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PUNTO DE VISTA | ELECCIONES 2011 | Los mítines
Columna
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El voto de la butxaca

Nacido hace 59 años en la franja catalano hablante de Huesca, Josep Antoni Duran i Lleida es un fijo en el hemiciclo del Congreso desde 1982, con breves eclipses para desempeñar cargos en la Generalitat. Bien valorado por lo general en las encuestas, solo en las dos últimas elecciones ha encabezado las listas de CiU y en ambas cosechó el peor resultado histórico de su grupo: diez escaños. Sabe que se juega mucho este domingo y por eso puso en marcha su maquinaria en cuanto se anunció, a finales de julio, el adelanto electoral. Lleva tres meses largos de campaña, a razón de tres actos públicos en las últimas semanas, que paga a veces con gestos descontrolados de irritación ante cámaras y micrófonos que su narcisismo le impide eludir.

Duran contaba con que la caída del PSC le aupara al liderazgo y ahora el PP le disputa el segundo puesto

Contaba con un hundimiento socialista que le aupara al liderazgo en Cataluña y ahora mismo tiene que mirar por el retrovisor para que el PP no le relegue a la tercera plaza, lo que sería una catástrofe para su grupo. En su maratón preelectoral no ha tenido empacho en disputarle al PP el voto ultra con sus pronunciamientos contra los matrimonios homosexuales, a favor del endurecimiento de la ley migratoria o su desprecio a la política de subsidios agrarios en Andalucía. Su programa económico encaja sin dificultad con el de Rajoy, al que reprocha haber copiado algunas de sus ideas, y se postula para componer ese retrato dialogante que pregona el líder popular, al tiempo que saca la calculadora para poner en valor unos votos que podrían permitir al PP conseguir mayorías cualificadas sin el concurso del PSOE.

Como veterano político sabe que cuando alguien goza de mayoría absoluta es más propenso a buscar la adhesión que la negociación y no esconde su temor a que su gran bandera, el pacto fiscal, se hunda ante las urgencias del calendario económico. Para que no queden dudas de su buena disposición, el sábado reivindicó las bondades del pacto del Majestic, que en 1996 selló la alianza de CiU con un Aznar en minoría, después de haber sostenido a González en la legislatura anterior. En su defensa apeló a las inversiones aprobadas por Aznar para el puerto y el aeropuerto. Ninguna alusión, faltaría más, a la reciente llegada del AVE a Barcelona, al espléndido aeropuerto inaugurado hace unos meses o a las mejoras de financiación logradas con un Estatuto que CiU apoyó y el PP recurrió al Constitucional. La coherencia del pragmatismo.

Los indecisos desencantados del PSC son en esta recta final la diana de Duran i Lleida para competir no por la segunda plaza, sino por la primera. Su principal cañón en esta batalla es la balanza fiscal, que según el consejero Andreu Mas-Colell producirá este año un déficit de 16.000 millones de euros, un 8% del PIB catalán. Y con ese contador a cuestas viaja Duran i Lleida por su mapa de mítines. Desde su silencioso despacho de expresidente, en la Diagonal barcelonesa, José Montilla discute la validez de este cálculo, que en su opinión refleja el sistema anterior de financiación (heredado de Aznar) y que se reduciría al 5% el próximo año con el pleno despliegue de la fórmula fijada en el Estatuto. No tan lejos del 4% que los convergentes reclaman como techo de solidaridad invocando el modelo alemán.

Badalona es una gran ciudad del cinturón industrial de Barcelona, feudo tradicional del PSC, que en las últimas elecciones municipales se decantó por el PP. De mayoría castellano hablante, no es una plaza fácil para Duran i Lleida. El discurso nacionalista no tiene aquí mayor tirón, pero sí el del paro y los estímulos para crear empleo. En un teatro de reducido aforo culpa a la incompetencia socialista de la escalofriante cifra de cinco millones de parados y reclama al PP ese pacto fiscal que como bálsamo de Fierabrás daría a Cataluña los recursos necesarios para crear empleo y mantener el Estado del bienestar.

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La cartelería de CiU muestra un perfil de Duran i Lleida con Mas en segundo plano. Su lema, Força, evoca aquel Forza Italia que catapultó a Berlusconi. Su apelación final en mítines y entrevistas es todo un monumento al idealismo: "Vota con la butxaca" [el bolsillo].

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