Todos pendientes de China y Japón
La disputa por unas islas fractura las relaciones económicas entre los dos países
Las recientes protestas antijaponesas en China han asestado un duro golpe a las relaciones económicas mutuas, y, aunque las manifestaciones han finalizado, el daño va en aumento. Toyota, Nissan y Suzuki han anunciado esta semana que van a recortar su producción en China, debido a la perspectiva de menores ventas en el primer mercado automovilístico del mundo. La aerolínea japonesa ANA ha asegurado que se han cancelado un total de 40.000 reservas hasta noviembre. Algunas compañías niponas han denunciado la imposición de controles más estrictos y tácticas dilatorias en las aduanas chinas, mientras que otras están reconsiderando sus inversiones a largo plazo y estudian la posibilidad de irse a otros países. En Pekín, las tiendas de electrónica y los restaurantes japoneses han sufrido un fuerte descenso del negocio. Los expertos, sin embargo, no creen que la crisis desemboque en una guerra comercial abierta, porque ambos países tienen mucho que perder.
Las manifestaciones estallaron después de que, el pasado 11 de septiembre, el Gobierno japonés nacionalizara tres de las islas Senkaku —un archipiélago deshabitado en el mar de China oriental conocido como Diaoyu por Pekín— al comprárselas a su dueño japonés. Con la operación desactivó el plan, más sensible, del gobernador de Tokio, el nacionalista Shintaro Ishihara, de adquirirlas y desarrollarlas para turismo. Pekín afirma que el archipiélago, que Japón controla desde 1895, le pertenece desde hace siglos. Las Senkaku-Diaoyu se encuentran junto a importantes rutas navieras, están rodeadas por zonas ricas en pesca y albergan yacimientos submarinos de gas sin explotar.
Las movilizaciones chinas fueron en algunos casos violentas. Los ataques a fábricas, negocios e, incluso, a ciudadanos japoneses fueron llevados a cabo por grupos de nacionalistas; pero cualquier protesta en China es vigilada de forma estrecha por la policía, lo que ha despertado sospechas sobre la connivencia de las autoridades.
El temor a esos incidentes llevó a cientos de empresas y negocios japoneses a paralizar la actividad durante varios días. Las manifestaciones cesaron la semana pasada, pero el impacto económico del enfrentamiento se ha agudizado. Las llamadas al boicot y la preocupación de algunos potenciales clientes a la hora de poseer automóviles de marca japonesa —algunos conductores chinos fueron atacados durante las protestas— han afectado a las ventas, lo que ha llevado a los fabricantes a recortar la producción y adelantar el inicio de la parada de las cadenas con motivo de la fiesta nacional china, el 1 de octubre.
Grandes firmas automovilísticas japonesas han reducido su producción en China
Toyota planea rebajar el ritmo de sus plantas incluso en octubre y noviembre. También se verá afectada la factoría de su marca de lujo Lexus en Kyushu, al sur de Japón. Como consecuencia, probablemente no alcance el objetivo que se había fijado de vender un millón de coches en China este año, frente a los casi 900.000 del año pasado. Los ajustes se suman a los aplicados antes de las protestas, debido a una menor demanda general en China, en un entorno de ralentización económica. Nissan consigue el 25% de su beneficio neto en China; Toyota, el 21%, y Honda, el 16%, según Bank of America Merrill Lynch.
Los empresarios japoneses aseguran que aún es pronto para conocer el impacto que tendrá a largo plazo la disputa, pero sospechan que, a diferencia de las protestas de 2010, cuando las ventas se resintieron durante un mes, ahora el efecto durará más, y muchos están considerando la posibilidad de desplazar sus inversiones a países más amigables, como Tailandia, Malasia o Birmania. “Antes del incidente de las Diaoyu ya había signos de que muchas empresas japonesas se estaban yendo de China a otros países del sureste asiático y a India. Lo ocurrido ahora puede acelerar este proceso", afirma Zhou Yongsheng, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Asuntos Extranjeros de Pekín.
Los empresarios chinos que hacen negocios con firmas japonesas también están preocupados. Casi la mitad prevé un efecto negativo en sus ventas este año, aunque el 68% prevé que sea limitado, una caída del 10% o menos, según una encuesta realizada por Chief Executive China Online, un portal para directivos que cuenta con más de dos millones de usuarios registrados.
Mucho está en juego para la segunda y la tercera economías del mundo. China es el mayor socio comercial de Japón, mientras que Japón es el tercero de China, tras la Unión Europea y Estados Unidos. SMBC Nikko Securities estima que si las ventas japonesas en China se paralizaran totalmente durante un mes, la pérdida de ingresos ascendería a 1,5 billones de yenes (14.900 millones de euros). Alrededor de 33.400 compañías japonesas operaban en China y Hong Kong el 1 de octubre de 2011. El 16% de las empresas con capital extranjero existentes en China son de Japón, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de China de 2010.
Los expertos descartan una guerra comercial entre los dos países
Las reuniones que han mantenido viceministros y ministros de Exteriores de ambos países en Pekín y Nueva York esta semana sugieren que ninguna de las partes quiere que la disputa territorial conduzca a una ruptura de las relaciones. Pero el tono igualmente duro de Pekín, que ha calificado la compra de las islas de “grave violación de la integridad territorial y la soberanía chinas” presagia que el tema no está zanjado.
El Diario del Pueblo —órgano oficial del Partido Comunista Chino— advirtió durante los días de las manifestaciones que la economía japonesa podría sufrir gravemente durante 10 o 20 años si China decide imponer sanciones en respuesta al conflicto. China “siempre ha sido muy cauta sobre la posibilidad de jugar la carta económica. Pero si las luchas sobre la integridad territorial continúan, si Japón sigue con sus provocaciones, entonces China presentará batalla”, advirtió.
Las sanciones serían, sin embargo, un arma de doble filo, dada la interdependencia de las dos economías. Así lo ha advertido el primer ministro de Japón, Yoshihiko Noda, en una entrevista en The Wall Street Journal. “China debería desarrollarse mediante la inversión extranjera que recibe (…). Todo lo que desanime eso le perjudica a sí misma”.
Muchos de los componentes de alta tecnología que llevan los productos que China exporta, como teléfonos móviles, televisores y cámaras de vídeo, son fabricados por compañías japonesas, por lo que las sanciones podrían rebotar sobre sus empresas. De ahí que los expertos no prevean grandes represalias económicas por parte de Pekín, sino que ejerza presión en otras áreas, por ejemplo, con trabas aduaneras o en la concesión de visados, algo que ya está ocurriendo. “No habrá guerra comercial. Pero posiblemente se produzcan fricciones comerciales y supervisiones por parte de los dos países”, dice Zhou.
Yoshihiko Noda también afirmó que dañar los lazos económicos mutuos podría afectar a la economía mundial. Zhou disiente. “No creo que haya impacto sobre las economías de Asia o del mundo. Solo afectará a cierto nivel en China y Japón”.
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