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La industria agroalimentaria aguanta el tipo

La industria alimentaria aguanta la crisis gracias a la exportación, pero todavía le quedan retos Debe invertir más y las empresas tienen que ganar músculo para ser más competitivas

Cristina Delgado
Un trabajador controla el envasado de aceite de oliva de Hojiblanca en una fábrica de Antequera
Un trabajador controla el envasado de aceite de oliva de Hojiblanca en una fábrica de AntequeraJulián Rojas

No están todos los hogares españoles para muchas alegrías. Así que, si la venta de jamón del bueno cae en casa, lo mejor es ir a la del vecino, a ver si le interesa. La industria agroalimentaria española está aguantando el tirón de la crisis gracias a la exportación. Y eso a pesar de que los productos de este sector, muy arraigados a los orígenes de la tierra y la cocina de la que salen, precisan en muchos casos de una evangelización previa. Para vender aceite de oliva en muchos países hay que convencerles primero de que destierren de las sartenes la mantequilla, por ejemplo. La industria de alimentación y bebidas movió el año pasado 80.700 millones de euros. Aporta al PIB el 7,6%. Mantuvo estable el empleo, la facturación y mejoró sus exportaciones (el 3,9%). Sin embargo, todavía le quedan retos para apuntalar su supervivencia.

Para empezar, el agroalimentario es un sector atomizado, formado masivamente por pymes. Además, aunque se han dado grandes pasos en la exportación, el camino hacia la internacionalización es todavía largo: una cosa es vender fuera, y otra, estar fuera. El objetivo para los próximos años, confirma la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), es que las compañías “ganen músculo” y que aumente la inversión en el extranjero, según explica Jaime Palafox, director de asuntos económicos e internacionales de esta patronal. “Estamos vendiendo galletas a Estados Unidos. ¿Por qué no ir un paso más allá y fabricarlas allí?”, se pregunta. Buena parte de los productos, apunta, no se pueden fabricar fuera, porque tienen un gran vínculo con el territorio. Pero en algunos casos es posible y en otros se pueden abrir centros logísticos o comerciales. “Para eso hace falta más potencia financiera. Eso se puede lograr con empresas grandes y fuertes, o con alianzas de varias”, recomienda Palafox.

La industria de alimentación y bebidas movió el año pasado 80.700 millones de euros

La industria agroalimentaria también quiere mejorar su alianza con el turismo. Es lo que el presidente de FIAB, Jesús Serafín Pérez, llama “el trinomio”: alimentación + gastronomía + turismo. Los cocineros, dice, llevan la imagen de España al mundo entero. Los turistas que visitan el país, defiende, después disparan su consumo de productos españoles. Los productores no pueden desaprovechar esas dos tarjetas de presentación.

El sector no es nuevo en la venta en el extranjero, pero la llegada de la crisis ha acelerado el proceso de salida al exterior. Hay más concienciación. Y también más interés por nuevos mercados. Se vio, por ejemplo, la semana pasada en los Food & Drink Business Meetings, un evento enmarcado en la feria Alimentaria de Barcelona. Ciento cincuenta empresas de América y Asia se habían interesado en conocer a proveedores españoles para introducirlos en sus establecimientos o en sus cadenas de suministros. Cientos de empresas respondieron a la llamada y se concertaron 1.800 entrevistas. Como si de citas rápidas se tratara: intercambio de tarjetas, unos minutos de exposición y la suerte estaba echada.

“Los negocios en persona son más productivos. No siempre se cierran tratos a la primera, pero se crea el contacto”, señala Palafox. Entre los compradores más buscados en Alimentaria estaban los representantes de la cadena de distribución ACE de Japón, de la cadena brasileña Pão de Açúcar o de HEB Group, la séptima cadena de supermercados más grande de EE UU. Daniel Campello, gerente de la marca de distribución de HEB, explicó que estaban abiertos a buscar proveedores, bien para las distintas marcas de sus cadenas, bien para la venta con marca propia. Recomendó a las empresas españolas, por ejemplo, que fabriquen con “embalajes fáciles de retirar y que se adapten directamente a la venta en grandes pilas en el suelo”. Para ser considerado producto gourmet, señaló el ejecutivo, los fabricantes deben tener una materia prima muy exclusiva.

Las empresas españolas tratan de aprender deprisa lo que busca cada mercado. Angulas Aguinaga, con sede cerca de San Sebastián y propietario de marcas como La Gula del Norte o Krissia, acaba de comenzar un ambicioso plan de expansión. “La compañía llevaba años exportando a Francia, por proximidad geográfica. Ahora queremos ampliar la venta a muchos mercados. De momento, como nuestros productos son refrigerados, nos centramos en Suiza, Italia y Reino Unido, países con cadenas de distribución de gran calidad”, explica Jacobo Múgica, responsable de nuevos mercados en la empresa. La estrategia de expansión, dice, es la medicina, junto a la innovación, que se han recetado para enfrentarse a la crisis. “Las marcas vinculadas a España tenemos buena acogida fuera, sobre todo si tenemos productos relacionados con el mar”, valora el ejecutivo. “No buscamos una expansión masiva de golpe. Queremos entrar en cadenas muy concretas y con un posicionamiento y un precio adecuado”, apunta. De momento facturan cerca de 100 millones de euros, que aspiran a aumentar.

El agroalimentario es un sector atomizado, formado masivamente por pymes

Mucho más adelante en el camino de la exportación se encuentra Valor, la firma española de chocolate con más de 130 años de vida. Hace 20 años que venden fuera de las fronteras españolas, primero en mercados cercanos y luego en América Latina, donde vieron en los emigrantes y sus descendientes un filón que apreciaría la marca española. Vender fuera, dice Gonzalo Sánchez, responsable de exportación, no ha sido fácil. “España no tiene una imagen muy unida a la producción de chocolate”, señala. En Europa hay otros países muy bien colocados en este sector, como Suiza o Bélgica. Y además hay una competencia feroz con la marca blanca. Por eso, explica Sánchez, decidieron apostar también por otros mercados. Primero los BRIC (Brasil, Rusia, India y China). “Ya ahora por los llamados next eleven”, dice el ejecutivo, donde están México y Filipinas, por ejemplo. “Llegamos de los primeros al mercado, y eso es muy positivo”, razona. El año pasado, sus exportaciones crecieron un 43%, y en tres años han pasado de estar en 30 países a 45. “La venta en España creció el año pasado, pero es un mercado donde ya estamos muy extendidos, y los márgenes que quedan son ya pequeños. Fuera hay mucho más potencial”, zanja Sánchez.

El chocolate y las gulas no son precisamente dos clásicos en el ranking de las exportaciones españolas. Está encabezado por el vino (de los 19.420 millones de euros que se exportan al año, 2.220 millones llegan de los caldos), seguido de la carne de cerdo (jamón serrano incluido), el aceite de oliva, el pescado congelado y las aceitunas. Pero tampoco China era un comprador habitual, y contando lo exportado a Hong Kong, es ya el séptimo mejor cliente de España, precedido de Estados Unidos y varios miembros de la Unión Europea. Vender jamón al vecino está bien. Pero si se puede vender a todo el barrio, mejor.

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Sobre la firma

Cristina Delgado
Es subdirectora y se encarga de la edición digital de EL PAÍS. Antes fue redactora jefa de Economía, sección en la que se incorporó al periódico, en 2008. Licenciada en Periodismo y en Comunicación Audiovisual, ha realizado el máster UAM-ELPAIS y posgrados de información económica y gestión.

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