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jazz | eva cortés

No fue una inocentada

No había otro día en el año. Eva Cortés tuvo que elegir, precisamente, el 28 de diciembre para grabar su primer CD y DVD en vivo. Y, claro, más de uno se lo tomó a chufla. Que no cuela, Eva. Servidor, por si acaso, se personó en la sala a la hora fijada, por lo que pudiera pasar. Allí estaba el escenario convertido en un plató cinematográfico y, entre las mesas, deambulaba un pequeño ejército de técnicos dedicados afanosamente a quién sabe qué cosa. Al final resultó que había que ir al concierto con un manual de instrucciones. Prohibido aplaudir después de un solo; nada de toses ni de cuchicheos. Luego ocurre que al barman se le ocurre mover las botellas de sitio en medio del solo de contrabajo, y a ver quién le dice nada. Esto es un club de jazz, señores. Conclusión: que para el segundo pase, las normas fueron oficialmente derogadas y todo pudo transcurrir entre

el bullicio y la algarabía que habitualmente rodea al jazz.

Qué respiro.

Muy en su papel, la estrella de la noche refulgió bajo los focos con su vestido ceñido color rojo carmín a juego con su pintura de labios. Lo que se dice, una diva. Y políglota. Eva le canta a uno en castellano aflamencado y en inglés de Oxford; en francés aprendido durante sus largas estancias en el país vecino y en portugués de diccionario online. Le gusta dar la vuelta a las cosas: Que reste-t-il de nos amours la canta (parcialmente) en inglés; y Fragile (Sting), en francés, con la debida autorización de su autor. Un canto a la maternidad y un recuerdo para su infancia en el sevillano barrio de Los Alcores. Y detrás, Pepe Rivero, liderando el mejor trío rítmico imaginable. La audiencia le gritaba "¡guapa!". Pues eso.

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