El peligro valenciano
El PSC ha perdido un año de la manera más miserable. Ha vivido un tiempo decisivo, que debía servir para sentar las bases de su reconstrucción, en situación de provisionalidad absoluta. Resultado: ha regalado espacio al Partido Popular y ha sido incapaz de capitalizar el desgaste y los errores del Gobierno de CiU. Todos ganan, el PSC pierde más de un tercio de sus votos.
Con un primer secretario, José Montilla, en situación de interino desde la noche de las elecciones autonómicas, el PSC ha desaparecido de una escena política monopolizada por CiU y por el PP. El recurso a Carme Chacón, cada vez más ajena a los códigos de la política catalana, acompañada de un elenco de veteranos del aparato del partido, ha confirmado la sensación de que era directamente el PSOE y no el PSC el que se presentaba a las elecciones, agravando la crisis de identidad del socialismo catalán.
Con este espectacular retroceso, el PSC ya no puede perder más tiempo. Los dirigentes socialistas ya ni siquiera tienen la coartada de haber llegado primeros en Cataluña, pero es probable que intenten escudarse en la derechización general del país para hacer una infantil apelación a la resistencia en espera de tiempos mejores. Lo cierto es que desde que Maragall se fue, el partido ha vivido sin un liderazgo social en el que trascienda la marca y ha perdido sus referentes. El PSC ya no sabe dónde está. Con lo cual o va a un congreso abierto y realmente renovador o corre riesgo de entrar en un proceso de valencianización, es decir, de pérdida de protagonismo creciente por el empeño de unos pocos de controlar el partido, aunque sea el precio de arruinarlo. El PSC debe resituarse en el mapa político, asumir para siempre que su prioridad es gobernar Cataluña y no España, y volver a empezar. Necesita un verdadero congreso de refundación: de ideas, de personas, de estrategias. Todo lo que sean apaños no hará más que prolongar la decadencia.
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