Dos candidatos, una misión
EE UU celebra elecciones con una economía que emite señales de mejora economía Detrás de las buenas cifras se esconden problemas de fondo que pueden provocar una recaída
La campaña está muy reñida en la recta final de las elecciones que se disputan Barack Obama y Mitt Romney. Pero gane el demócrata la reválida del martes o se imponga el aspirante republicano, la misión del presidente será clara: que la economía de EE UU siga creciendo y que lo haga con la fuerza suficiente para que el mercado laboral vuelva a la normalidad y para reequilibrar las cuentas públicas de una manera convincente y sin sobresaltos.
Los comicios presidenciales tienen lugar cuando EE UU trata aún de superar la crisis más profunda en 80 años, mientras se vive una verdadera lucha de clases económicas y se debate sobre el modelo de Estado creado por Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión y la II Guerra Mundial. La Administración de Obama afrontó la crisis estimulando el consumo mediante un incremento del gasto público y recortes de impuestos a los asalariados, con la Reserva Federal movilizando todo su arsenal y dejando los tipos de interés prácticamente a cero.
Tanto Obama como Romney mantuvieron durante la campaña las cartas tapadas, evitando fijar objetivos concretos en sus planes económicos para no faltar a sus promesas. Eso, en el caso del presidente, alimenta la impresión de que no puede ofrecer resultados muy positivos de su primer mandato. El aspirante, por su parte, abandera la lucha antidéficit sin especificar dónde meterá la tijera. Solo dice, mirando a Europa, que los recortes los hará con sumo cuidado.
La estrategia del republicano es simple: irse a los datos para poner en evidencia la política “fallida” del presidente. El demócrata reconoce que la recuperación económica es demasiado lenta, pero culpa a factores que se escapan de su control. Ahí habla de las turbulencias globales por la crisis de la deuda soberana en Europa, citando expresamente a España. También culpa a los conservadores por bloquear sus propuestas para crear empleo.
El país debate sobre el modelo de Estado creado por Franklin D. Roosevelt
La historia dice que para que un aspirante a la reelección tenga opciones para la victoria debería llegar al otoño con la economía creciendo a un ritmo de, al menos, un 3%. De momento, la buena noticia para Obama es que lleva ventaja sobre Romney en Estados decisivos como Ohio y Virginia, donde la tasa de paro desciende más rápido que la media del país. La clave estará, en todo caso, en cómo percibe cada votante la situación económica.
Al cumplirse cinco años del estallido de la Gran Recesión, la perspectiva para EE UU es compleja. El Fondo Monetario Internacional lo resume así: “La recuperación continúa templada, con el empleo muy por debajo de los niveles previos a la crisis. El mercado inmobiliario se estabiliza, pero sigue deprimido”. Y añade que los riesgos se intensifican por las tensiones de la deuda soberana europea y la incertidumbre fiscal en casa.
Cuando el demócrata aspiraba hace cuatro años a la Casa Blanca prometió que el paro no rebasaría el 8% y que al final de su mandato se crearían 12 millones de empleos. Obama llega a las urnas recuperando justo los 4,3 millones de puestos de trabajo perdidos al inicio de su mandato, la mitad de los 8,7 millones que se llevó por delante la recesión. El desempleo estuvo 43 meses seguidos por encima del 8%.
De los 12,3 millones de personas que están sin empleo en EE UU, el 40,6% lleva más de seis meses sin trabajo. El paro afecta al 23,7% de los jóvenes. En paralelo, ha subido el empleo a tiempo parcial y la tasa de participación laboral bajó al 63%, como hace tres décadas, lo que explica el descenso del paro. Si la tasa de participación estuviera en el nivel de 2009, el desempleo superaría el 11%.
Ahora es Romney el que coloca esos 12 millones de puestos de trabajo en su agenda y la vuelta al pleno empleo. Pero para que el paro baje de forma sostenida en EE UU deben crearse cerca de 250.000 puestos de trabajo al mes durante varios años, el doble de lo visto en los últimos meses. Además de la gente que está fuera del mercado laboral, el otro gran problema es que la contratación es muy baja porque, en el ambiente de incertidumbre actual, las empresas no invierten en mano de obra.
El republicano dice que lo conseguirá elevando la producción de petróleo y carbón, reduciendo el déficit, bajando impuestos a las empresas, atacando prácticas comerciales desleales como la china y con programas de formación. El demócrata califica el plan de irreal, pero él también habla de invertir en formación, de desarrollar alternativas energéticas, de cambiar el marco fiscal para las pymes, además de hacer permanentes las rebajas de impuestos a asalariados y tapar los agujeros fiscales que facilitan la exportación de puestos de trabajo.
Los economistas coinciden en que la situación sigue siendo complicada, y eso provoca que ni si quiera Obama sea capaz de proponer acciones a corto plazo. Los datos están ahí. EE UU creció en el tercer trimestre a una tasa anualizada del 2%. Esta primera lectura —sujeta aún a dos revisiones— es siete décimas más alta que la del segundo trimestre e iguala la de los primeros tres meses del año. Pero está un punto porcentual por debajo del crecimiento potencial, lo que anticipa que la expansión seguirá siendo modesta.
De momento, lo que dicen las estadísticas es que el producto interior bruto lleva 13 trimestres seguidos expandiéndose en EE UU. Es decir, prácticamente toda la Administración de Obama, salvo los primeros meses de mandato.
Hay dos aspectos positivos en esta recta final.
En primer lugar, se observa un mejor comportamiento del lado del consumo (el crecimiento en EE UU depende en dos terceras partes del gasto que realizan los hogares). Y el dato de confianza de Thomson Reuters y la Universidad de Michigan se eleva a los 82,6 puntos, el más alto desde septiembre de 2007. Buena parte de este optimismo se atribuye a la caída en el precio de la gasolina, pero también al incremento del valor de la vivienda y a la mejora gradual del empleo. Esto, señalan desde JP Morgan Chase, “es bueno para el consumo”.
Segundo, el sector de la vivienda empieza a pesar del lado positivo en la balanza del crecimiento tras seis años de corrección. La actividad en el sector inmobiliario subió un 14,4% en el trimestre pasado, algo que venían anticipando los precios de venta y las nuevas construcciones. También contribuyen a la recuperación los trabajos de remodelación de viviendas existentes. Son signos de que hay más confianza para gastar. En lo que va de año, los precios de la vivienda subieron un 4,6%, según datos correspondientes al mes de agosto del Lender Processing Services. Pero, como señalan los analistas de Moody's, el mercado sigue siendo muy débil. Y la fuerza de este repunte se explica en gran parte porque el punto de partida es muy bajo. De hecho, los precios son un 23% inferiores a los de junio de 2006, cuando se tocó techo antes de iniciarse el desplome.
Obama y Romney evitan concretar sus planes para no faltar a sus promesas
Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan Chase, dijo en la presentación de los resultados trimestrales de la entidad que el sector inmobiliario ha experimentado un punto de inflexión. Su homólogo en Bank of America, Brian Moynihan, considera que el mercado está estabilizado, pero el equipo del mayor acreedor de EE UU no descarta que durante el otoño se moderen estos fuertes incrementos del lado de las ventas y los precios.
El estado del mercado inmobiliario es algo de lo que, sin embargo, no hablan los candidatos, y eso que se trata de un elemento clave para la fuerza de la recuperación, por su vinculación tan estrecha con el empleo y la renta disponible de los ciudadanos. Y ninguno ofrece una solución para los 10,8 millones de propiedades con una deuda superior al valor de la vivienda, según datos de la firma de analistas CoreLogic.
En el caso de Obama, los planes que puso en marcha hace tres años para ayudar a los propietarios honrados con dificultades para pagar sus hipotecas no funcionaron del todo, y la participación es muy baja. Romney, por su parte, creó un gran revuelo cuando buscaba la nominación de su partido, al decir que estaba a favor de los embargos porque ese proceso permitiría limpiar el mercado y empezar de nuevo.
La clase media es el núcleo duro de la sociedad estadounidense, y por eso es tan importante ganarse su voto. Es también la que sufre más dificultades, mientras crece la desigualdad. Al problema del paro se suma el estancamiento de los salarios. El ingreso medio de los hogares cayó en la última década de 53.160 a 49.445 dólares, según datos del Center for American Progress. Eso es un problema a la hora de pagar la hipoteca. La deuda media creció en el mismo periodo de 47.500 a 70.700 dólares.
Son precisamente el último dato de PIB y otros indicadores recientes los que sugieren que hay más posibilidades de que la economía se frene en lugar de acelerar su crecimiento en los próximos meses. El problema, como indican los analistas de Barclays, es que los datos, aunque mejoran, siguen sin mostrar síntomas de que el crecimiento vaya a ir más allá de lo “modesto”. Es el término que usa la Reserva Federal al justificar la última ronda de compra de deuda, la tercera en este ciclo.
Esa debilidad es la que hace vulnerable a EE UU frente a choques imprevistos. Los economistas de la firma MFR ponen, además, de relieve el hecho de que el crecimiento actual en EE UU siga siendo tan débil tras el impulso monetario sin precedentes de la Reserva Federal y los estímulos fiscales movilizados por el Congreso, lo que muestra a su vez la dificultad del proceso de ajuste que vive la economía tras el estallido de la burbuja del crédito.
Hay otro detalle que no se puede pasar por alto en el último dato de crecimiento, y menos, días antes de las elecciones. La inversión pública creció un 9,6% en el trimestre, gracias al incremento de un 13% en el capítulo de gasto en defensa. Esa partida aportó casi siete décimas porcentuales al PIB final. Es decir, sin la compra de armas y el gasto en operaciones de entrenamiento y mantenimiento, la economía habría crecido un tímido 1,35%.
Un repunte, por tanto, algo inusual y que hizo que por primera vez en más de dos años el gasto gubernamental contribuyera de forma neta al crecimiento. Pero, como indican desde Capital Economics, más allá de las teorías conspirativas que puedan plantearse, lo que se espera precisamente es lo contrario: que el gasto público se reduzca a partir de ahora. Y podría caer mucho más si no se evita el bautizado como “precipicio fiscal”.
El Pentágono será precisamente el más afectado por los recortes automáticos, que entrarán en vigor el 1 de enero próximo si no se alcanza antes un acuerdo para elevar el techo de endeudamiento. Se trata de ahorrar 1,2 billones de dólares entre 2013 y 2021, de los que 109.000 millones corresponderán al ejercicio que acaba de comenzar. Para evitar que se ejecuten, el Congreso debe llegar a un pacto fiscal para reducir un déficit de 1,1 billones de dólares.
Además, con ese objetivo entrarán en vigor una serie de alzas de impuestos al caducar las exenciones fiscales a las rentas más altas y a los asalariados para elevar la recaudación. Ni demócratas ni republicanos ofrecen propuestas para evitar el “precipicio fiscal”. La Reserva Federal y el Fondo Monetario Internacional alertan de una recaída en la recesión si se recorta el gasto de golpe y se eleva la presión fiscal. Será el primer reto para el presidente. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, ya ha dicho que no dispone de las herramientas para compensar los efectos del shock fiscal.
“Es vital que los legisladores trabajen juntos e intenten dar con una solución”, remachó. Christine Lagarde, directora del FMI, quien lleva tiempo alertando de los riesgos asociados con el “precipicio fiscal”, que irá creciendo conforme se acerque el final del año. “Es una preocupación para inversores, familias y personas que quieran comprar una casa o hacer una inversión y contratar a gente. Quieren saber qué impuestos pagarán”, explica.
Una caída repentina del gasto público podría desencadenar un serio retroceso
El presidente Obama asegura que esto no sucederá, consciente de que Virginia y Florida son dos de los Estados más afectados por este ajuste fiscal extremo y donde se juega gran parte de las elecciones. Pero no dice mucho más. Tampoco Romney, que si gana las elecciones tendrá que ponerse manos a la hora para lograr que republicanos y demócratas se sienten a negociar una solución en un clima muy polarizado en el Capitolio.
Un espectáculo político en Washington que mina la confianza y que puso a EE UU en el verano de 2011 al borde del impago de sus deudas. Esto provocó que Standard & Poor’s retirara a la mayor potencia del mundo la máxima nota de solvencia. La agencia de calificación del riesgo advirtió de que, si se repite la situación tras las elecciones, procederá a otro recorte. Moody’s mantiene la triple A, pero amenaza con rebajarla sin continúa la cosa así.
Ante esta situación, los ejecutivos de casi un centenar de grandes empresas en EE UU enviaron una carta hace una semana a los legisladores para que encuentren una solución rápida al problema de déficit. Proponen, sin apoyar a ningún candidato, una vía mixta de recortes de gastos e incrementos de impuestos. Entre los firmantes están Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs; Steve Ballmer, de Microsoft, y Jeffrey Immelt, de General Electric.
La conclusión es clara. Un 2% de crecimiento puede parecer mejor de lo que en realidad es. Lo que les hace rascarse las cabezas a los economistas de BNP Paribas es que el ritmo de la expansión no será suficiente para reducir el paro ni para producir los ingresos fiscales necesarios para recortar el déficit. Lo más problemático es lo mal que está la inversión privada, con la adquisición de bienes de equipo completamente plana. La última vez que pasó algo así fue en la primavera de 2009, en el peor momento de la recesión.
El FMI señala que puede haber “sorpresas positivas” si se disipa la tensión que genera el impasse fiscal a ambas orillas del Atlántico, pero especialmente en EE UU. “Con un clima menos incierto, el mercado inmobiliario recuperará fuerza y las empresas acelerarán los planes de inversión y las contrataciones”, esperan los analistas del organismo. Pero el ajuste fiscal, aun pactado por el presidente que sea, hará de lastre en la economía en el futuro.
La realidad es que, gobierne quien gobierne, la aportación de EE UU a la economía global será menor que antes de la crisis. Eso significa, como señalan los expertos de los distintos organismos, que, mientras vaya curando sus heridas, serán otros países los que deberán saltar a escena y hacer una mayor contribución para atender la demanda global. Un reequilibrio que ayudará a reducir las vulnerabilidades vistas durante los últimos cinco años.
¿Cuánto durará Bernanke?
Históricamente, cuando Wall Street está al alza es señal de que la persona que ocupa la presidencia será reelegido. Cuando cae, es más fácil para el aspirante. En ninguno de los casos, el futuro de Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal está asegurado. Ya se cuestionó su continuidad antes de expirar su mandato al poco de llegar Barack Obama a la Casa Blanca. Pero entonces no era el momento de proceder a cambios en el banco central.
La situación ahora es diferente. Mitt Romney ya ha dicho que no lo quiere en el cargo. Eso significa que si gana el martes, los inversores empezarán a hacer apuestas sobre potenciales sustitutos.
Los tipos de interés en EE UU llevan cerca del 0% desde diciembre de 2008, tres meses después del derrumbe de Lehman Brothers. En paralelo fue comprando activos de deuda pública e hipotecaria, lo que disparó su balance hasta los 2,3 billones de dólares. El paro, entre tanto, se mantuvo cerca del 8%. El último dato del PIB refuerza la intención del banco central de mantener la estrategia hasta al menos mediados de 2015. Su intención es ir comprando activos hipotecarios y de deuda pública hasta que haya signos de una recuperación lo suficientemente robusta para recuperar el pleno empleo. Pero el mandato de Bernanke termina en enero de 2014, por lo que su estrategia seguirá en marcha solo durante un año y medio más si se va. Y ahí llega la dificultad para el que pudiera ser su sucesor.
El reto para el futuro presidente de la Fed, siga o no Bernanke, será dar con el momento exacto para empezar a desmontar la estructura de incentivos a la economía montada en los últimos cuatro años. Dicho en otras palabras, deberá encontrar el camino para salir del profundo agujero sin que eso suponga un freno adicional a la actividad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.