Liquidez como anestesia bancaria
El 29 de febrero se producirá la segunda gran operación de refinanciación (LTRO) a tres años del Banco Central Europeo (BCE) y parece oportuno preguntarse qué perspectivas tienen los bancos para obtener liquidez. Las tensiones de liquidez son más una consecuencia que una causa de la crisis y, por esa razón, las soluciones que se están adoptando para paliarlas son una anestesia, pero no necesariamente una cura de los problemas de fondo.
La liquidez sigue un comportamiento cíclico y, a medida que los mercados financieros se han globalizado, estos ciclos se han hecho más intensos. Como recordaba hace poco Benoît Cœuré, consejero ejecutivo del BCE, la liquidez global puede dividirse en liquidez oficial y liquidez privada. Esta última prevalece en tiempos de estabilidad, dominando los flujos de inversión en todo el mundo. Sin embargo, cuando la inestabilidad crece, la liquidez oficial gana terreno, bien mediante la política monetaria ordinaria o bien, como está sucediendo recientemente, con operaciones extraordinarias de liquidez.
Desde hace quince años, las desigualdades en el crecimiento de las economías emergentes y de las avanzadas generaron abundante liquidez y se favoreció un crecimiento sin precedentes, por ejemplo, en el sudeste asiático. Sin embargo, fue la inversión en mercados financieros poco desarrollados, la que generó burbujas de activos, pánico y zozobra. Lo peor, sin embargo, estaba por venir porque la liquidez se trasladó a Estados Unidos y Europa y fue la pólvora perfecta para engordar y explotar nuevas burbujas, con un crédito excesivo al sector privado. Cuando algunos países occidentales aumentaron el déficit y exceso de deuda pública desproporcionadamente, se evidenció un problema adicional: la falta de confianza para redistribuir de forma adecuada la liquidez mundial, ante la escasez de referencias seguras.
Las entidades más solventes ya han cubierto sus vencimientos, pero la desconfianza sigue ahí
¿Qué está sucediendo ahora? Tras la primera gran operación de financiación a tres años el pasado mes de diciembre, se depositaron importantes cantidades en el BCE por parte de las entidades bancarias. ¿Cómo se explica esto en un contexto de restricciones de liquidez? La respuesta es que las entidades más solventes tienen ya cubiertos sus vencimientos pero la desconfianza sigue ahí y esos bancos con menores problemas prefieren obtener una rentabilidad reducida pero segura del BCE que prestar a otros bancos o incrementar el crédito.
Otro importante evento se dio a finales del pasado año cuando se facilitó con la otra gran refinanciación que los bancos de cada país fueran los que compraran la deuda soberana nacional para utilizarla como colateral y obtener financiación del BCE. La restricción de liquidez se reducía pero los problemas a largo plazo se exacerbaban porque los riesgos soberanos no se distribuían sino que se concentran en los sistemas bancarios de los países con mayores debilidades estructurales.
La cosa se complica aún más si se tienen en cuenta otras decisiones adoptadas recientemente. En un movimiento sin precedentes, las autoridades monetarias de cada país pueden decidir ampliar el rango de activos que pueden emplearse como colateral para obtener liquidez del BCE. Aun asumiendo un comportamiento prudente, estas medidas pueden crear aún más asimetrías en los mercados de deuda e interbancarios. Asimismo, conviene destacar la posibilidad que siguen teniendo las autoridades nacionales para avalar emisiones de las entidades financieras de cada país. Una de las últimas decisiones adoptadas por el gobierno español fue ampliar esta línea de garantías hasta 100.000 millones de euros. En menos de dos meses, se ha dispuesto ya de casi la mitad.
Todas estas medidas para generar liquidez siguen ayudando a capear el temporal pero lo que ahora parece necesario es que se resuelvan los problemas de fondo, los de solvencia. Esto requiere, fundamentalmente, dos acciones. La primera es que las autoridades europeas procuren que salga al mercado más deuda de calidad en toda la Eurozona. Se habla ya de varias medidas como que el BCE cambie progresivamente los plazos de sus operaciones —dando más estabilidad y permanencia a las tenencias de deuda— e incluso emitiendo certificados que pudieran convertirse en el antecedente de los eurobonos. La segunda es que los Gobiernos nacionales se hagan responsables de sanear y reestructurar sus sectores bancarios porque si la liquidez privada no fluye es porque no hay confianza en la viabilidad de un importante número de bancos europeos. En España, este parece ya un deber asumido pero todavía queda camino por recorrer. En otros países europeos, poco o nada se ha hecho. Por supuesto, la estabilidad bancaria depende también de la confianza del conjunto de la economía, que pasa por el duro filtro de austeridad y reformas pero también por una coherente estrategia de crecimiento, como las que vienen discutiendo todos los días en Europa.
Y el crédito, ¿cuándo volverá? Difícilmente lo hará de un modo inmediato en países como España. En parte, porque la liquidez se está orientando a cubrir vencimientos, en un contexto de nuevas exigencias regulatorias, que implica vender activos y restringir el crédito. En parte también, porque las condiciones macroeconómicas no son favorables y ello repercute negativamente en la disponibilidad de demanda solvente. Además, la deuda acumulada por familias y empresas sigue siendo muy acusada y su progresiva reducción será el indicador más certero de la corrección de los desequilibrios acumulados durante muchos años. Pero queda mucho por corregir y el ajuste será duro y prolongado. Aun así, sería una extraordinaria noticia que la estabilidad bancaria —con más liquidez pero también mayor solvencia— volviera cuanto antes porque, con ella, todo iría, al menos, mejorando. Aunque sea poco a poco.
Santiago Carbó Valverde es Catedrático de Economía de la Universidad de Granada y colaborador de Funcas y BMN
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