¿Por qué se equivocan al criticar un impuesto a las transacciones financieras?
Parece razonable esperar que el sector financie el regreso al equilibrio para evitar futuras crisis
“Toda verdad pasa por tres etapas. En la primera, se ridiculiza. En la segunda, genera una violenta oposición. En la tercera, se acepta porque es evidente”. Arthur Schopenhauer podría haber estado describiendo la trayectoria del Impuesto sobre las Transacciones Financieras (ITF) que se encuentra entre la segunda y la tercera fase. El lugar exacto se desvelará mañana el martes en la reunión europea de los ministros de Economía en Bruselas, donde se pondrá sobre el tapete y se debatirá la propuesta de la Comisión Europea de establecer un impuesto del 0,1% sobre las transacciones de bonos y de acciones ordinarias, y del 0,01% sobre los derivados.
Antes de que empezara la Gran Recesión en 2007, los banqueros habían conseguido retratar los impuestos sobre las transacciones financieras como la idea de unos idealistas ingenuos que no sabían mucho del funcionamiento real de las finanzas. Fue toda una hazaña teniendo en cuenta que la idea tenía la impronta de destacados intelectuales: Keynes la había recomendado en su Teoría General y el ganador del Premio Nobel James Tobin la desarrolló más tarde.
Antes de la crisis financiera, en vez de tratar de “echar arena en las ruedas de las finanzas” (por usar la gráfica frase de James Tobin), la historia que difundía el sector era que esas ruedas debían girar aún más rápido. Nos dijeron que cuanto más rápido se moviera el dinero, más eficazmente se asignaría. Los banqueros y los directores de los fondos de cobertura se harían enormemente ricos, pero era una diversión menor porque la economía sería más fuerte y los empleos abundarían. La crisis financiera ha echado abajo esa historia.
Las economías más dinámicas del mundo, Brasil, Corea del Sur e India usan estas tasas
Hoy en día, los ITF ya no se ridiculizan. ¿Cómo podrían ridiculizarse? Las economías más dinámicas del mundo, Brasil, Corea del Sur e India los usan, la economía europea más importante junto con otros ocho Estados miembros quieren adoptarlos, y el año pasado se recaudaron aproximadamente 38.000 millones de dólares con los ITF en los 40 países que cuentan con ellos. Desde 1986 (y antes en otras formas), el Gobierno de Reino Unido ha gravado unilateralmente, sin esperar a que otros le siguieran, las transacciones de valores de Reino Unido con un Impuesto sobre la Transmisión de Valores No Documentada del 0,50%. A pesar de no haber actualizado este impuesto para tener en cuenta los derivados y otras innovaciones, sigue recaudando 5.000 millones de dólares al año.
La razón por la cual funcionan estos ITF es que son impuestos sobre actos jurídicos documentados sobre la transferencia de la titularidad y no están basados en la residencia fiscal. Si la transferencia no se ha “sellado” y no se han pagado los impuestos, no tiene fuerza jurídica. Los inversores institucionales que poseen la mayoría de los bienes en el mundo no se arriesgan con la fuerza jurídica. El 40% de la recaudación del Impuesto sobre la Transmisión de Valores No Documentada británico se obtiene de residentes extranjeros. Lejos de hacer que los contribuyentes se apresuren a salir del país, este impuesto es el que más pagan los extranjeros.
El sector y sus amigos políticos se oponen con argumentos cada vez más disparatados
El sector financiero y sus amigos políticos, tras haber perdido el argumento de la viabilidad, se están oponiendo ahora enérgicamente a los ITF con afirmaciones cada vez más disparatadas sobre su impacto negativo en la economía en su conjunto. Se han aferrado a unos cálculos muy preliminares de la Comisión Europea según los cuales un ITF del 0,1% sobre las acciones ordinarias y los bonos podría reducir el PIB en un 1,7%, sin esperar al análisis final. En su última iteración, el modelo de la Comisión Europea tiene en cuenta que una inmensa mayoría (el 85%) de la inversión procede de ganancias retenidas o de préstamos bancarios no sujetos a ITF. Además, como menciona el análisis de la Comisión Europea desde el principio, los ITF propuestos solo se aplicarían a las transacciones entre instituciones financieras y no se impondrían a las empresas que emitan acciones nuevas. Una vez que se toman en cuenta estos factores, el modelo de la Comisión señala que el efecto negativo estimado de los ITF sobre el PIB solo alcanzaría el 0,1%.
Pero esta no es la historia completa. Es necesario añadir que el impuesto recaería con más fuerza en los tenedores de títulos a corto plazo como los operadores de alta frecuencia, los fondos de cobertura y las oficinas de contratación de los bancos y con menos fuerza en los tenedores a largo plazo como los fondos de pensiones, las empresas de seguros de vida y las compañías de capital riesgo. Esto posiblemente provocaría el abandono de las operaciones bursátiles a corto plazo en favor de una tenencia a largo plazo que reduciría los desajustes en los mercados y las subsiguientes crisis o ajustes bruscos. Por tanto, los ITF reducirían un tanto la probabilidad de que se produzcan futuras crisis. De hecho, entre los países que resultaron menos afectados por la crisis había una representación desproporcionada de países con ITF. Si calculamos de forma conservadora que la probabilidad de una crisis disminuiría solo un 5% como consecuencia de los ITF, lo cual es muy poco, y tenemos en cuenta que las crisis financieras, de media, reducen el PIB aproximadamente en un 7%, tendríamos un impacto positivo de +0,35% del PIB debido a la menor probabilidad de que se produzcan futuras crisis. El efecto neto total de un ITF sería un aumento estimado del PIB europeo de +0,25%, no una disminución. Pueden encontrar una versión más detallada de este análisis en nuestro reciente informe al Parlamento Europeo.
El efecto neto total de un ITF sería un aumento estimado del PIB europeo de un 0,25%
En un momento en el que muchos Gobiernos europeos se enfrentan a importantes déficits, en gran medida como consecuencia del rescate del sector financiero, parece razonable esperar que el sector financiero financie el equilibrio de los mismos y adoptar medidas para ayudar a reducir la probabilidad de futuras crisis. En nuestra opinión y en la de cientos de otros economistas, resulta evidente que un ITF en la UE de los 27 o en la eurozona contribuiría a reforzar las finanzas europeas y a reducir la probabilidad de las crisis. Como el ITF es uno de los primeros impuestos internacionales, una parte de sus ingresos debería destinarse a financiar algunos de los problemas internacionales mundiales más difíciles, como la pobreza y el cambio climático. Por tanto, un ITF podría ayudar a fomentar en cierta medida un crecimiento más justo y más sostenible en Europa y en todo el mundo.
Stephany Griffith-Jones es directora del Programa de Mercados Financieros de la Iniciativa por el Diálogo Político de la Universidad de Columbia.
Avinash Persaud es el presidente de Intelligence Capital Limited y profesor emérito de la London Business School.
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