La rubia espanta la crisis en Salvaterra
Las pesetas vuelven a ser de curso legal en la Raia y aflora el dinero que gallegos y portugueses aún guardaban desde 2002
El primero que cobró en pesetas, en el mes de octubre, fue un taxista. Un cliente vio el letrero que llevaba pegado a la ventanilla y abonó la carrera con un billete caduco que guardaba ya sin nostalgia desde hace casi diez años. En Salvaterra hay 49 negocios que han colgado el anuncio de que aceptan como forma de pago la fenecida moneda española. El último en sumarse ha sido un bar. Hay también restaurantes, electricistas, ópticas, farmacias, zapaterías, talleres, tiendas de electrodomésticos, de ultramarinos, de ropa deportiva, de decoración. Incluso una agencia de seguros. Y las rubias triunfan en este pueblo al borde del Miño, que aquí separa Salvaterra de Monçao. Tanto, que el retorno de la (aquí para nada antigua) peseta atrae todos los fines de semana clientes de fuera y está espantando la crisis que azota a los comerciantes que cobran en euros.
Un hombre reparó el coche con los billetes de 2.000 que juntaba su hijo
Uno va con lo que guardaba en casa, paga y recibe la vuelta en moneda única europea. Si las pesetas no alcanzan, completa la diferencia en euros. En pocos días, un par de dueños de negocios de Salvaterra irán a A Coruña con lo recaudado hasta el momento por el medio centenar de empresas para cambiar pesetas por euros en el Banco de España. Todavía no han echado cuentas de lo que llevan recogido porque no hay valiente que se ponga a contar el metálico, pero en lo que atañe al papel ya rondan el millón de rubias. Nada, en realidad, si se tiene en cuenta que el Gobierno del Estado estima que en los hogares de España aún se guardan más de 1.700 millones de euros en pesetas.
Visto el éxito, la campaña, que ya tenía que haber concluido, prolonga ahora su vigencia hasta el 30 de diciembre y hay comerciantes que quieren perdonarle la vida a la peseta para siempre. "Muchos preguntan por qué no dejamos esto de forma indefinida", comenta Luz Fernández Alonso, portavoz de la Unión de Empresarios de Salvaterra de Miño (Unes), la plataforma organizadora de la campaña. "Podríamos hacerlo, pero sería un coñazo, porque estas cosas, con el tiempo, se olvidan. Ya no surten efecto".
Mientras no decae el invento, los clientes están llegando, "sobre todo a comprar caprichos", de toda la provincia de Pontevedra. E incluso de Portugal vienen arraianos que se habían quedado con pesetas, para ellos una moneda cotidiana. Ahora, estos empresarios de Salvaterra, que lanzaron la promoción para dar a conocer su recién constituido colectivo (en el municipio existe otro que se fundó mucho antes), "están pensando en cambiar también escudos", anuncia la portavoz. "Ya nos hemos informado", sigue, "aunque hay un pequeño problema: el Banco de Portugal ya no admite monedas, solo billetes".
Aquí, igual que se hizo en marzo en Mugardos, de momento se cuenta en pesetas y tanto hay quien llega a la tienda y suelta lastre en metálico (solo se aceptan monedas de la última etapa) como quien acude con unos billetes que topó por sorpresa, doblados en una gabardina vieja (todo el papel acuñado desde el 49 es válido). La idea se le ocurrió a Sandra Ameijeira, la de la óptica. Muchos de los socios se llevaron las manos a la cabeza cuando oyeron la propuesta, pero ahora se sacan el sombrero. De todas formas, en el colectivo son 65 socios y no todos se sumaron.
A la propia Luz Fernández, que regenta el taller de Peugeot, un cliente le pagó la reparación del coche (cambio de aceite, filtros y algo más) con siete billetes de 2.000 pesetas que encontró escondidos "en la cajita de una radio pequeña". Al hijo de este señor le gustaban mucho aquellos retales rojos de papel e iba coleccionando todos los que caían en sus manos. En este tiempo, en Salvaterra se han vuelto a ver los azules de 10.000, los grises de 5.000 (el primero llegó a la tienda de electrodomésticos, y los comerciantes se sorprendieron del tamaño, que ya no recordaban; "eran grandes como un mundo"), la cara de Rosalía de Castro, la de Bécquer, la de Manuel de Falla y, por supuesto, también la del generalísimo. Muchas cajas registradoras del pueblo jamás habían catado ciertas ediciones predemocráticas. Hubo quien, entre la calderilla, entregó un billete de peseta. La infrecuencia de ciertos ejemplares atrajo ya a coleccionistas, que se presentaron en varias tiendas siguiendo el rastro de algún billete. En la óptica alguien intentó pagar con tiradas de antes del 49. No valían, pero la dueña los aceptó igual por su rareza.
Dos hermanos de Baiona llegaron con la encomienda paterna de liquidar todo el difunto papel que había en casa. Compraron un jamón para el padre, una figura para la madre y ropa de deportes para ellos. Gracias a la fiebre vintage, otra chica adquirió un perfume con las 15.000 pesetas que descubrió en el bolsillo de un abrigo recuperado del armario de su madre. Los comerciantes están encantados, dicen que les han llamado "hasta de Extremadura Radio". Y creen que nadie los está utilizando, de momento, para lavar la ropa sucia. Aunque el dinero negro también es de curso legal y se acepta. Si alguien quiere blanquear "bienvenido sea", dice riendo Luz Fernández.
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