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Análisis:ELECCIONES 2011
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Qué va a pasar con el euro?

Esta es una pregunta que precisa una respuesta clara y convincente, una respuesta basada en la lógica económica y en los condicionantes políticos.

Después de Grecia e Italia, que han pasado por crisis políticas que han obligado a cambios de gobierno rápidos, esta semana ha sido dura para muchos países y, en particular, para la economía española. El comportamiento de la prima de riesgo nos ha traído a todos por la calle de la amargura. Las voces que mantienen que la zona euro se rompe empiezan a ser legión. Se guían, dicen, por la lógica económica.

La puesta en marcha de la unión monetaria debería haber estado sustentada en economías sólidas con reputación a la hora de gestionar sus cuentas públicas y en economías más homogéneas en términos de cultura económica. Como este no ha sido el caso, continúa el argumento, la única alternativa posible es la que contempla una ruptura de la zona euro que puede producirse en dos escenarios: el que implica que países como Grecia, España, Portugal salgan de la zona euro y recuperen sus antiguas divisas o una ruptura más "suave" de reagrupamiento de la zona euro en dos partes, la zona euro central con países, como Alemania, Austria, Holanda y Finlandia, y el resto, que tendrían que solucionar sus problemas de endeudamiento excesivo recurriendo a la utilización de un euro devaluado que les permitiría obtener ganancias en competitividad.

Un arreglo con dos euros, el fuerte y el débil, conviviendo de forma armónica no es ninguna solución a medio plazo
Habrá que aceptar que, desde que se implantó el euro, se precisa mayor centralización en la gestión económica europea

Hay un tercer escenario que no contempla la ruptura del euro, al que me referiré más adelante.

No asigno mucha viabilidad al primer escenario de ruptura el euro porque significaría una catástrofe para el PIB europeo. Tampoco el segundo escenario tiene, a mi juicio, demasiada lógica económica. Si sabíamos, y ha quedado corroborado, que la Europa del euro no constituía una "zona monetaria óptima", ¿por qué hemos de pensar que el área formada por Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia y quizá Francia fuera a constituir una zona monetaria óptima para una moneda más débil? Esta especie de arreglo con dos euros, el fuerte y el débil, conviviendo armónicamente no creo que sea ninguna solución a medio plazo. Me inclino, por tanto, a pensar que si se rompe el euro se romperá con todas sus consecuencias y con todos los costes que ello genera.

Pero estas no son las únicas opciones. Todavía subsisten otras voces que opinan que el euro puede mantenerse, aunque su futuro dependa de reformas sustanciales que implicarán cambios a medio y largo plazo de calado; cambios en los tratados y cambios en los estatutos por los que se rige desde su constitución el BCE (Banco Central Europeo), que no tendría que dedicarse sólo al control de la inflación, sino que, a imagen de otros bancos centrales, debería ocuparse también del devenir económico de la Eurozona.

Hay quien mantiene que el mero hecho de que el BCE deba velar por la estabilidad financiera faculta a éste a actuar sosteniendo con determinación la deuda de países como Italia y España. Es posible. Pero los cambios necesarios para que Alemania tolere una monetización de la deuda pública en la zona euro, que puede generar una inflación posterior, pasan porque los Estados miembros dejen de tener el margen de maniobra que les permite diseñar sus políticas presupuestarias, impositivas, laborales, etcétera. Quedaría margen, claro está, para elaborar políticas propias, pero éstas estarían restringidas por acuerdos fiscales y de otra índole de obligado cumplimiento. Los años de funcionamiento del euro han dejado claro que la interrelación entre la política monetaria y la política fiscal es evidente y la matemática "desagradable" de la que hablaban Sargent y Wallace, algo a aceptar sin reservas.

La situación que vivimos es no sólo un caos económico brutal; constituye un fracaso de gestión de los líderes europeos de primera magnitud y deja entrever una situación de crisis de los Estados. Para poder seguir manteniendo el euro, que ha resultado ser, hasta hace bien poco, origen de beneficios económicos para todos los Estados, van a tener que replantearse cuáles son sus competencias. Habrá que aceptar que las economías nacionales, desde que se implantó el euro, son economías regionales y que se precisa una mayor centralización en la gestión económica europea. Los cambios son inevitables, pero, sobre todo, lo que es inevitable es que los países centrales, Alemania fundamentalmente, deseen que el euro se mantenga y se vean obligados a defender esta posición en brevísimo plazo. Si el BCE se pudiera comportar como la Reserva Federal de EE UU muchos de los problemas que nos aquejan habrían quedado ya resueltos, y los acreedores, en lugar de actuar con una visión muy de corto plazo, serían capaces de operar con visiones de medio plazo que permitirían encontrar soluciones sostenibles a economías como la italiana o la española.

No tengo dudas al asignar una mayor probabilidad a la última de las tres alternativas mencionadas. Las dos primeras, o no tienen lógica económica o implican un coste excesivo. Incluso un país como Alemania, con una cultura económica diferente, tendrá que aceptar que este es el caso.

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