Otra Vuelta de tuerca
La ronda ciclista española se inventa 10 llegadas en alto y diseña una dureza extrema
Presentan la Vuelta 2012 en el Baluarte de Pamplona, de donde saldrá el 18 de agosto, verano puro y duro, y parece que presentan la guerra. "Queríamos hacer una Vuelta explosiva", dice el director de la carrera, Javier Guillén, como quien habla de un arma de destrucción masiva, orgulloso de la nueva vuelta de tuerca que, en un más difícil todavía, ha dado a un modelo ya espectacular los últimos años; "y creo que lo hemos conseguido". Y Samuel Sánchez, uno de los mejores ciclistas españoles -a quien pueden dejar fuera de ella sus fechas, apenas tres semanas después de que termine el Tour, dos semanas más tarde de los Juegos, en los que el asturiano, campeón olímpico en Pekín, tiene puestas sus preferencias-, la describe como quien describe un territorio minado. "Cuidado", dice, "que está llena de etapas-trampa". Llega a tal punto el éxtasis y el elogio de la dureza de la ronda que Eusebio Unzue, el director del Movistar, el equipo de Alejandro Valverde y Juanjo Cobo, advierte: "Es un recorrido exagerado. Será un atracón para todos. Difícil no atragantarse".
Pese a todo, pese a todas las señales bélicas emitidas bajo la mirada admirada de Miguel Indurain, maestro de ceremonias obligado e irónico -como los últimos 852 metros de la contrarreloj por equipos inaugural discurrirán por el recorrido de los encierros sanfermineros, adoquines de la calle de la Estafeta incluidos y final en la plaza de toros, recordó que pueden ser peligros; por supuesto, mucho menos que los encierros, y que quizás no estaría de más incluir un toro entre los equipos a ver qué pasaba-, el recorrido de la Vuelta, sus 10 finales en alto -más de la mitad de las etapas en línea-, podría considerarse también como una letanía de poesía pura: subida a Arrate, Valdezcaray, Fuerte del Rapitán, La Gallina, Mirador de Ézaro, Ancares, Lagos de Covadonga, Cuitu Negru, Fuente Dé, La Bola del Mundo... Nombres de toda la vida; algunos, entrados hace poco en la vida del seguidor ciclista; algún otro, nuevo y cuya resonancia poética -el esdrújulo Ézaro, el tremendo Rapitán, los Ancares misteriosos- ya hace tilín en la imaginación de los amorosos del ciclismo; nombres, todos, que apelan a la verdad básica del ciclismo para los españoles: la montaña, el ciclista como único ser capaz de desafiar por la fuerza de sus piernas la ley de la gravedad y volar. Nombres para formar una geografía mágica de España, las carreteras de la imaginación.
Algunos, como Purito Rodríguez, el explosivo, justamente, ciclista catalán, encontraban razones para el entusiasmo, pues a la cantidad de llegadas en cuesta del estilo que tan bien le va podía sumar las bonificaciones -20, 12 y 8 segundos en meta; 12, 8 y 4 segundos en los sprints intermedios-, la cantidad de tiempo suficiente para contrarrestar los 40 kilómetros contrarreloj, el ejercicio que tanto odia, incluso moderados por un puerto de tercera entre medias. Otros, como el sorprendente ganador de 2011, Cobo, feliz por haber encontrado finalmente equipo, hablaban de recuperación moral, de la posibilidad de sentirse por fin capaz de lo que se le exige. Y, ausentes Alberto Contador -concentrado en Canarias con su equipo- y Valverde -de carreras en Australia-, Igor Anton resumía como nadie todos los valores de la carrera: "Sobre todo, me gustan tantos puertos desconocidos porque lo más bonito son los meses previos, los viajes para conocer los recorridos ignorados. Todos los días de la Vuelta tienen algo...".
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