¿Una nueva capitulación de París?
Algunos franceses creen que su país se está rindiendo a Alemania, pero la mayoría agradece que la debilitada Francia se enganche a la locomotora
Suena la Marsellesa y aparece la bandera francesa con un rótulo: "Discurso del presidente de la República". Aparece el muñeco de Angela Merkel, y dice: "¡Franchutes, tenéis que trabajarrr más, nada de 35 horas semanales, hay que producir! ¡O este año no tendréis regalos en el árbol de Navidad!". Cuando acaba la regañina, suena otra vez la Marsellesa.
La escena se emite, con variaciones más o menos hilarantes, desde hace varios días en los guiñoles de Canal+. Y resume una sensación cada vez más extendida en Francia respecto a la nueva alianza de hierro forjada entre París y Berlín. Lo que fuera del territorio del Hexágono se conoce como el Directorio Merkozy, en el que Merkel hace las veces de presidenta de la Unión Europea y Sarkozy actúa como vicepresidente, dentro de Francia empieza a verse cada vez más como una simple capitulación política de París ante el poderío económico de Berlín.
La popularidad de Sarkozy ha subido como la espuma en las últimas semanas
Pero, a la vista de los sondeos, que han hecho subir como la espuma la popularidad de Sarkozy en las últimas semanas, muchos franceses están encantados con la nueva situación.
"Francia sabe que si quiere seguir contando en el mundo debe seguir en todo a Alemania", explica Dominique Reynié, profesor de Ciencias Políticas en París y director de la Fundación para la Innovación Política. "Los alemanes no nos consideran un país serio, pero les interesa tener nuestras cuentas públicas controladas. Ahora solo les preocupa salvar el euro por evidentes razones económicas, para evitar la tragedia. Y Francia trata de compensar sus déficits (político, financiero y comercial) con mucho activismo político. Este discurso es inédito en la historia europea porque solo hoy Alemania se siente superior a Francia. Y lo es porque hoy las finanzas son todo".
El propio Sarkozy parece ver las cosas de esa forma. Lleva semanas elogiando el modelo alemán de austeridad con crecimiento, y defendiendo la "convergencia" de Francia con Alemania como "única alternativa al enfrentamiento y a la confrontación". "Yo no digo que seamos lo mismo que los alemanes, ni que el modelo alemán sea perfecto, pero prefiero que nos inspiremos en un modelo que funciona antes que en uno que se derrumba", afirmó la semana pasada en Estrasburgo hablando ante un grupo de jóvenes estudiantes.
Y luego justificó así su proyecto: "He querido que Francia se acerque a Alemania y que no siga siendo simplemente el líder de los países del sur. El plan que perseguimos es el de acercarnos a Alemania, compartir con Alemania, comprendernos mutuamente con Alemania. No hay otra opción".
El poeta vasco Francisco Javier Irazoki, que lleva viviendo en Francia 40 años, explica que los franceses sienten históricamente "una evidente admiración por la eficacia germánica y su sistema federalista, un sistema que los franceses consideran inaplicable, por razones históricas, en su propio país".
Además, Irazoki percibe en la relación mutua una debilidad francesa, el miedo a la confrontación con Alemania. Una aprensión histórica que se ha acentuado con la crisis. "En mi familia tengo al dramaturgo Armand Gatti", dice el poeta. "Era anarquista y se enroló en la resistencia contra el nazismo, estuvo en un campo de concentración, lo condenaron a muerte -sentencia incumplida por tener Gatti menos de 18 años-, y recorrió más de 1.500 kilómetros en su huida a pie. Actualmente, Gatti conserva una energía sorprendente y un discurso político radical, pero suaviza la expresión en cuanto intuye una posibilidad de convivencia pacífica con Alemania. Ahí está el conocimiento de quien ha sufrido. Dijo que el pueblo francés se había comportado con frivolidad cuando, en 2005, el voto negativo se impuso en el referéndum sobre el tratado que establecía una Constitución para Europa. A él no le hizo ninguna gracia la ligereza de sus compatriotas, que perdieron la ocasión de compartir un espacio político con los alemanes".
El periodista Philippe Visseyras, redactor jefe del programa de información política De 7 a 8, que se emite en TF1, considera que "Sarkozy ha creado el mito Merkozy para tratar de mantener la grandeur perdida del país y su disfraz de salvador del mundo". Pero añade: "En la relación entre ambos todos sabemos quién lleva los pantalones. Desde que Mitterrand y Kohl se hicieron la foto en Verdun, Francia ha sido el brazo político de Alemania en Europa. Hoy Berlín ha decidido ejercer su influencia política y dicta las condiciones. Y Sarkozy está aprovechando esa necesidad mutua porque sabe que los franceses piensan que, cuanto más cerca estemos de los alemanes, mejor para nosotros. Por eso la desigualdad actual no produce en Francia una sensación de haber caído, una vez más, en la dominación alemana".
Las tres velocidades
La larga historia de encuentros y conflictos entre las dos orillas del Rin lleva décadas decidiendo el destino de Europa. En 1940, Manuel Chaves Nogales narró en La agonía de Francia cómo la clase política y empresarial francesa renunció a sus ideales demócratas pensando que sería más beneficioso colaborar con el invasor que luchar contra él. "¡Antes la esclavitud que la guerra!", escribía Chaves Nogales. 70 años después, gracias a la crisis, las decisiones alemanas son otra vez ley en París.
El punto de inflexión se produjo en agosto. Merkel y Sarkozy se vieron en París, y Alemania dictó la agenda para salvar el euro: rescate de Grecia renunciando al 50% de la deuda; reforma de los tratados para castigar a los países que no cumplan los objetivos fiscales y para acabar con el voto por unanimidad, y un federalismo de hecho, con la vigilancia a priori de los presupuestos nacionales. Empezando por la díscola Francia, que desde ya somete sus cuentas a los criterios del Bundesbank y del Bundestag.
"Alemania y Francia han decidido responder a la más grave crisis vivida en la casa común confiscando las llaves", ha escrito Pietr Smolar en Le Monde. "Es la victoria por KO del Consejo sobre la Comisión, despreciando la práctica del consenso a 27. (...) La ortodoxia presupuestaria coloca al norte contra el sur. La Europa a 17, la de la zona euro, se desprende del resto en silencio".
Pese a los desmentidos alemanes, Berlín vislumbra un núcleo duro de países con moneda única integrados en una federación económica. ¿Cuántos? Según el politólogo Dominique Reynié, "Francia y Alemania van a estar cada vez más unidos e integrados, y la tendencia nos lleva hacia una Europa a tres velocidades. Una con los del euro, otra con los que no tienen euro, y una tercera con los países del euro que no logren seguir a Francia y Alemania".
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