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Entrevista:ENTREVISTA CON MANUEL FRAGA EN EL PAÍS (2007) | Fallece un líder histórico de la derecha

"El ejemplo de Carrillo y el mío fue un modelo de sentido de Estado"

Embutido en su pequeño despacho del Senado, Manuel Fraga trabaja, a sus 84 años, como siempre, desde las ocho de la mañana. Apenas puede removerse entre libros y papeles, pero asegura que no se siente, de ninguna manera, como un león enjaulado.

Pregunta. Casi no se le oye últimamente, y eso en usted ya es decir, don Manuel, que antes no paraba.

Respuesta. No es eso. Yo he vivido mucho, he pasado por muchas etapas en mi vida. Y ahora he decidido no estorbar, dar paso a otros, en este caso a Mariano Rajoy, que es quien debe llevar las cosas, y las lleva bien. He sabido quitarme de en medio, pero ayudo todo lo que puedo y, cuando me piden opinión, la doy, como es natural, y estoy convencido de que este partido es el partido del futuro.

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P. No sé si es que no quiere meterse en el patio del Partido Popular, que está muy movido, o que ya está cansado de la política, de las peleas de los unos contra los otros.

R. No, no, no estoy cansado. La política siempre es asumir riesgos; yo ya he pasado por todas las situaciones y no todos los días podía solucionar los problemas que se me presentaban. Es posible que se den situaciones de rivalidades internas, de contradicciones externas, pero está claro que estamos asistiendo a un error muy grave, a un grave fallo, como es haber querido revisar todo lo que se ha conseguido en la Transición. Ahí sí que hay una gran parte de responsabilidad en los actuales gobernantes, en los socialistas, que han aprobado leyes tan absurdas como la de Memoria Histórica, o la Educación para la Ciudadanía, que es un disparate.

P. Pero la Ley de Memoria Histórica, don Manuel...

R. Aquí hubo una amnistía, y eso significa no solo mutuo perdón, sino mutuo olvido. Amnistía quiere decir amnesia, y eso, insisto, quiere decir olvidar, olvidar.

P. ¿Y no sería capaz de aceptar que se planteara la Ley de Memoria Histórica como una cuestión de misericordia, para que los perdedores de la Guerra Civil pudieran enterrar a sus muertos?

R. Ya le he dicho que hubo una amnistía y no se trata ahora de hacer nuevas leyes. Todo el mundo tiene derecho a enterrar a sus muertos. Pero los muertos amontonados son de una guerra civil en la que toda la responsabilidad, toda, fue de los políticos de la II República. ¡Toda! Eso no se arregla con una Ley de Memoria Histórica que, además, tampoco resuelve la cuestión de hasta dónde nos remontamos para saber todo lo que hay que saber. ¿Hasta las Cortes de Cádiz?

P. ¿Cómo lleva haber perdido Galicia? ¿Tiene mono de poder?

R. ¡No, no! Primero, porque yo gané las elecciones y, en cualquier caso, no tengo ninguna clase de mono. Es verdad que los años no pasan en balde, y si no, que se lo digan a mi pierna izquierda.

P. Me pregunto si sigue creyendo que los valores de la Transición siguen en pie, como usted.

R. Aquellos valores se han respetado básicamente hasta ahora pero, por primera vez, algunos los están estropeando. Nuestro país está en un momento de cambio y hay que volver a repensarlo con nuevas ideas, pero eso no significa que tengamos que repensar los valores esenciales de España. Algo hay que revisar, pero sin olvidar lo que conseguimos, los valores de la primera Transición.

P. No sé en qué cosas coincidiría usted con Jordi Pujol, con Felipe González, con Santiago Carrillo...

R. Creo que coincidiríamos en la necesidad de no estropear lo que ya hicimos e intentar solucionar los nuevos problemas que han surgido. Haríamos eso, en lugar de buscar motivos de enfrentamiento como hace el señor Zapatero, que actúa por resentimiento personal y está dispuesto a reabrir la primera parte de la Transición.

P. Usted y Carrillo actuaron en aquella Transición como patriotas. Su ejemplo, al lograr un acuerdo por encima de sus diferencias abismales, quedará en la historia.

R. Creo que Carrillo percibió el error que habían cometido los sistemas comunistas conocidos en Europa, y él propugnó la necesidad de reorientar esas ideas hacia el eurocomunismo. Y yo traté de que las diferencias entre la izquierda clásica y una fuerza conservadora como la nuestra no fueran insalvables, para lograr un acuerdo de mínimos. Sí, en cierta manera es posible que fuera el nuestro un ejemplo de patriotismo, de sentido del Estado.

P. ¿Cree que los socialistas están poniendo demasiado énfasis en un debate sobre la revisión de la forma del Estado?

R. Ese debate no lo comparten ni la mayoría de los españoles ni la mayoría de los socialistas. Las cosas, como es natural, no se han planteado oficialmente. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Pero el aliento, los comentarios, algunos gestos, no son los más adecuados. Además, el Gobierno y los dirigentes socialistas han cometido un craso error, porque tenía que haberse hecho primero la reforma constitucional, y no empezar por forzar los estatutos, a ver hasta dónde se podía ir sin desbordar la Constitución, sin conseguirlo. Por eso el Estatuto de Cataluña tiene planteados nada menos que siete recursos.

P. ¿Usted habría sido partidario de reformar la Constitución?

R. Yo no, pero habría sido la única forma legal de reformar los Estatutos de Autonomía.

P. ¿Y cree que, de verdad, España se rompe?

R. No, pero les ha pasado a otros países. En Yugoslavia, donde todo ha saltado en pedazos. Nuestro caso es muy distinto, pero ahora en Reino Unido le han dado un Parlamento a Escocia, y con la marcha de Blair puede surgir algún problema. Yo no digo que España se vaya a romper, pero que hay quien quiere romperla... Por ejemplo, hay que decirle al señor Ibarretxe que hasta aquí hemos llegado. Un país que fue el primero en dar la vuelta al mundo no puede romperse.

P. La sociedad española ya no vive de certezas y la Iglesia se sabe prescindible. ¿No cree?

R. No, no. ¡Todo el mundo necesita certezas! Pero hay situaciones en las que se hace lo posible por negar esas certezas a la sociedad. Todo depende de lo que se consideren certezas. Yo las certezas morales las he necesitado siempre. El fondo del problema está en el cambio social, y no en la actuación de la Iglesia española, que tiene en este momento al frente a personas muy sensatas.

P. ¿Usted le habría exigido al presidente del Gobierno las actas de las negociaciones con ETA?

R. Ha sido una exigencia muy razonable, porque toda esa negociación se ha hecho de espaldas al Parlamento y a la oposición. Es ya evidente la impunidad con la que ETA estaba refugiada en el santuario francés, que ahora afortunadamente ya no tiene.

P. Pero usted nunca le exigió a Felipe González las actas de las reuniones de Argel.

R. Es que a mí entonces, durante aquellas negociaciones, me llamaron al Ministerio del Interior varias veces, me tuvieron informado y pude influir en lo que se hizo y en lo que no se hizo.

P. ¿Usted tuvo la percepción entonces de que Felipe González actuaba con lealtad?

R. Yo veía en González la intención de avanzar en la lucha contra el terrorismo a través de un consenso con mi partido, entre el principal partido de la oposición y el partido socialista, que estaba en el poder. Lo contrario de lo que está sucediendo ahora con el señor Zapatero. La verdad es que la relación de Felipe González conmigo fue en líneas generales aceptable. Eso demostró que en un sistema democrático las relaciones entre el Gobierno y la oposición tienen varias caras, y no solamente la peor. Esto fue verdad.

P. Si ETA mata de nuevo, serán culpables los terroristas, ¿no?

R. Si ETA vuelve a matar, será culpable, pero también quienes dan facilidades y negocian con ella sin publicidad.

P. Usted ha sido extremadamente duro consigo mismo durante toda su vida. ¿No se arrepiente, no lo lamenta, aunque no se lo confiese a nadie?

R. No, no me arrepiento de haber vivido la vida como la he vivido. Eso forma parte de mi sentido cristiano de las cosas.

El presidente fundador del Partido Popular durante la entrevista, en julio de 2007.
El presidente fundador del Partido Popular durante la entrevista, en julio de 2007.BERNARDO PÉREZ

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