Inquilinos y okupas, contra el banco
Bankia mantiene un pulso con activistas en un edificio suyo cerca de Embajadores
El rocío de la mañana cala en los sacos de dormir extendidos en el suelo de una de las habitaciones de uno de los siete pisos okupados del número 36 de la calle Sebastián Elcano, muy cerca de la glorieta de Embajadores. Los rayos de sol que entran por las ventanas de madera, ajadas por el paso del tiempo, señalan las manchas de humedad de las paredes. Juan, un estudiante de Filología Hispánica, muestra el estado del piso, de unos 50 metros cuadrados repartidos en cuatro habitaciones, cocina y baño. Son las nueve y media de la mañana y aún no ha desayunado. En la cocina tiene fiambre de pavo y un cuenco de tomate con ajo. Para calentarse el café, tendrá que utilizar el camping gas; el piso no tiene ni luz ni gas.
Juan es uno de los nuevos inquilinos del edificio. Los primeros días de enero, una veintena de okupas de entre 20 y 45 años, decidieron entrar en varios pisos vacíos del edificio, de cinco plantas y unos 6.000 metros cuadrados, para "dar una solución a las personas sin hogar", sostienen. Con su acción, dicen, quieren prestar su apoyo a algunos vecinos que se quejan de que Bankia, dueña de toda la finca excepto de un piso, no quiere renovarles los contratos de alquiler de renta antigua. Unos 20 pisos del edificio están alquilados. El resto, alrededor de la mitad, están vacíos.
La entidad bancaria, sin embargo, reaccionó rápido y contrató a dos empleados de seguridad para que controlen el acceso al edificio las 24 horas del día. Desde entonces, los okupas lo tienen complicado para entrar y salir. David (nombre supuesto), un inquilino de 27 años de la tercera planta, apoya a los okupas porque considera que el edificio está muy deteriorado y la entidad no hace nada. No le gusta que sus amigos tengan que dar explicaciones cuando van a visitarlo.
"Bankia está impidiendo un derecho individual como es el libre tránsito de las personas", argumentan los abogados que asesoran al grupo de okupas, que también cuentan con el apoyo de simpatizantes del 15-M. "Lo que la entidad quiere es vaciar el edificio para especular con él", opina Ramón, miembro de la oficina de la vivienda de los indignados madrileños. El pasado domingo, una cadena humana de 200 manifestantes bordeó la manzana para mostrar su rechazo a la actuación del banco. Ahora en el edificio conviven okupas, los vigilantes, inquilinos descontentos con el trato que reciben de la entidad bancaria, y otros, a favor del control del edificio. ¿Quién podrá más?
"¿Qué llevamos a Sebastián Elcano?", preguntan los seguidores de los okupas por Twitter. "Lo último que nos han traído es una bolsa de naranjas", comenta Paula, estudiante de Aeronáutica de 21 años, que como el resto de los okupas no puede salir a hacer la compra cuando quiera. Con un simple silbido y una cuerda, los jóvenes suben las bolsas de comida o ropa que les mandan desde la calle.
2El grupo de okupas -formado por jóvenes precarios, estudiantes, parados, y aseguran que también hay una familia desahuciada e inmigrantes- reconoce que sin la ayuda de vecinos, miembros del 15-M y particulares que se interesan por su situación, no habrían aguantado.
Pero el banco ha tomado la ofensiva. Hace una semana, unos obreros empezaron a tapiar las puertas de los pisos vacíos de las cinco plantas para que no se cuelen más okupas. "Bankia defiende su propiedad", sostienen desde la entidad. Antes de tomar esta medida, el banco se puso en contacto con Amelia Maroto, la única vecina que tiene su piso en propiedad y que estuvo de acuerdo en todo. "No me gusta que me tapien las puertas, aunque me siento más segura", explica esta médica de 48 años. Aunque Maroto alaba las formas y la educación de sus nuevos vecinos, repartidos en siete pisos de la finca, no apoya su reivindicación. Pero no es la única. "Los vecinos de toda la vida también están incómodos y preocupados por la situación", según Maroto. "Con la aparición de los obreros y los vigilantes de seguridad esto parece un estado de sitio", dice David, inquilino.
Ningún okupa quiere revelar su verdadero nombre por temor a las futuras represalias del banco. "Vivimos en alerta. No sabemos cuál será el siguiente paso de Bankia", dice Lucía, una doctora de 27 años. Algunos duermen cerca de la puerta por si escuchan algún ruido. La policía ya les hizo una visita y no saben cuándo será la próxima. La entidad asegura que ha tomado las medidas legales correspondientes. El desalojo puede ocurrir esta noche. El colectivo podría ser acusado del delito de usurpación de un bien inmueble, recogido en el artículo 245 del Código Penal. Los abogados de los okupas tienen preparada su respuesta: "En este caso se confrontan un derecho privado, el de propiedad, y otro fundamental, el derecho a una vivienda digna".
Dicen que resistirán hasta el final. La oleada de okupaciones sigue viva.
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