Gobierno de amigos

Rajoy ha buscado a los amigos y ha echado mano de ellos. El Gobierno es muy previsible y, con algunas excepciones, es la búsqueda de la lealtad, la proximidad y la confianza con sus integrantes. La mayoría son amigos suyos desde hace años: García Margallo, Jorge Fernández, Cañete, Sáenz de Santamaría, Montoro... Ha primado la amistad a cualquier otra cosa. De todos, quizás el nombre más sorprendente es el de Jorge Fernández como ministro del Interior. Reúne la condición de ser persona de la confianza de Rajoy, pero es sorprendente porque nunca ha tratado ningún asunto vinculado con ETA y deberá ser el ministro que pilote el final del terrorismo. Fernández ha seguido a Rajoy como secretario de Estado en Educación, en Presidencia, en Administraciones Públicas y ahora en Interior. Es una persona ultracatólica, promotor del homenaje frustrado a la Madre Maravillas en el Congreso.

La otra novedad es José Ignacio Wert, sociólogo y tertuliano habitual, cuyo nombre había sonado para dirigir RTVE si ganaba el PP. Una persona respetada por los medios y es la guinda del independiente sorpresa que tienen todos los Gobiernos. El resto es bastante previsible. Incluidos De Guindos, Soria o Cañete. Están las personas de más confianza de Rajoy, como Ana Pastor, Ana Mato, Arias Cañete o Cristóbal Montoro. Pedro Morenés para Defensa tiene el perfil institucional y casi de Estado que requiere ese ministerio. Gallardón es también previsible en Justicia. Fiscal de carrera, aunque casi no ha ejercido, da también el perfil.

La carambola más llamativa y polémica es que Ana Botella será la alcaldesa de Madrid, en el momento en el que peor está el Ayuntamiento: más endeudado y con mayor déficit. Gallardón tendrá que negociar con Esperanza Aguirre la devolución de las competencias de Justicia. Él ha casado a homosexuales y está por ver que promueva la derogación de la ley. Hay también un premio al equipo del grupo parlamentario en el que ha confiado en esta legislatura: la propia Soraya Sáenz de Santamaría, Fátima Báñez y Montoro.

El nombramiento de Soria tiene la lógica de quien ha sido sacado de su comunidad para que sea diputado. El de Ana Mato es el premio a la constancia y a haber dirigido la campaña que le ha llevado a La Moncloa. González Pons queda fuera después de partirse la cara durante años. Salvo que quiera ponerle al frente del PP en el congreso de febrero. ¿Y Federico Trillo? Sería un buen embajador en el Vaticano. Después de haber dado la lata con el número de ministerios, casi no se ha reducido el número de departamentos. La paridad pasó a mejor vida: diez hombres y cuatro mujeres y tampoco hay ningún criterio de territorialidad, porque Rajoy puede hacer lo que quiera.