El retorno de Alemania
Cuando han pasado más de 20 años desde el final de la guerra fría, una sensación de déjà vu vuelve a plantear asuntos que parecían resueltos. En Moscú, los manifestantes vuelven a llenar las calles para exigir el fin del poder autoritario; en esa ocasión, su blanco es Vladímir Putin, en vez del Partido Comunista. En Europa, la resolución de la crisis de la deuda soberana de acuerdo con las condiciones de Berlín ha servido para recuperar la "cuestión alemana" del basurero de la historia.
Tardaremos un tiempo en ver qué sucede a continuación en la versión rusa de la primavera árabe impulsada a través de Facebook. Pero la dominación alemana de Europa ya es suficientemente real como para haber movido al primer ministro británico, David Cameron, a renunciar a cualquier papel en el futuro de una Unión Europea dirigida por Alemania que limitaría la soberanía de Reino Unido.
Un país gobernado con tal rectitud democrática es el sostén que necesita Europa
Hace mucho tiempo que Margaret Thatcher vio el reto que iba a afrontar Cameron. En una discusión llena de franqueza sobre la unificación alemana, celebrada al final de la guerra fría con François Mitterrand, George H. W. Bush y Mijaíl Gorbachov y que se publicó en la revista New Perspectives Quarterly (NPQ) en 1995, Thatcher no se mordió la lengua: "Yo me opuse a la unificación alemana desde el principio por razones obvias. Unificar Alemania iba a convertirlo en el país dominante dentro de la comunidad europea. Los alemanes son poderosos y eficientes", afirmó entonces.
Y continuó con unas palabras dirigidas a Bush y Gorbachov: "El presidente Mitterrand y yo lo sabemos. Hemos estado en la mesa de negociaciones muchas veces. Alemania utilizará su poder. Aprovechará el hecho de ser el mayor contribuyente a Europa para decir: 'Yo doy más dinero que nadie, así que debo salirme con la mía en lo que yo quiera'. Se lo he oído en varias ocasiones. Y he visto cómo los países pequeños se mostraban de acuerdo con Alemania con la esperanza de obtener determinadas ayudas. El Parlamento alemán no estaba dispuesto a ratificar el Tratado de Maastricht si el banco central de la divisa única no se establecía en su territorio. ¿Qué dijo la Unión Europea? Muy bien, lo tendréis".
Después, Thatcher dijo lo que seguramente piensa hoy Cameron: "Todo esto va directamente en contra de mis ideales. Algunos dicen que hay que sujetar Alemania a Europa para evitar que esas características vuelvan a salir a la superficie. Pues bien, lo que han hecho no es sujetar Alemania a Europa, sino Europa a una Alemania en una nueva posición dominante. Por eso la llamo la Europa alemana".
En la discusión de 1995, ni Bush ni Gorbachov compartieron la alarma de Thatcher. "Yo pensé que la unificación alemana beneficiaría los intereses fundamentales de Occidente", dijo Bush. "Me pareció que había llegado el momento de confiar más en los alemanes, dado todo lo que habían hecho desde el final de la II Guerra Mundial".
La Unión Soviética, a pesar de su oposición inicial a la unidad alemana, acabó aceptándola. Como dijo Gorbachov: "El presidente Bush tenía razón sobre Alemania. Los alemanes habían aceptado los valores democráticos. Se habían comportado de forma responsable. Habían reconocido su culpa. Habían pedido perdón por su pasado y eso era muy importante. Por tanto, aunque fuera difícil de aceptar, era inevitable que la dirección soviética tomara unas decisiones coherentes con esa realidad".
La respuesta que más contradice la preocupación histórica de Thatcher es la de Polonia, el país que más sufrió a manos de Alemania. Para el actual ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, la fortaleza alemana es un ancla muy beneficioso para Europa ahora que tiene que hacer frente al mercado mundial de bonos y el espectro de un crecimiento cada vez más lento.
"El mayor peligro para la seguridad y la prosperidad de Polonia", dijo hace poco Sikorski, "no es el terrorismo, ni los talibanes, ni los carros de combate alemanes, ni los misiles rusos, sino la bancarrota de la eurozona... Es probable que yo sea el primer ministro polaco de la historia que dice esto, pero lo voy a decir: tengo menos miedo al poder alemán que a la inactividad alemana. Os habéis convertido en la nación indispensable para Europa. No tenéis más remedio que dirigir".
Tanto Thatcher como Sikorski tienen razón; sus opiniones son la cara y la cruz de la misma moneda de euro. Una Europa en la que Alemania es la nación indispensable es, sin duda, una Europa alemana.
Pero una Alemania gobernada como lo está hoy, con una rectitud democrática que Thatcher admiraría, en vez de la temeridad obsesiva del Reich, es precisamente el sostén que necesita Europa.
Nathan Gardels es director de New Perspectives Quarterly y de la Global Viewpoint Network de Tribune Media Services International. © 2011 Global Viewpoint Network; distribuido por Tribune Media Services. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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