repunte de la zona euro da otro empujón a las exportaciones españolas

El aumento del gasto en Alemania y Francia anticipa más ventas

Alejandro Bolaños
Contenedores en el puerto de Bilbao.
Contenedores en el puerto de Bilbao.EFE

La economía española sigue siendo una de las principales incógnitas cuando lo que se pregunta es si, esta vez sí, Europa será capaz de volver a crecer tras un lustro atascada por las consecuencias del descalabro financiero de 2008. Que España, una de las cuatro grandes de la zona euro, mantenga una tasa de paro por encima del 26%, aún siga en recesión, logre cada vez menos crédito para familias y empresas o enlace subidas de impuestos y recortes para embridar sus cuentas públicas no ayuda a solventar la cuestión. Pero, al menos, este verano, una sucesión de indicios esperanzadores la ha alejado del foco de los inversores financieros.

Nada que ver con lo ocurrido en los últimos tres años. El verano de 2010 comenzó bajo el impacto del primer gran ajuste presupuestario, que llevó al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a subir el IVA y rebajar el sueldo de los funcionarios. En agosto de 2011, el Banco Central Europeo (BCE) salió en auxilio de España e Italia con la compra de bonos en los mercados secundarios, para frenar la onda expansiva del segundo rescate a Grecia, entonces en negociación. Y el año pasado, el supervisor tuvo que ampliar su compromiso a una compra “ilimitada” de títulos de deuda para respaldar nuevas peticiones de rescate a la UE.

El examen de otoño

El Gobierno ha aireado cada mínimo indicio de mejora para trasladar la idea de que lo peor ha pasado. Y los datos de crecimiento europeo avalan la apuesta. Pero aún debe pasar varios exámenes antes de consolidarse.

La primera prueba se dirime en el mercado laboral, ya que la reducción del paro en los últimos meses tienen mucho que ver con la temporada turística. Y no faltan expertos que anticipan un aumento del desempleo, para situarse por encima del 26% de la población activa, en el último tercio del año.

Además, habrá que comprobar si el Gobierno, en su revisión de septiembre, decide hacer algún ajuste presupuestario más para cumplir con los objetivos de déficit establecidos por Bruselas, sobre todo cuando en mayo se arrancó un calendario menos exigente. También será clave en que situación llega la banca española a las nuevas pruebas de solvencia que quiere hacer el Banco Central Europeo.

Hace apenas un año, España estaba contra las cuerdas, con la prima de riesgo en niveles (636 puntos básicos) muy similares a los que desencadenaron la intervención europea en Grecia, Portugal o Irlanda. Acababa de pedir el rescate para la banca, la combinación de los excesos de la política de austeridad con la reforma laboral se traducía en más desempleo, y concentraba las dudas de los inversores sobre la continuidad de la zona euro. Solo cuando el BCE redobló su compromiso, en septiembre pasado, aflojó la presión. Y hubo que esperar a esta primavera, cuando los indicadores adelantados que usan los economistas comenzaron a anticipar una mejora generalizada en Europa, para que la economía española comenzara a coger aire.

Los datos de crecimiento de la zona euro, conocidos esta semana, han ido incluso más allá de lo esperado. Y que se apoyen en el aumento de la demanda de Alemania y Francia ha abierto una nueva perspectiva al sector exterior español, el único motor de crecimiento que no se ha gripado en los últimos años.

En los primeros meses de este año, las exportaciones españolas de mercancías ya avanzaban a un ritmo (7% anual en mayo) muy superior al del resto de países europeos, gracias a la progresiva entrada en otros destinos (EE UU, Japón y, sobre todo, emergentes). Pero Francia y Alemania, que concentran el 35% de las ventas de mercancías españolas, siguen siendo los principales clientes. Y el repunte de su demanda, otra tabla a la que agarrarse.

La flor de invernadero, como bautizó el ministro de Economía, Luis de Guindos, a la recuperación por venir, se nutre en los últimos días con otros aportes del exterior. La notable afluencia de visitantes foráneos en julio, corroborada esta semana por el primer avance estadístico, acerca un año turístico récord, aunque su impacto en el empleo es muy limitado. Y los inversores extranjeros sostienen la mejora de la Bolsa (el viernes cerró en el nivel más alto en año y medio) y de la prima de riesgo, ya por debajo de los 250 puntos básicos.

Pero las ganancias en la relación con el resto del mundo palidecen cuando se contrastan con la dimensión de los retos pendientes. Porque el alto nivel de endeudamiento, público y privado, de la economía española apenas mengua, un riesgo latente ante cualquier nuevo episodio de incertidumbre en los mercados financieros. Los ajustes presupuestarios, aunque menos intensos, seguirán deprimiendo la actividad económica. Y el paro y la merma de las rentas salariales traban la demanda interna.

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