Pedir préstamos o subir impuestos
Que se sepa hasta ahora solo hay dos fórmulas para cubrir las necesidades de los Estados, para atender los servicios sociales, para mantener la cohesión social: o se recauda vía impuestos o se pide dinero prestado. La primera de ellas hace años que cayó en desgracia y el pensamiento socialdemócrata no ha podido o sabido contrarrestar la abrumadora presión de los conservadores, de manera que ha calado en la sociedad la idea de que los impuestos no valen para nada.
Pues bien, si los Estados no consiguen recaudar lo suficiente para sostener los servicios, no queda otra que pedir dinero prestado. Como esto último es fácil, no tiene coste electoral y no se precisan explicaciones, casi todos han acudido ansiosos a este procedimiento, orillando la fiscalidad. Ahora bien, debemos conocer que esta fórmula no es ni mucho menos inocua: hay que devolver lo prestado y hay que retribuir el capital con intereses. Es decir, más deuda pública y más déficit.
Además, si ingresamos levemente en el terreno moral se puede concluir que el recurso a la deuda es también una cobardía puesto que los vencimientos permiten trasladar a futuras generaciones los pagos mientras los beneficios se recogen por las actuales.
Los odiados impuestos, por el contrario, tienen un respaldo enorme de justicia, de inmediatez, de claridad. Los pagan los mismos que reciben los beneficios y los servicios, no los que vienen detrás.
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