Hay que ponerse en marcha
España no puede renunciar a seguir siendo un peso pesado en la industria del automóvil
Hace 50 días que llegué a este sector y me ha impresionado el peso de esta industria en la economía española. Yo lo llamo el “sector de sectores”. Unos flashes confirman esta sensación: la industria española de la automoción supone casi el 10% del PIB, acredita una inversión media anual de 1.500 millones de euros y permite a la Administración recaudar más de 25.000 millones de euros al año. Todo esto, sin contar la actividad de un millar de empresas de componentes que facturan anualmente más de 25.000 millones de euros, la creación de valor para el sector financiero —7.000 millones de financiación, 50% del crédito al consumo— o su capacidad para consolidar la globalización de la economía española.
Hay algo más que me ha cautivado de este sector y es la ilusión por inyectar confianza para reactivar la economía española, amortiguar el impacto de la crisis y generar empleo. El automóvil es un ejemplo de apuesta por España.
Con estas señas de identidad no resulta difícil identificar esta industria como un área de oportunidad para generar crecimiento y empleo en la España actual. El automóvil está demostrando que es un sector con capacidad de adelantarse a los problemas, con un irrenunciable espíritu innovador y con una flexibilidad en la gestión de los recursos humanos que le está permitiendo transitar por la profunda crisis con unos aceptables niveles de actividad y una mínima pérdida de empleo —9%— frente al 20% de la industria española.
La palabra crisis invade el ambiente económico desde hace varios años. Pero no todos los sectores se han comportado de igual forma ante la recesión, ni todos han reaccionado de la misma manera a la hora de buscar caminos de salida. Elijamos aquellos sectores punteros, innovadores y que generan riqueza para nuestro país. Y, en este club de excelencia de sectores, el automóvil debe ocupar un lugar de privilegio. Hoy no es importante hablar de países o sectores desarrollados, sino de países o sectores reformistas o estancados. España y el automóvil están en la primera clase: reformar para afrontar el futuro con éxito.
Reactivar la demanda interior de automóviles no será fácil ni rápido. Pero es posible y muy necesario. El mercado español de turismos está estancado en niveles de hace 20 años. En 2012 se venderán 800.000 unidades, todavía muy lejos del mercado potencial —1,3 millones— que corresponde a España. El fuerte desequilibrio entre mercado y producción, también en los vehículos industriales, es una señal de alarma: la cuota española de producción en la Unión Europea se ha mantenido estable en los últimos años en torno al 13%, pero debemos ser conscientes de que las inversiones se potencian en países con mercados fuertes o con expectativas de crecimiento.
Un mercado de vehículos exiguo no genera confianza en los inversores y pierde fuerza para competir, poniendo en peligro toda la riqueza creada hasta ahora y propiciando el envejecimiento de un parque de automóviles con enormes y dramáticas consecuencias en términos de medio ambiente, seguridad vial y eficiencia energética. España no puede renunciar a seguir siendo un peso pesado en la industria del automóvil. Y quiero insistir en un concepto: relocalización. En EE UU está pasando; la industria del automóvil está volviendo a resurgir, se están implantando nuevas fábricas. ¿Por qué no puede pasar esto aquí?
Por eso hay que ponerse en marcha, arrancar ya y tomar decisiones. Hay que insistir en la implantación de planes estructurales en torno a los vehículos, ayudando a las pymes y a los autónomos a renovar su parque de vehículos y aumentar su productividad. Reactivar la demanda pasa por encontrar un nuevo entorno fiscal dentro de los nueve impuestos asociados al automóvil, por mejorar el acceso a la financiación y por recuperar las deducciones por inversiones medioambientales en la compra de vehículos industriales.
Estas medidas de reactivación no son incompatibles con el objetivo de control de déficit. Al contrario, son una herramienta que, bien gestionada, permitirá generar ingresos fiscales y desencadenar mayor actividad económica y, en consecuencia, más empleo. He aquí algunos ejemplos: por cada 100 euros invertidos en incentivar la demanda, se recuperan 269. Por cada 100.000 turismos vendidos a particulares, las administraciones públicas ingresan 320 millones de euros. Lo que es bueno para el automóvil será bueno para nuestro país.
Pero también hay que profundizar en el plan de fomento de la competitividad del sector de la automoción para garantizar el futuro de las fábricas instaladas en España, estimular la inversión en I+D+i y consolidar la marca de vehículos made in Spain.
El nuevo Gobierno tiene ante sí un desafío colosal para sacar a la sociedad española de la que posiblemente sea la crisis más compleja y grave de nuestra historia. La industria del automóvil, la industria española, supone una oportunidad única para demostrar que siguen más vigentes que nunca los valores empresariales que permitieron a nuestro sector consolidarse como una referencia europea en fabricación, innovación y creación de empleo. Es el momento adecuado para aprovecharla. Sin tardanza y sin complejos. J
Mario Armero es vicepresidente de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac).
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