El final de la crisis en el horizonte
Un grupo de expertos considera que América Latina comenzará el año que viene a recuperarse si se apoya en la innovación y la educación
Que los latinoamericanos están mejor preparados que antaño para la crisis es un hecho. Es cierto que la región ha encarado la debacle económica en su mejor momento; las malas experiencias pasadas han propiciado que los Gobiernos hayan ganado en prudencia, que tengan reservas acumuladas, que hayan reducido su endeudamiento y que sus sistemas bancarios gocen de relativa solidez. Aunque la venta de materias primas, principal fuente de riqueza de la región, ha caído, el golpe no ha sido tan fuerte al mantenerse las exportaciones a grandes mercados en desarrollo, como China o India. Ahora bien, ¿es suficiente esta coyuntura para superar una situación de dificultad global?
Los expertos creen que no. Enrique V. Iglesias, secretario general iberoamericano, afirma que "sería un error creer que América Latina podrá remontar este bache sin iniciativas". Es necesario ponerse manos a la obra. Iglesias y otros expertos debatieron sobre estas cuestiones en un encuentro celebrado esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, donde se abordó qué perspectivas esperan al continente y cuáles son las reformas que deben llevarse a cabo con más premura. Unas cuantas palabras sonaron con la misma fuerza entre banqueros, políticos, periodistas y estudiantes, que participaron en foro: innovación, educación, productividad y reforma fiscal, esta última, tan sólo posible si se articula desde el consenso y la equidad.
Ahora que ha parado el sprint del crecimiento latinoamericano de los últimos años (2003-2008 fue el "quinquenio mágico", según Francisco Luzón, director de la División América del Banco Santander) parece buen momento para reflexionar. Para apuntar los logros, pero también distinguir los focos que se han olvidado y los lastres históricos en los que queda mucho por hacer. Para Félix Peña, analista argentino, será muy importante ver cómo se relacionan medidas de corto alcance, como "mejorar la producción, empleo y comercio externo", con las de medio y largo plazo "más vinculadas con la transformación productiva, la equidad social y la capacidad de competir en el plano global y regional". A los focos que se expusieron en el encuentro, Peña, que se encuentra en Buenos Aires, añade "la calidad institucional, reflejada en la capacidad que pueda tener un país en articular una cooperación público-privada que permita traducir objetivos en realidades y sostenerlos en el tiempo" y el de "calidad del diagnóstico sobre los efectos que los cambios estructurales en la economía global puedan tener sobre cada uno de los países y de sus empresas". En su opinión, es indispensable poner la vista sobre estos factores, sobre los que cree que se observan "fuertes progresos en algunos países, como Brasil o Chile, y no tanto en otros".
Iglesias resaltó, del lado de las obligaciones, que "es necesaria innovación en la industria pero también en la agricultura, en servicios, en organización y en el plano social". Santiago Levy, vicepresidente de Sectores y Conocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) añadió a esa innovación un aspecto en el que se ha rezagado la región durante las últimas décadas: la productividad. "Es la única alternativa para llevar a cabo verdaderos cambios, más allá del corto o largo plazo", afirma Levy. Pero es que hay prisa. Es necesario encarar la situación ya. "Hay que investigar en transporte, en telecomunicaciones, buscar fórmulas novedosas de comercio exterior y, sobre todo, en educación", asevera el vicepresidente del BID. La falta de productividad, el fin último de la innovación, se relaciona directamente con las pobres políticas sociales, según Levy, que también critica que aún se subsidien programas que no incentivan herramientas para el crecimiento.
El grave drama que supone la desigualdad en América Latina es otro de los aspectos que más hay que cuidar en este proceso de recuperación económica. Pese a que las tasas de pobreza se han reducido mucho en los últimos años -más de 30 millones de pobres dejaron de serlo durante el "quinquenio mágico" en las ocho grandes economías del continente, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)- la crisis supone un desafío y una oportunidad para que la sociedad renazca más cohesionada.
Félix Peña considera que no hay que combatir las desigualdades sólo por razones "éticas y humanas", sino por "estrategias de competitividad global, que implican no diferenciar entre mercado interno y mercados externos, fuerte inversión en la calidad de los recursos humanos y atención prioritaria a la estabilidad social y, por ende, política e institucional".
Otra de las coincidencias de los expertos es precisamente que, ocurra lo que ocurra, el resultado tendrá muy poco que ver con lo que hay ahora. Por eso, quizás con más intensidad, la realidad sitúa a América Latina en una especial encrucijada.
Santiago Levy cree que una de las claves del resultado la dará cómo de rápido evolucione la economía latinoamericana. Levy presentó dos escenarios: uno en el que el crecimiento se regenerará en 2010; y otro en el que esto no ocurrirá hasta dentro de tres o cuatro años. De ocurrir lo primero, el crecimiento será de un 3% en los cinco años siguientes, prácticamente la mitad que en los momentos previos a la crisis.
En cualquier caso, el vicepresidente del BID advierte que el desempleo será muy alto a finales de 2010, "porque la población trabajadora sigue creciendo. Estos dos trimestres que llevamos de caída libre han perjudicado muchísimo a la economía, pero si las acciones comienzan ya podríamos tratar de empezar a recuperarnos en el último trimestre de este año".
No obstante, como puntualiza Peña, hay que pensar que habrá velocidades diferenciadas entre países, por lo que es complicado hacer pronósticos. "Requiere un poco de prudencia, ya que es muy difícil hacer pronósticos creíbles sobre cuánto durará efectivamente la crisis y sobre cuántas recaídas podrá aún haber en el futuro", teniendo en cuenta también "las profundas transformaciones estructurales de la competencia económica global" derivados de los cambios de poder a nivel mundial. "Hoy más que nunca estamos expuestos a los efectos de potenciales imprevistos, ¡los cisnes negros de Nassim Taleb!", asegura el experto argentino.
Las incógnitas sobre el futuro se despejarán con esos grandes cambios a nivel estructural. "Se está reconociendo una nueva geografía de poder mundial", recuerda Enrique V. Iglesias, que recalca la importancia de los países emergentes, ya que "el paso del G-8 al G-20 es una realidad", asegura el secretario general iberoamericano. Incluso la canciller alemana, Ángela Merkel, la pasada semana aseguró que el grupo de los ocho "ya no es el foro más adecuado para resolver asuntos globales". Pero no todo está hecho, también es necesario dar más votos a estos países en un cambio de gobernabilidad. Por ello, es necesario para América Latina establecer lo que se está llamando una nueva arquitectura financiera internacional con sistemas regulatorios efectivos, códigos de conducta y una mayor vigilancia del sector financiero.
Ese nuevo modelo de sociedad no puede incluir el proteccionismo. Esto afecta a América Latina en particular por el corte de las políticas que algunos de sus países están llevando a cabo. "Me preocupa el proteccionismo, que aflora en momentos de desempleo o cuando las grandes empresas nacionales tienen problemas", advierte Iglesias. Además de evitar el proteccionismo, los Gobiernos tendrán que participar activamente con políticas públicas, que a su vez deberán estar apoyadas por organismos internacionales. El mayor poder de recuperación de América Latina, opinan los expertos, lo tiene como región. Iglesias asegura que es como conjunto de Estados como hay que evolucionar: "Hay que encontrar nuevas vías para facilitar el comercio, nuevos mecanismos de pago, de créditos regionales e inversiones compartidas. "El péndulo vuelve al lado de los Estados en momentos como éste", afirma Iglesias.
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