Un empeño absurdo
El empeño de recortar cinco puntos el déficit público español para llegar al 3% del PIB en 2013 carece de fundamento. Por varios motivos.
Nuestro nivel de deuda pública en términos de PIB es unos 15 puntos inferior al de Alemania. Y seguiría por debajo aunque suavizásemos el ajuste para alcanzar la meta dos años más tarde. Italia y Grecia tienen una deuda cuyo volumen sí supera ampliamente su PIB, lo que dispara la factura por intereses y obliga a reconducir rápidamente las situaciones de explosividad potencial. Acelerar bruscamente durante 10 segundos es asumible cuando circulas por una autopista a 80 por hora. No lo es cuando partes de 140.
En segundo lugar, el programa de consolidación vigente fue diseñado pensando en un escenario de moderado crecimiento económico para 2012 y 2013. No en una recesión como la que, si nada cambia, se nos viene encima. Los recortes y subidas de impuestos deberán ser muy superiores a los inicialmente previstos para cumplir el objetivo, porque el ciclo vuelve a jugar en nuestra contra. Seguirán cayendo las bases imponibles y serán necesarios tipos impositivos más altos y agresivos tijeretazos en programas básicos de gasto. Y agravaremos la propia crisis, porque un ajuste de cinco puntos del PIB en dos años, con el resto de componentes de la demanda deprimidos, tendrá un efecto nocivo sobre la actividad y el empleo. Alcanzar una tasa de paro del 25% no es un imposible. Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) filtradas esta semana reflejan el efecto negativo de la contracción fiscal anunciada. Estudios recientes del propio FMI muestran la relevancia de la política fiscal en coyunturas deprimidas; trabajos independientes publicados en los últimos meses arrojan dudas sobre el supuesto carácter expansivo de las consolidaciones fiscales y apuntan a que sin crecimiento del PIB la probabilidad de éxito de los procesos cae sustancialmente.
Por tanto, si perseveramos en el vigente escenario de estabilidad presupuestaria vamos a empeorar la salud del enfermo y reducir el bienestar colectivo sin que ni siquiera esté garantizado que vayamos a triunfar en el frente fiscal. El propio Cristóbal Montoro, adalid del equilibrio fiscal y poco sospechoso de keynesiano, no pudo contener sus dudas esta misma semana, aunque la vicepresidenta le corrigió horas más tarde.
La reprogramación del calendario de reducción del déficit público en España es perentoria. No existe lógica económica que establezca que deba ser del 3% en 2013 y no en 2015, por ejemplo. Las propias reglas que rigen en la UE contemplan la relajación de los objetivos en casos de recesión.
Por supuesto, relajar el ritmo de consolidación fiscal previsto no llega para impulsar la demanda de la economía española. Y ahí es donde deben aparecer los estímulos fiscales en los países de la UE con mejor posición fiscal, empezando por Alemania, y un papel más proactivo en pos del crecimiento y el empleo del Banco Central Europeo. Pero ese es otro debate.
Santiago Lago Peñas es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo.
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