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Crítica:LECTURAS COMPARTIDAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Puro y desnudo

Rosa Montero

Siendo como es un importante pintor, escultor y diseñador, se diría que Alberto Corazón es un hombre esencialmente de imagen. A menudo, he podido comprobar que aquellos que se dedican a las artes visuales suelen tener cierta incapacidad para expresarse verbalmente; es como si sus formidables miradas creativas hubieran nacido de ese silencio, o de la necesidad de hacerlo sonoro de algún modo. Corazón, en cambio, ama la palabra, necesita la palabra, incluso incluye muchas veces palabras en sus cuadros. Y, sobre todo, escribe maravillosamente. Eso sí, con una parquedad inusitada, como quien destila cada una de sus frases por medio de un dificultoso proceso alquímico. De manera que ha publicado pocos textos, y esos pocos son además muy breves. Hace tres años sacó Una mirada en palabras, un pequeño libro que reunía varios ensayos anteriores sobre arte, un texto precioso lleno de hallazgos formidables como, por ejemplo, "la esperanza de significado es lo que alienta todo acto de creación" o "el gran arte nunca habla desde el yo". Es la sencillez de la verdadera sabiduría.

Pero ahora Alberto Corazón acaba de publicar un libro único que va más allá de sus textos anteriores y, de hecho, mas allá de casi todos los libros conocidos. Quiero decir que es una obra radicalmente original, aunque se trata de una originalidad esencial, crecida desde dentro, que no tiene nada que ver con una voluntad de experimentalismo. Es un libro modesto, puro y desnudo. Es una voz que viene de muy lejos. Un murmullo hipnotizador y casi alienígena.

Se titula Damasco suite, somos imágenes, y ese título es probablemente lo único que no me gusta de todo el volumen. Los textos están sacados de los cuadernos de viaje que Corazón siempre lleva consigo y en los que dibuja y toma notas. Las páginas impresas intentan reproducir el ritmo de escritura de los cuadernos, a veces con frases largas y otras cortas, de manera que, de primeras, están tan llenas de espacios en blanco que casi parecen poemas. Pero no lo son. Son sólo los apuntes que Corazón tomó durante un viaje a Damasco, con motivo de una exposición antológica que le hicieron en el Museo Nacional de esa ciudad en 2003. Ahora ha publicado en versión asequible de solo texto un libro que salió en 2004 acompañado por veinte serigrafías en una edición de lujo (Ahora, Ediciones de Bibliofilia). Las notas hablan de los preparativos de la muestra, del viaje, de Siria, de Damasco; del pasado de Corazón, de su relación con el arte, de la creación en sí, de la vida, del dolor y de la alegría. Damasco es la ciudad viva más antigua del mundo, y esto no es baladí, porque el libro entero parece estar narrado desde fuera del tiempo. Corazón escribe con un pie en la eternidad y con ojos de visionario. Esos ojos capaces de ver lo que no existe.

Y así, Corazón cuenta cosas. Las ha presenciado en Siria, pero parecen sacadas de una antigua leyenda. O de un oscuro sueño. Por ejemplo: en una pasarela sobre una autopista, ve a un grupo de jóvenes con un halcón disecado. Uno se coloca al animal en el brazo, simulando ser un antiguo cetrero, y otro le retrata con una cámara: "Es evidente que han ido ahí para hacerse esa fotografía: El cetrero, sobre un río de automóviles". O bien, en mitad de la nada, en un mercado rural de ganado: "Las transacciones se hacen cogiéndose las manos, en un lenguaje secreto de dedos contra la palma, tapados los dos brazos por un gran pañuelo negro. Ninguno de los dos pronuncia una sola palabra. Cuando los dedos dejan de hablar, el pañuelo se retira. El trato ha sido realizado sin que nadie pueda saber el precio pactado". Son escenas enigmáticas, resbaladizas, exóticas. En realidad todo el libro resbala entre tus manos, hacia el tiempo sin tiempo, hacia un territorio que bordea lo indecible. Hay cierto matiz alucinado en el texto de Alberto Corazón, algo como profético, una religiosidad sin religión, el impulso de unirse con el todo o de alcanzar a ver el corazón secreto de las cosas. Y también hay una densidad de sentido inusitada, como si las palabras dijeran mucho más de lo que dicen, como si guardaran un significado que se escapa.

Entre las escenas, las reflexiones. Pensamientos limpios y duros como diamantes helados. "El artista acepta que lo que intuye puede ser más sólido que lo que entiende". O bien esta perfecta definición del Museo Nacional de Damasco, que es un mundo en sí mismo, un lugar abigarrado, destartalado, inmenso, lleno de maravillosas piezas en polvoriento desorden: "El caserón de este museo es como un arca de Noé al que hubieran sido arrojadas las especies de nuestra cultura". Ese Museo, que existe pero parece un lugar imaginario, se convierte en uno de los protagonistas del libro. La exposición se atrasa, no se cuenta por qué, y Corazón se refugia en un pequeño despacho que le prestan y del que se diría que es imposible salir. Como una cueva embrujada y maldita. A decir verdad, no sé ni cómo ha conseguido regresar de Damasco.

No hay en esta Siria de Corazón los tumultos de los ciudadanos que luchan por su libertad ni la horrenda y sangrienta represión. Todo eso estalló después de su viaje, pero además es que se diría que el libro pertenece a otra dimensión, a un mundo paralelo, primordial, arquetípico, en el que las palabras todavía se están inventando y mantienen intacto un poder mágico, la capacidad de nombrar y crear. Como cuando empieza a describir los pigmentos tradicionales: "El blanco albayalde, virutas de plomo que se disuelven en un cuenco de vinagre (...) asfalto para conseguir un pardo reluciente; bermellón, una pasta de mercurio y azufre; amarillo de azafrán del Yemen; azul de piedras de cobalto; el lapislázuli de Afganistán; verdes de arsénico, claro y oscuro, de malaquita egipcia, como el naranja del alazor con el que tintaban las envolturas de las momias". Son las Mil y Una Noches, es un mundo de misterio y mito, son palabras talismanes que dan vueltas en el interior de la boca como caramelos. Este breve libro, que tiene la grandeza de ser modesto, chisporrotea de imágenes, pensamientos y emociones. Un pequeño cofre de tesoros.

Damasco suite, somos imágenes. Alberto Corazón. Antonio Machado Libros. Madrid, 2011. 132 páginas. 16 euros. Una mirada en palabras. Alberto Corazón. Seix Barral. Barcelona, 2008. 142 páginas. 16 euros.

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