"¿Qué tiene que ocurrir para actuar?"
El veto esgrimido por Rusia y China en contra de la resolución sobre Siria y la consecuente parálisis en el Consejo de Seguridad tienen un coste tremendo: "nuevos baños de sangre, nuevos pasos hacia la guerra civil". Esta es la grave advertencia que la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, lanzó ayer desde Múnich, al término de un día de febriles e infructuosas negociaciones desarrolladas en la Conferencia de Seguridad, que ha reunido este fin de semana en la ciudad alemana a medio centenar de ministros de Exteriores y Defensa y a una decena de jefes de Estado y de Gobierno.
Clinton mantuvo una intensa reunión con su homólogo Serguéi Lavrov, con un intercambio de puntos de vista que fuentes estadounidenses calificaron de "vigoroso". "Pensé que había margen para acercar posturas y superar las perplejidades de los rusos, pero no hubo manera", dijo Clinton. "¿Qué tiene que ocurrir para que actuemos? Si no lo hacemos rápidamente, sé lo que ocurrirá: un mayor derramamiento de sangre, mayor resistencia por parte de los familiares de las víctimas, y una mayor probabilidad de que Siria caiga en una guerra civil. Es hora de que el Consejo de Seguridad actúe con fuerza". Clinton descartó tajantemente la posibilidad de una intervención militar.
Lavrov motivó la oposición rusa a la resolución. Moscú "respalda el deseo de cambio del pueblo sirio", pero considera que en el país están actuando grupos armados que aprovechan la protesta para atacar a las instituciones del Estado e intimidar a la gente. Rusia considera inaceptable que la resolución plantee exigencias solo al Gobierno pero no, a su juicio, a estos grupos.
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