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Entrevista:JAVIER CERVERA | Exjefe del laboratorio del CIPF

"Los gobernantes valencianos no tienen visión científica"

El 31 de diciembre se despide de algo más que del año. Para el investigador Javier Cervera (Valencia, 1951) será el último día que acceda con su tarjeta de acreditación al Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF), donde hasta hace unos meses dirigía el laboratorio de Reconocimiento Molecular. Tras una carrera científica de 40 años, fraguada buena parte de ella en el primer centro valenciano de Biomedicina, recordado como el Citológico, Cervera ha conseguido junto con su equipo importantes avances a nivel mundial en el estudio de las mutaciones del gen responsable del déficit de carbamil fosfato sintetasa 1, una enfermedad rara metabólica que daña el cerebro.

Pero sus hallazgos, con traslación muy directa en la clínica, no han evitado que el expediente de regulación de empleo del CIPF cierre su laboratorio. Con financiación del Ministerio de Ciencia y la Fundación Alicia Koplowitz y personal preparado pero sin espacio donde investigar, la ansiedad de la crítica situación de sus jóvenes compañeros le ha perjudicado en su propia salud: "O eres muy fuerte, o te tiene que afectar", reconoce. A punto de colgar la bata, tiene una única preocupación: encontrar un laboratorio para que no se pierda la investigación que aún queda por consolidar.

"No ha habido criterios objetivos, solo ha habido criterios de imagen"
"Los políticos tienen que saber que si la ciencia gana, la política gana"
"Les era más fácil cerrar el centro que resolver los problemas"
"La productividad de la ciencia es resolver las necesidades de la sociedad"
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Pregunta. A pesar de los recortes en las subvenciones y en las ayudas a la formación desde 2009, la alarma no ha saltado hasta el despido de media plantilla. ¿Les ha faltado acción?

Respuesta. La alarma saltó previamente, pero la ciencia tiene muy poca repercusión social. Quizás haya faltado una postura unánime de los investigadores, pero no acciones. Hace más de un año se nombró a un director científico, Carlos Simón, como consecuencia de la reiterada disconformidad de los investigadores ante los problemas de dirección científica y de gestión económica. Pero nuestra voz nunca llegó más allá del Patronato. Una cuestión añadida es que nosotros no somos funcionarios, por lo que no hemos podido negociar. Desde hace un par de años ha sido evidente que, ante cualquier oposición de los investigadores, a los responsables últimos del CIPF les era más fácil cerrar el centro que resolver los problemas. Esa situación, que siempre genera miedo, significaba paralizar nuestras investigaciones, y eso nos ha importado más que el hecho de que nos tirasen.

P. ¿Los científicos son gente callada?

R. Los investigadores tienen una peculiaridad: la obsesión de conocer, como el artista la obsesión de crear. Lo más importante para un investigador es que le dejen avanzar en su trabajo, y si debe conformarse con medio salario, lo hace para seguir desarrollando su labor. Todo lo que le aleje de su inmediato objetivo le molesta. Por eso podemos pecar de omisión.

P. Un año antes del ERE, la dirección del centro les evaluó, pese a la oposición de muchos investigadores. Su laboratorio superó la evaluación, pero es uno de los que se ha visto obligado a cerrar.

R. Hay quien tuvo menos puntuación que mi laboratorio y se mantiene. Esa evaluación parecía precipitada, porque ya nos habían evaluado dos años atrás para distribuir los espacios de los laboratorios. Los objetivos no estaban definidos, ni tampoco sus consecuencias. En el aspecto económico, se consideró la capacidad de conseguir financiación externa, pero por errores de gerencia se ha juzgado sobre bases no fidedignas. Para el periodo 2011/2012 se consideró que una financiación inferior a 140.000 euros era baja, una entre 140.000 y 280.000 euros era media, y por encima de 280.000 euros era alta. Intencionadamente o no, la financiación de mi grupo fue valorada como baja, a pesar de superar los 250.000 euros. Hace más de un mes escribí una carta al presidente del Patronato, que es el consejero de Sanidad, en la que le manifestaba que han tomado una decisión sobre datos equivocados, y se lo he mostrado con documentos. No he recibido contestación alguna.

P. Otro exjefe de laboratorio del centro, Rafael Pulido, califica el ERE de "ideológico".

R. Hay motivos económicos, pero se trata de una decisión política de no dar dinero, no porque no lo haya. Si los dirigentes valencianos son capaces de la artimaña de concebir el CIPF con una subvención en vez de con una partida presupuestaria de la Generalitat que le asegure su continuidad, es porque no están convencidos de sustentar la ciencia para que la investigación avance en nuestra Comunidad. Aquí han surgido muchas fundaciones sobre la base de que en cualquier momento las pueden eliminar, porque dependen de subvenciones.

P. Desde la dirección del CIPF se asegura que el recorte atiende a criterios de objetividad y productividad. ¿Su línea de trabajo, la investigación en enfermedades raras, no es productiva en tiempos de crisis?

R. No sé cuáles han sido los criterios que han gobernado estos años la gestión de este centro. No ha habido criterios objetivos, pero objetivamente lo único que ha habido son criterios de imagen. La productividad de la ciencia es la capacidad de resolver las necesidades de la sociedad. Si en una misma habitación una persona siente frío y otra siente calor, ¿a quién de los dos debe atender la sociedad? La persona es la que tiene el derecho a la salud y el bienestar y el Estado debe procurar satisfacer los derechos de las personas y sus necesidades. Por lo tanto, no veo una diferencia en términos de productividad entre atender a un porcentaje muy elevado de personas con enfermedades raras o atender a una enfermedad concreta que afecta a muchos pacientes.

P. ¿La ciencia y la política son incompatibles?

R. No necesariamente. La ciencia siempre va a costar dinero y los políticos tienen que saber que cuando la ciencia gana, la política gana. En Estados Unidos creo que lo siguen sabiendo, porque en las épocas de crisis dedican importantes cuantías a la ciencia. Allí la política interviene para potenciar programas de investigación que beneficien a la sociedad. En la política científica española las ideas no son malas, pero quizás falla la continuidad y el lanzarse a tumba abierta. A nivel autonómico es peor: las ideas no están claras y la trayectoria no está definida. Aquí interesa dar muchas ayudas con una cuantía ridícula, incapaz de satisfacer la necesidad de lograr cualquier objetivo importante, pero que mantengan contentas a un montón de personas. Los gobernantes valencianos han demostrado que no tienen visión científica y no van a hacer que esta Comunidad vaya adelante. No creen que la ciencia sea una herramienta útil de resolución de problemas, sino que la ven como un lastre.

P. A los ojos de un científico, ¿cómo se ve que el exgestor del centro, Rubén Moreno, sea ahora diputado nacional en el Congreso?

R. En investigación, la exigencia de que un científico sea productivo, trabaje con rigor y alcance los objetivos que persigue cristaliza en méritos para hacer carrera científica. Por tanto, no entendemos que a un gestor que ha tenido un rotundo fracaso en la dirección de un centro de investigación, sin visión científica ni programación para alcanzar unos objetivos, se le premie políticamente. Es una explicación de cómo funciona la política en nuestro país.

P. ¿Cuál va a ser su situación personal ahora?

R. Estoy en el paro. Después, probablemente, llegará la jubilación, porque no creo que haya ningún atrevido que me contrate por mi edad. Hoy la situación es tan crítica en todos los sitios que no veo posibilidad. Además, en un momento de crisis debe apoyarse a investigadores jóvenes, para que luego tengan continuidad, no invertir en los que están limitados por edad. Bien me gustaría seguir, pero no soy un irresponsable.

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