Marruecos teme una fuga de capitales para comprar en España
La administración advierte de que la compra de viviendas en el extranjero sin autorización está penada
“Claro que me interesa si me dan la residencia a mi, a mi mujer y a mis hijos”, asegura al teléfono Ahmed, un pequeño empresario del noroeste de Marruecos que suele pasar sus vacaciones veraniegas en Fuengirola (Costa del Sol). “En vez de alquilar haríamos el esfuerzo de comprar un piso y así se acabarán los visados”, prosigue. “Circularemos libremente por Europa”, añade riéndose.
Cuando el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, anunció la semana pasada que el Gobierno contemplaba la posibilidad de otorgar permisos de residencia a los extranjeros no comunitarios que adquieran viviendas de al menos 160.000 euros tenía, probablemente, in mente que ciudadanos de China o Rusia contribuirían a reactivar el mercado inmobiliario. Rusia es el país al que España ha concedido más visados turísticos y es en Moscú donde está el mayor consulado de España.
Pero ha sido, por ahora, en Marruecos donde el anuncio ha suscitado más interés. Hasta el punto de que la Oficina de Cambios, entre cuyas tareas figura impedir la fuga de capitales, emitió un comunicado advirtiendo de que sacar dinero del país para comprar un bien inmueble requiere su “autorización previa”. Sol, recalca, la concede en caso “excepcionales”.
Como todos los norteafricanos los marroquíes viven obsesionados por las trabas que les impiden viajar a Europa. Muchos consideran que la latosa tramitación de un visado Schengen para turismo, negocios o estudios es un auténtico viacrucis. Aun así 145.800 lo obtuvieron el año pasado en los siete consulados españoles.
España se ha convertido en lo que va de año en el primer socio comercial de Marruecos por delante de Francia. Paralelamente, la compenetración entre ambas sociedades está también en auge. Cerca de 300.000 marroquíes hacen cada año turismo en España, sobre todo en la Costa del Sol, según Rabat, menos de la mitad de los españoles (700.000) que viajan a Marruecos.
Para poder hacer además compras por Internet con tarjetas de crédito o domiciliar el pago de las sociedades médicas españolas a las que recurre, parte de la clase media marroquí que ha emergido estos últimos años, al calor del crecimiento económico de la pasada década, ha abierto cuentas corrientes en Ceuta y en la Costa del Sol. Las tarjetas expedidas por los bancos marroquíes no pueden ser utilizadas fuera del país. A ojos de la administración marroquí esas cuentas corrientes son ilegales.
Los marroquíes suelen sacar el dinero a través de cauces no legales
Para convertir sus dírhams en euros y colocarlos en Europa, los marroquíes utilizan circuitos paralelos –que cobran una comisión del 4% o del 5% del importe transferido-, viajan a Málaga en barco o entran en Ceuta con miles de billetes de 200 dírhams (18,5 euros), el más grande de los que circulan en el país. Ceuta es junto con Melilla el único lugar, fuera de Marruecos, donde los dírhams se cambian con facilidad en euros. Los pudientes marroquíes poseen unos 30.800 millones de euros en cuentas en Europa, sobre todo en Suiza y en el Reino Unido, según reveló el jueves el diario Akhbar al Youm de Casablanca.
La Oficina de Cambios no quiere que estas prácticas ilegales se incrementen ahora con el propósito de adquirir una vivienda en España y conseguir así la residencia. Financiar esa compra “con instrumentos ilegales constituye una infracción al reglamento sobre el control de cambio” que está penada, advierte en su comunicado.
Al publicar este comunicado la Oficina de Cambios expresa su temor “de que los marroquíes se apuntarán en gran número a esta oferta española”, señala el diario Al Massae de Casablanca. Busca evitar “una fuga de capitales” justo cuando se produce “una erosión de las reservas de cambio”, subraya el economista Najib Akesbi. Estas han caído, en los últimos doce meses, de 21.500 millones de dírhams (1.932 millones de euros) a 17.000 millones (1.527 millones de euros) a causa, en buena medida, del creciente déficit comercial.
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