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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La gran decepción

Desconcierta la falta de agilidad, probablemente por discrepancias que no presagian nada bueno

Un cisne negro sigue aleteando en lagos europeos. La tan esperada comparecencia de Mario Draghi, tras la finalización de la tradicional reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) de principios de cada mes, ha sido leída con frustración por quienes esperaban una decidida actuación que alterase el desesperante statu quo en el que continúa gestionándose la grave crisis instalada en el seno de la Eurozona. Tanto más tras las expectativas que habían generado sus propias declaraciones de hace apenas unos días: “El BCE hará lo que sea necesario para salvar el euro y, créanme, esto será suficiente”.

Sin embargo, ni se han reducido los tipos de intervención hasta los niveles a los que bancos centrales como la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra los situaron ya hace tiempo, ni se ha sustanciado todavía de forma operativa un programa de intervención en los mercados de deuda soberana. Este último (y no sin admitidas reticencias por parte del Bundesbank) queda a la espera de que en las próximas semanas puedan definirse los mecanismos apropiados en conjunción con el nuevo fondo de recate europeo. Además, de momento, el fondo no dispondrá de ficha bancaria y su involucración solo se producirá, en todo caso, previa solicitud explícita del Estado que requiere la ayuda (léase España en la actual coyuntura), con potenciales condiciones más allá de las ya impuestas y aceptadas para el rescate de la banca española.

España va a seguir siendo en este impasse el principal país damnificado, soportando un nivel de prima de riesgo en máximos

Sigue siendo desconcertante la falta de agilidad con la que se toman las decisiones en Europa. Probablemente ya no solo por un deficiente diseño y arquitectura institucional de la Eurozona, sino también por importantes discrepancias entre países, lo cual no presagia nada bueno. La incertidumbre y la desconfianza de una situación tal puede acabar haciendo posible otra vez lo improbable. En la práctica, amenaza con desestabilizar aún más a buena parte de las principales economías europeas y propagar una suerte de nueva crisis financiera al resto del mundo.

Es cierto que la política monetaria, incluso en un sentido amplio, de la que es responsable el BCE, no puede resolver por sí sola los problemas vigentes en el área euro. No obstante, es difícilmente concebible que un banco central no vaya más allá en una situación en la que él mismo reconoce la fragmentación del mercado financiero de la Eurozona, con fuertes divergencias en los tipos de interés, importantes flujos de capitales desde la periferia al núcleo, un mercado interbancario colapsado y, ya en el extremo, hasta problemas de acceso a las líneas de liquidez del propio banco central por la depreciación de los activos de la banca de algunos países en estrecha asociación con la crisis de deuda soberana que atraviesan estos últimos. La capacidad de romper este círculo vicioso vuelve a quedar en entredicho, y con ello aumentan las posibilidades de que se profundicen y alarguen los síntomas recesivos, no ya solo en estos países sino en el conjunto del área.

La pelota ha sido despejada de nuevo hacia los Gobiernos y una vez más toca esperar. España va a seguir siendo en este impasse el principal país damnificado, soportando un nivel de prima de riesgo (otra vez en zona de máximos al cierre de los mercados) generador de una profecía autocumplida. Probablemente no tardará en verse obligada a activar la solicitud de intervención en los mercados del nuevo fondo de rescate, que muy difícilmente podrá eludir también Italia, ahora compañero de viaje más cercano. No sería una situación peor que la actual si la cordura imperase en las exigencias de los ajustes, de modo que no quede dañada en extremo la capacidad de crecimiento económico, sin cuyo concurso persistirían las serias dificultades para devolver las deudas acumuladas en estos últimos años.

Daniel Manzano es socio-director general de Analistas Financieros Internacionales y profesor de la Escuela de Finanzas Aplicadas.

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