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ENTRE FANTASMAS
Columna
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Viceversa

Procopio me dice que a su nieta Marieta le gusta llamar a los hombres "asquerosos, mentirosos y tontos". Marieta acaba de cumplir tres años y no ha tenido todavía ocasión de conocer a ningún Mourinho que provoque sus infantiles exabruptos. Está dotada, eso sí, de prematura intuición femenina en lo que a la catadura de determinados especímenes concierne, entre los cuales, al parecer, su sabelotodo abuelo incluye al malcarado segundo mejor entrenador del mundo, que, tras la cornada a Guardiola en Cornellà, amaga con volver a erigirse en el primero.

"Que no se me malinterprete", advierte Procopio; "Mourinho no es tonto, ni mentiroso ni asqueroso. Por el contrario, es tenido por hombre inteligente en proporcional medida a la frecuencia con la que, a imagen y semejanza de nuestros gobernantes, suele tomar por tontos a los demás. Tampoco nuestros gobernantes mienten salvo si la pasta o las elecciones están en juego y, desde luego, su conducta no puede ser tachada de asquerosa, ya que han sido elegidos por nosotros para que hagan de nuestra capa su sayo y, como diría Mourinho, son los otros los que tienen la culpa de que, en estos asquerosos tiempos, hasta los Reyes dejen a su paso excrementos de camello. Por cierto, en lo que al interfecto respecta, ateniéndonos a sus declaraciones, ha evidenciado un encomiable prurito de pulcritud al limpiar la basura que, supuestamente, sus jugadores habían sembrado en el campo durante el primer tiempo copero del Bernabéu. Cambió a tres, pero habría cambiado a los once, eso dijo. Ni tonto, ni mentiroso ni asqueroso. Ni un gentleman. La culpa de cualquier error o traspié es siempre de los demás. Según se desprende de sus palabras, un entrenador no sería responsable ni de la preparación física de sus jugadores, ni de la alineación inicial que saca al campo ni de un planteamiento táctico equivocado. ¿Qué habría sido de los entrenadores como él en los años en los que, durante los encuentros, no se podía sustituir más que al portero? Ni por lesión, ni por conveniencia táctica ni por bajo rendimiento. Y cabe recordar que hasta 1995 no se permitió cambiar a tres jugadores".

"Lo que al Barça le falta, es lo que al Madrid le sobra y a la inversa", sugirió Resines

Esto, o algo por el estilo, me largó de rondón el viejo chivo Procopio, que, como es sabido y notorio, entendía de fútbol más que nadie. Casi tanto como el orondo capitán Grason de la mítica taberna londinense, que algunos lectores añoran y reclaman, regida por la rubicunda Doris, donde solían darse cita desde Juanita la Muerte, un esqueleto vestido de sevillana, hasta el mismísimo Diablo, con sus cuernos y su rabo, o la auténtica Mujer Invisible, mi dulce Amanda, madre de un hijo de padres desconocidos y esvásticas tatuadas en ambas nalgas como esos ululantes racistas que siguen manifestándose impunemente en los estadios.

Personajes reales o de ficción a los que, a orillas del Támesis y a la altura del puente de los Frailes Negros, la locura del fútbol convocaba para hablar de fantasmas de verdad que parecen de mentira, como el de Helenio Herrera, el más famoso entrenador de todos los tiempos, al que Mourinho fue a ver, en su día, al cementerio veneciano de la isla de San Michele para pedir consejo como Narciso se asomó a la fuente para contemplar arrobado su imagen reflejada en el agua y escuchar el eco de su propia voz.

Pero ¿qué consejos puede ya necesitar quien saca cinco puntos a su directo rival en la Liga de dos? Procopio sabía, cómo no, que el Barça acaba empatando los partidos que va ganando por un solo gol. "No se necesita ser profeta para adivinar un resultado tan obstinadamente reiterado", dice Antonio Resines, que, inesperadamente, pasaba por allí. "Hay ocasiones en las que la elaboración de la jugada del equipo de Guardiola resulta tan bella como exasperante", precisa Procopio; "su excesiva complacencia, rayana en el amaneramiento, requiere un revulsivo que no es exclusivamente táctico ni depende como en el Real Mourinho del banquillo. Quizás sea este el precio a pagar por la extraordinaria calidad jamás exhibida sobre un rectángulo de juego, pero se echa de menos un mayor ahínco a la hora de amarrar el resultado antes de que el reloj tenga la última palabra".

"Lo que al Barça le falta es lo que al Madrid le sobra y viceversa", sugirió Resines. "Efectivamente", concluí yo; "viceversa es lo que les falta a los dos". Era una rara noche de luna llena que, con los recortes, había quedado en cuarto menguante. O viceversa.

José Mourinho, ayer.
José Mourinho, ayer.FERNANDO ALVARADO (EFE)

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