Goya y algún demonio
Acaba de recibir el Premio Nacional de Narrativa por su valiente y aclamada obra 'Tiempo de vida'. El escritor traza una culta guía personal por ermitas, parques, convento y algún bar
1. Estatua del 'Ángel caído' en el Retiro. Siempre me ha inquietado. Me recuerda a José Bergamín, el poeta, al que quise mucho y que tiene un tratado, La importancia del demonio, que recomiendo. Madrid es la única ciudad en la que se le dedica una estatua al demonio.
2. Iglesia de San Antonio de los Alemanes (Puebla, 22). Es una iglesia muy secreta del siglo XVII. Detrás de su fachada austera de ladrillo, típica de los Austrias, se esconde una nave elíptica de muros y bóvedas con frescos de Lucas Jordán, Carreño y Francisco Ricci. Es una sorpresa: una iglesia tan rica en pintura, en Madrid.
3. Convento de las Descalzas Reales. Retrotrae a un Madrid del siglo XVI, con unos tesoros en pintura, artes decorativas... Lo fundó una hermana de Felipe II y ahí ingresaban las hijas de la nobleza que aportaban rubens, tizianos... Es muy curioso que en el Madrid más ruidoso haya unas monjas con un huerto llevando una vida contemplativa como hace 500 años.
4. Lhardy (Carrera de San Jerónimo, 8). Además de ser uno de los lugares de tertulias clásicos de Madrid, donde se organizaban todas las conspiraciones de la Restauración, sus caldos son maravillosos. Mi familia paterna tuvo una perfumería enfrente, La Inglesa, y mi tío abuelo tenía contacto con el dueño. También iba algún republicano del exilio interior, como el fundador de la librería Santa Fe que había enfrente. Este restaurante era un espacio importante en el Madrid más siniestro de la posguerra.
5. Cock (Reina, 16). Durante años perjudiqué grandemente mi hígado en divertidas noches madrileñas en este lugar al que, afortunadamente para mi salud, ya no voy tanto. Fue el reservado del Chicote, local que, por cierto, ha salido perjudicado por el poco respeto a su estética (Reina 16).
6. El quiosco de prensa frente a La Menorquina. Era un placer comprar a las dos o las tres de la mañana el periódico del día siguiente, en Sol. Ahora es imposible, no sé por qué, pero ese placer me ha sido negado desde hace ya muchos años.
7. Calle de Buenavista. Desde Santa Isabel a Lavapiés baja abruptamente y proporciona una de las mejores vistas de la ciudad, con sus anocheceres naranjas que se dan con el cielo contaminado. Es una calle de oficios antiguos, como guitarrerías.
8. Calle de Valverde. Es una de las más bonitas de Madrid. No sé qué me gusta más, si tenerla de espaldas a la Gran Vía o enfrente del edificio de Telefónica iluminado por la noche. Max Aub dedicó a esta calle una obra, La calle de Valverde, donde habla del mestizaje social y de esas casas muy buenas de la burguesía acomodada que se mezclan con otras muy humildes, que es algo típico madrileño.
9. San Antonio de la Florida. Estuvo años cerrado y era imposible ver los frescos de Goya. Era una gran frustración porque cuando empecé a tener curiosidad no se podía. Cuando por fin lo abrieron fue una satisfacción y guardo un recuerdo especial de la visita que hice con el escritor Sergio Pitol y sus comentarios siempre atinados.
10. Parque de la Villa de París. Representa ese proyecto del Madrid burgués que siempre ha sido imposible. Cuando paso siempre pienso que me gustaría vivir ahí. Ahora suelo llevar a mi hijo al parque infantil que tiene al lado. Es muy parisino.
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